lunes, 22 de septiembre de 2008 | By: Abril

Carta a Patricia


Querida Patricia:

No sé que habrá sido de ti en todos estos años –ya han pasado casi veinte - y no sé si creer que, en el instante en que publico estas palabras, puedas estar tú leyéndolas en alguna parte de este mundo. Tú fuiste mi mejor amiga durante dos años de primaria. Yo era introvertida y sombría, con un punto triste y enfermizo. En cambio tú eras altiva, orgullosa y derramabas carácter a tus ocho años. No sé cómo empezamos a ser amigas. En realidad yo, que siempre he buscado sustitutos para mis ausencias, andaba algo huérfana de amigas por aquellos tiempos, desde la partida de África a Argelia, el país del que llegó a mi vida un año antes que tú. Tú eras pálida, de una palidez extraña y fría. Confieso que al principio me pareciste fea y distante. Demasiado… en todo: demasiado fría, demasiado fea y demasiado distante…Desde entonces no he vuelto a prejuzgar a nadie. Esa fue la primera lección que me enseñaste.
Me gustaba tu acento inglés y los bocadillos de mantequilla y de jamón de york de tu abuela… Tu padre era un señor extraño, que se comunicaba sólo en inglés, y sólo contigo…tu madre una mujer inteligente y joven, vestida siempre de riguroso negro, que en aquellos tiempos simbolizaba el luto…nunca te pregunté por qué vestía de negro. Ella era española y bilingüe, como tú. En esos años ser bilingüe suponía pertenecer a otra galaxia, algo incomprensible para una niña de ocho años. Me gustaba tu apellido inglés Upton, Upton, Upton…y me gustaba repetirlo en silencio y corregir a aquellos que lo pronunciaban mal. Era como pertenecer un poco a tu mundo, como formar parte de tu universo paralelo, superior, a años-luz del mío.
Todo lo que hacías tenía un aire individualista y distinguido. Eras una feminista progre de ocho años y yo te admiraba. Tu pelo rubio pajizo y tus mejillas rojas en cualquier época del año y especialmente en días fríos, como el de hoy, te hacían una niña singular entre el resto. Había algo de líder innato en ti , levantabas un dedo y las demás te seguían, sin embargo tú parecías no darte cuenta, era algo tan natural que lo hacías como respirar y aunque pudiste elegir a las más populares de la clase, me escogiste a mí para ser tu mejor amiga, en esos años convulsos de la infancia en la que los amigos te marcan para toda la vida.
Yo te admiraba y aspiraba a ser como tú… un poco. A solas en mi habitación imitaba tu forma de andar delante del espejo y tu manera de arquear la ceja izquierda, como una Lauren Bacall niña dispuesta a pisar cabezas para ganar un concurso de belleza infantil. No sé cómo lo hacías, a mí nunca me salió.
Te gustaban mis dibujos y yo te los hacía como regalo en las libretas que estrenabas, como una ofrenda a tu amistad incondicional…
Aquellos dibujos que desaparecieron, las tardes haciendo deberes en tu casa, los bocadillos de tu abuela y todo el glamour que te rodeaba se esfumaron de repente, como casi todas las cosas que he tenido en la vida. Te marchaste y nunca mas supe de ti. Te imagino ahora casada o no, con un cargo de responsabilidad en Londres y madre de una niña idéntica a la imagen que guardo de ti y de aquellos años.
Como decía Serrat en una canción…”donde quiera que estés te gustará saber que pude hacerlo y no te he olvidado… “
Donde quiera que estés Patri, que seas muy feliz, amiga del alma.

(La Dama)