martes, 19 de marzo de 2013 | By: Abril

Carta a mi padre


¿Sabes? No había tenido tiempo de escribirte antes, pero la ocasión lo amerita. Mientras buscaba algo entre mis libros, dí con algo que pensé que se había perdido o que se había quedado olvidado entre las cosas del entretecho de nuestra primera casa.

Era un papel amarillento y algo ajado, pero estaba perfectamente doblado, con las orillas algo roídas y con ese inconfundible olor a antiguo. Ese aroma me evocaba recuerdos que la mente se encargó de dejar forjados en mí y me invitó a desdoblar aquel trozo de papel y pude reconocer en él una caligrafía grande y redonda, algo temblorosa y llena de pequeños borrones y manchas.

No pude evitar sonreír al darme cuenta de que era mi propia letra de niño estampada ahí. Una letra que maduró con el tiempo gracias a las aburridas horas de caligrafía que nos forzaban a hacer en el colegio. La leía una y otra vez y no paraba de recordarme la edad que tenía cuando la escribí, los juegos, el colegio, la casa y la energía y el cariño que había puesto en cada sube y baja del lápiz grafito y los lápices de colores -ya desteñidos hoy por el avance del tiempo-.

Recordé el momento en que te la dí. Era un domingo soleado y frío. Tratábamos con mi mamá de no levantar sospechas de lo que hacíamos en la cocina, aún cuando ya sabías. En mi inocencia, creí que sería una sorpresa. Pero, hoy pienso que si a mí me pasara exactamente lo mismo, tendría la misma expresión que tuviste cuando entramos en la habitación con el desayuno, mamá y yo, y ambos te decíamos "¡Feliz día, papá!".

Y mientras todos esos recuerdos fluían por mi cabeza, no pude evitar que las lágrimas me corrieran por el rostro y me sintiera con el corazón oprimido, clavado al pecho con un fierro candente.
Mi hijo me descubrió de pie frente a mi biblioteca llorando y se acercó preguntando qué me pasaba y por qué estaba llorando. Despacio, intentó rodearme con sus brazos y sólo logró abrazar una de mis piernas. Me decía que dejara de llorar porque él se ponía triste cuando a mí me veía llorar.

Al escucharlo, sentí como se me partía el alma y me hizo pensar en que yo jamás te vi a ti emocionado y al borde de las lágrimas por algo. Siempre fuiste un bloque de piedra frío por dentro y nunca aceptaste la ayuda que pudimos entregarte mi mamá, mis hermanos y yo. Quisiste ser duro y tu dureza te resquebrajó.

Y te odié. Te sentí tan lejano en mi vida y en cada paso que dí hasta llegar aquí. Te sentí tan impasible y tan falso como tu sorpresa de aquella mañana de domingo cuando leías el papel que te entregaba: "Te amo, papá. Feliz día. Te quiere, tu hijo".

Abracé a mi hijo y le dije que desde ahora, sería mejor padre de lo que tú fuiste para mí y que entre él y yo no existiría más brecha que nuestras edades.

Felicidades, papá: me has enseñado, después de tantos años, a ser mejor padre de lo que jamás tú pudiste ser. Qué pena que tenga que ser ahora que tú ya no estás aquí para verlo.
(Santiago Paz)

La carta de mi padre...



Querido hijo:

Nadie elige voluntariamente venir al mundo. Tuve la dicha de nacer antes de 1930, en un mundo harto mejor que el tuyo. Soy anterior a la penicilina, a la televisión y a la guerra fría. Jamás imaginé un mundo con comidas congeladas, fotocopiadoras, los lentes de contacto, los vídeos, los DVD, las grabadoras sin cassette, las guitarras eléctricas o las pizzas a domicilio.
No existían las tarjetas de crédito (por lo que me salvé de La Polar). Tampoco existían la bomba atómica ni los rayos láser. En mis tiempos no había fútbol profesional y que un jugador se vendiera por dinero no estaba ni en la imaginación del más recalcitrante.

Soy de la generación que se declaraba ante su amada por carta y que a todo ser mayor trataba de usted. Conocí las polainas, el trato amable, pero no soy de la generación de las máquinas tragamonedas, de la pantalla líquida, los secadores eléctricos o el aire acondicionado. ¿Recuerdas cuando tu hermano Alejandro me regaló una máquina de afeitar eléctrica? Jamás me acostumbré y seguí haciéndolo con mi vieja y añorada Gillete.

Si me hubiesen hablado de joven acerca de los hornos microondas no habría hallado qué decir. En mi juventud el viaje a la Luna sólo estaba en la febril imaginación de Julio Verne y el fax era una interjección extraña. Ni hablar del Internet. El correo electrónico hubiese sido para mí como ver al jefe de Correos de mi ciudad con un enchufe en la cabeza. ¡Algo descabellado!
En mi época no había ingenieros comerciales, pero igual otros se encargaban de arruinarnos. Robar en la administración pública era una aberración y los ministerios duraban más tiempo. Los jóvenes se cortaban y lavaban el pelo más a menudo, no usaban aros, hablaban delante de sus pololas sin garabatos y el honor era cosa respetada.

Pero no fui un santo y participé en huelgas y marchas callejeras. Eso sí, jamás insultamos a un carabinero y cuando un “compañero” ofendió a un policía nosotros mismos aplicamos la ley del hielo a este mozalbete mal educado.

Haberle lanzado una bomba Molotov a un representante de la ley habría sido un desatino. Y que un magistrado lo hubiese dejado en libertad por “insuficiencia de antecedentes” hubiese sido una aberración imposible de imaginar.

Las mujeres (las "lolas" de hoy) consideraban el pudor como una virtud, usaban aros en vez de piercings, y si tomaban pastillas generalmente éstas eran de menta.

Acabo de leer en el diario que pronto van a empezar a maquillar a los muertos. Por favor, si parto antes de lo acostumbrado, entiérrenme así no más. Como si fuera poco, me entero de que en Río de Janeiro ya debutaron los edificios cementerios. ¡Digno de Ripley! Esto significa, querido hijo, que a un tipo lo pueden enterrar en el piso 12, 14 ó 18. Por favor si esta idea llega a Chile no permitas que mi último paradero sea en uno de esos edificios. Recuerda que tengo claustrofobia y –como si fuera poco- la altura me hace mal.

Tu sabes, he perdido muchas cosas en la vida, menos el humor.
Tu padre, que te quiere...

(JULIO ABASOLO ALDEA)
lunes, 18 de marzo de 2013 | By: Abril

A tu llanto



Hay un sabor a sal conformado con gélidos gemidos que pasean su tristeza por las arenas de las playas mudas de muchedumbre.

Imbuido de esa tristeza tu mar llora sobre la tierra aludes de crestas nevadas, de espuma volátil que ablandan mi ser. Tu angustia geométrica envuelta en mí. Bucólica perpetuidad que hoy te habla otra vez: ansío una brizna de poder que ponga letra a este canto, a tu llanto, que me ayude en mi lucha al desaliento.

Mi soledad, el mar y ojala tú. Mi voz y mi sometimiento están presentes en la manifestación de tu silencio porque una lágrima tuya encierra la esencia de todo el océano, siendo como es, la mas firme expresión de tu sentimiento. Llora si así lo deseas, invoca la húmeda transparencia e intentaré navegar, como ahora, por tu mejilla hasta tu boca, buscando palabras de amor.

En digna lucha contra las mareas driblaré erosionadas rocas heridas y si encallo en tu llanto naufragaré por los huracanes del desencanto hasta ahogarme de recuerdos con el sabor de tu juventud en mis labios.

Fluida alquimia en la naturaleza del ser es la sal del amor, del llanto y del mar. La sal que se deja al partir, la sal que recoges al volver y bebiendo luz va apareciendo el día.

Seca pues esa lágrima personal e intransferible en su interno origen y por favor, sonríeme porque sobre todas las nubes te amo.

(José Luis Fernández)

Nuestro primer encuentro


El destino se mostró bellísimo en tu sonrisa, y me invitó a un paseo inesperado en los andenes milagrosos de tu mirada.

Me quedé suspendida en los cientos de ¿por qué? que invadieron mis razones confusas, me quedé acariciando tus palabras con pensamientos ocultos mientras jugabas con tus manos deshojando caricias que deseaba para mí...

El tiempo se me fue volviendo cómplice, tu imagen se volvió la sombra blanca de los deseos que fueron anidando tu nombre en mis silencios, te fuiste convirtiendo en un instante de alegrías, fuiste tejiendo la magia entre suspiros, consumiendo las palabras que nacían como fuego sin arder en los oídos...

Te convertiste en un cofre de pequeñas sorpresas que hicieron renacer mi vida pintando la ilusión con alas de esperanza, borraste con tus ocurrencias la tristeza de mi rostro, implantaste en mi memoria el chip del olvido, dejando sepultada la causa de mí desaliento, en aquel instante simple y especial la quietud del alma se volvió torbellino incansable que hizo florecer la ternura que ya dormía sin tregua en mi cuerpo...

Nuestras risas se encontraron en un perfecto camino de historias compartidas, la luz de las miradas se unificaron eternas, aunque aquella magia duró solo unas horas. El universo dejó de girar, en aquel instante te volviste el eje de mi mundo, nada importaba, te volviste mi héroe de cuentos de hadas, me rescataste de la rutina para situarme como la princesa de la historia en una maravillosa burbuja de cristal... Fuiste mi héroe sin saberlo...

Me regalabas tu sonrisa más bella y quitaste de inmediato la mía tan triste. Caminamos un tiempo en sentido contrario, dejando nuestras almas entrelazadas, el adiós no fue definitivo, no, porque te quedaste con mi corazón y yo con el tuyo... En nuestra siguiente cita todo fue diferente y así sigue siendo, unidos, ojala que no acabe nunca.

Es maravilloso amar, si, "mi amor tardío" pero inmenso. Gracias por devolverme a una vida llena de sentimientos. Te amo.

(Marisi)

Rosas de invierno

 
 
Una calada profunda y amarga a este cigarrillo que acabo de encender y mi mirada atenta al humo que como nebulosa mal entiende lo que está viendo.

¿Quieres un pitillo? perdona sé que no fumas..., sólo estoy ensayando ante el espejo que tantas veces impregnado de nosotros nos representaba, y que hoy canalla de él me devuelve mi propia imagen, sola, silenciosa. No hay queja ni dolor.

¿Una copa de vino quizá? de color tinto, negro rojizo cómo la sangre del toro bravo. Del toro de lidia, con estoque profundo y cuerpo. Lo he derramado sin querer o queriendo sobre la mesa, que aún conserva esas rosas de invierno, rosas que no huelen a nada, que nunca se abren, y que son testigos vivos de mis silencios y el frío helador de la soledad.

Sí, llevas razón, este tabaco es malo, malo por excelencia, pero que bien que me sabe. Lo mismo que fue amarte, veneno puro en mis venas, criminal pero delicioso. Ardías y yo me quemaba, pasión y muerte que palpábamos, intocable entre el hielo y el fuego que he desgastado en el vacío atrevido y osado que me dejó tu recuerdo, lo que era y lo que no, todo enmarañado, realidad e imaginación, como son todos los recuerdos. Como a veces es el presente y será el futuro convertido en interminable y acomodaticio según pase el tiempo .Y así seguiré amándote cómo te amé, entre páginas en blanco que cuentan historias de amor que felices se ocultan a miradas indiscretas, no necesitan adornos de nadie.

He encendido otro pitillo, y he descorchado otra botella, la embriaguez del momento nubla mi vista, he acertado a servirlo en nuestras copas, y estoy brindando frente al espejo, tú al otro lado de mi vida; te recuerdo, ¿lo sabes?

Te propongo un brindis tan cierto como la hora en la que te escribo, el papel sobre el que lo hago y el tiempo en que seguiré esperándote cualquier día, dónde des una pincelada de color a esta vida en blanco y negro.

"Brindo por mi amor y aunque el olvido es mi única defensa no la quiero, prefiero esta condena por amarte.

(Luisa Serrano)
sábado, 16 de marzo de 2013 | By: Abril

Carta a la novia



¡Hola Querida!

Probablemente estés en el auto o quizás llegando a la iglesia. Disculpa si esta carta te parece sorprendente y si tu futuro esposo no te ha hablado de mí.

Tengo el sutil honor de presentarme: yo soy la que le arrancó a ese hombre los gemidos de placer más agudos de la Historia. Tú tendrás su cuerpo, por eso es importante que sepas cómo y dónde hacerlo estallar. Tengo la teoría de que todo hombre tiene un "punto H" -por no decir G- como toda mujer, sólo que a ellos les da por tenerlo en una oreja, un testículo... o hasta en la nuca -como es el caso de tu futuro marido-, cinco años viviendo juntos...créeme: le conozco.

No me avergüenza decirlo: me dejó por otra -no quiero que te ofendas- pero, en fin: sí, me dejó por ti.

Estuve los rastreros meses siguientes a la ruptura viviendo en una constante agonía, llena de recuerdos. Cada copa me lo recordaba. Hasta el muchacho del correo que te entregará esta carta -¿te has fijado lo buen mozo que es?-, me lo recuerda (bueno, no sé si su físico ha cambiado)...

En fin: que estaba muerta en vida. Mi vida social había tocado fondo y vaya, que me caracterizaba por ser el alma de las fiestas -cosa que él amaba de mí-. Pero yo no quería nada, sólo lo quería a él. ¿Cursi? Aquí hago una pausa. ¿Él te ha hablado de mi? No quiero creer que estuve a punto de casarme con un mentiroso. En realidad sí lo estuve- él era un completo farsante, pero un farsante con gracia.  Siempre fui consciente de ello. Era mi farsante. Me encantaba que me mintiera porque sus mentiras tenían un "tumbao" como él mismo decía, pero también sabia que, al conocerlo tanto, no creía sus mentiras o, digamos que las "creía", aun sabiendo que mentía...

Retomando mi pregunta,¿lo hizo?, ¿te habló de nuestros paseos interminables? De las noches en que huíamos de mis padres, de los besos bajo la lluvia, de los tangos en el escenario ficticio, de "su grito de guerra", como solía decir su mejor amigo: -¡¡¡Que le pongan salsa!!!. En cualquier disco, bar, o fiesta, era su adicción verme bailar salsa. Decía que disfrutaba al bailar conmigo, pero más al verme bailar.

¿Te habló de las ocasiones en que teníamos sexo descontrolado en la cocina?... ¿Del día que me quemé el trasero con la hornilla..., de las miradas que decían todo, de los insultos, de las cachetadas y los besos...?, ¿De los viejos amigos?, ¿De que jugábamos con el vino un juego que él se inventó -que no te diré-?. ¿Te habló, acaso, de ese bebe que queríamos y de que mi fertilidad me jugó una mala pasada?...Sí. ¿Te ha contado que no puedo tener hijos? Él nunca quiso hacerse los exámenes. Decía que estaba sano, he incluso su madre me contó que tuvo una novia a la cual dejó embarazada, pero ella lo perdió. Aunque la chica era una fresca, que aseguró no saber quien era el padre, para mí era suficiente lo que él me decía. Tal vez, ahora que lo pienso, ése sea el motivo por el cual me ha dejado.

A ti te conoció justo en la época que la situación estaba de mal en peor y ningún tratamiento me ayudaba. Tú eres mucho menor que él, considerando que, en esa fecha, tenia 29 y tú 22. Yo tenia 27. Hoy él tiene 33, tú 26 y yo 31.

-"Estoy seca por dentro"- decía siempre y él me consolaba diciendo: -"Lo lograremos"-. Al final, creo que de tantos intentos se rindió. Eso es algo que a ti no te importa.

Mi historia con él se puede decir que fue casi perfecta y que sólo nos falto el cartel. "Felices por siempre". Él y yo cambiamos ese cartel por uno que decía: "Mientras el amor nos dure", o en este caso: "Hasta que la infertilidad nos separe". Fuimos ese tipo de pareja que ves por la calle y que si sueñan con estar juntos eternamente nunca se lo dirían, por no fallar a sus ideales y convicciones internas. Fuimos un par de idiotas que se amaron y que nunca se dieron cuenta. Nos amamos desde adolescentes hasta adultos. Crecimos juntos ¿sabes? Recuerdo que muchas veces faltabamos a nuestros respectivos trabajos para quedarnos todo el dia abrazados, tirados en el sofá un rato jugando a la "Play" y al siguiente viendo películas "rosas" que él tanto odia pero que yo amo.

Siempre he sido una persona decidida, fuerte y valiente. Por eso, desde el momento en que me enteré de que estábais juntos, le dejé, con un tanto de dolor y resentimiento, pero con un profundo despecho. Siempre he dicho que la magnitud de ese despecho es proporcionalmente idéntica al amor o a la historia que se ha tenido. En ambos casos, mi amor hacia a él era un gigante (fueron once años). Por eso no pude comprender por qué se había buscado a otra.

He logrado seguir adelante convenciéndome diariamente de que fue lo mejor que pudo suceder. Hace mucho que dejé de torturarme con el: "y si yo..." Creo que en esta vida, donde nos enfrentamos diariamente a las rupturas, esta frase siempre ayuda: "...Deja de torturarte con los recuerdos, con las preguntas. Vivieron lo que tenían que vivir, duraron lo que tenían durar...".

Desde ese dia no me ha vuelto a ver -hace 4 años- y la invitación a su boda me ha llegado por correo. Yo volví hace cuatro meses, cosa que él ignora. Creo que le contaron que me fui del país hace tres años, pero no que ya regresé, si no, me habría buscado para invitarme personalmente, imagino. Volví por razones importantes y algunos papeleos, y me estoy quedando en un hotel. No cualquier hotel: "nuestro hotel". No cualquier habitacion: "nuestra habitación". Y digo "nuestra" porque aún guarda su aroma. Una habitación donde todo me habla de él y de nuestras pasiones desbordadas.

Entré en "el bar de las solteras" -como lo bautizamos mis amigas, él y yo-. Alli quedé en verme con algunos colegas. Entonces vi a su mejor amigo acercarse, me levanté a saludarle -él no me había visto- y en ese instante tú te levantaste sonriente y lo besaste. De mi mano resbaló la copa. La impresión fue un poco desagradable pero al final placentera ¡JODER! ¡Engañas a tu futuro esposo con su mejor amigo!,¡Qué éxito! Estoy segura que eras tú, de eso no hay duda. Cruzásteis la calle ligeros. No soy quien para juzgaros. En fin, fuísteis al motel del frente. Ahhhhh, Querido: esta noticia te dolería...

Descuida tú, que no voy a contarle nada. Éste será nuestro "secretillo". No intentes huir de tu boda. Yo estaré en la primera fila, con el vestido rojo que él amaba y un revólver en la cartera. Si tú no eres capaz de amarle como yo lo hice, no permitiré entonces que se case contigo, prefiero verle muerto. Y hablo muy en serio. Tampoco intentes acusarme de nada... ¿Que es ilegal tener un revólver? ¿Acaso tu futura esposa está loca?...Benditas las máquinas de escribir que ni la letra puede delatarme.

Querida: no llores, que se te corre el maquillaje. ¿Cómo puedes creer que mataría al hombre que más he amado? Sí, hoy estaré en primera fila, sin el vestido rojo que a él le gusta (ni idea de qué hice con él). Estaré allí en primera fila, con mi esposo al lado y mi hijo en brazos. Sólo he querido tontear un poco contigo ¡Hazlo feliz, guapa!.

PD: Sé que estás embarazada, de ahí lo de la boda ¿qué crees? La fecha coincide justamente con el mes que entraste en ese motel ¿y adivina qué? Tu esposo es estéril. Besos.


-PM
miércoles, 13 de marzo de 2013 | By: Abril

Océanos de amor


A mi esposa María:

Hoy me he reído de corazón. Te habías subido con nuestra hija a una barca en el parque de atracciones. Yo no os seguí porque sabes que me mareo con facilidad. Aunque tú tampoco estás para mucho ajetreo, te montaste en la infernal nave y aguantaste el tipo hasta el final. Pero tu cara te delataba y mientras la niña reía y reía, tú palidecías por momentos, a pesar de ese intento de sonrisa que tus labios no conseguían fraguar.

Me reí de corazón contigo y al verme empezaste también a reír. Cuánto tiempo sin compartir algo, aunque fuese una sonrisa.

Nuestra vida, como balanza en continuo tintineo, hace años que perdió su equilibrio y nuestro amor, ese amor omnipresente, exuberante, apasionado, incondicional, cedió su lugar a una convivencia decadente, monótona y falta de ilusión.

Qué cerca de ti cada noche, pero qué lejos estás de mi. Rodeada de murallas, no encuentro la llave que abra la puerta. Intento escalar tu suave piel, abordar tu nave con dulzura y delicadeza como si manejase porcelana fina pero, una y otra vez, esas olas que llegan a tu orilla, regresan vacías. Mueren en el fondo del océano y con ellas mi vida se apaga, mi deseo se diluye y mis ojos se secan.

Estoy tan solo, tan perdido, que no sé qué hacer. No sé cuándo terminará este invierno que hiela mi sangre, que corta mis alas y mina mis fuerzas.

Y, sin embargo, sigo a tu lado. Aferrado a un pequeño rescoldo que dentro de mí no se apaga, que se alimenta de una risa tuya en el parque y que aviva el amor que aún siento por ti.

(Manuel)
martes, 12 de marzo de 2013 | By: Abril

Querido Tú...


Querido mío. Querido, querido. Querido ¿qué? Querido Juan. Querido Fran. Querido, algo. No sé cómo empezar esta carta. Querido amor. Amor mío. Cariño. Qué horror. Detesto a la gente que dice cariño. Y tesoro ya no digamos. Querido tú. ¿Tú, quién? ¿Hola? Nada. Nadie.

No sé cómo empezar esta carta porque no sé a quién podría escribírsela. No tengo un amor. Ni siquiera del superficial. Del que no es amor y sólo sexo. Ése del que se habla a veces y que dicen que no sirve para nada. No. No lo tengo. Aunque digo yo que para algo sí sirve. Estoy segura. Para enredar y marear, sí sirve. Por lo menos. Y para empezar, también sirve.

A mí, si soy sincera, me serviría hasta el amor más inservible. Así por probar. Y para escribirle cartas de amor. Digo yo. No se puede morir una sin haber escrito nunca una carta de amor. O sea que empiezo, por si aparece de repente. Así no me pilla desprevenida.

Querido (así a secas y elimino el problema del principio, puesto que vale para quién tenga a bien aparecer), anoche me volviste loca con tus besos. Tu luna y mis gatos nos sonreían. Parecían saberlo todo.

No.

Otra.

Querido…¡Miguel! Eso, Miguel. Esta mañana te he visto en el pasillo de la facultad de Letras. Y no me he atrevido a saludarte. Quizá no te acuerdes de mí. Éramos compañeros de clase hace veinte años. He vuelto a empezar la carrera y creo que me tocas como profesor, así que he pensado que podríamos retomar ese beso que se quedó a medias. ¿Te acuerdas? Yo estoy soltera y vivo con unos cuantos gatos…

Uff.

Querido Nicasio: te quiero. Estoy aquí. No voy a decir una palabra más.

¿Y si lo dijera en verso?

Querido Nicasio, me gustas más que el potasio.

Perdón, perdón, perdón. Me callo.

La última: amor mío, amor de mi vida. No sé ni cómo te llamas pero no importa. Soy yo. Soy ella. Y estoy aquí, con mis gatos y mi música y mi ventana. Mientras te espero, me he vuelto a apuntar a la universidad. Por si tardas. Más tarde me dormiré, bajo tu luna. Te dejaré las llaves en la azalea de la derecha. Por si no llegas. Y en la cama alargaré el brazo para buscarte.

Como anoche no apareciste, esta mañana he salido abrazada a un libro. Por si no me encuentras. Por si no llegas. Por si te pierdes. Por si te olvidas. Estoy aquí. Por si acaso. En la parada del autobús. Un sitio muy romántico, creo.

Y de repente, te veo.-Hola. ¿Qué autobús? El dos, que va directo. Sí, claro, quito el libro. Te abrazo a ti. Mucho mejor. ¿Cómo? ¿Gatos? ¿Cuántos? Me gustan los gatos. ¿Lunas? Muchas también. Todas las noches. ¿Mario? Bonito nombre.

¿Yo?

Elena. Encantada.

(Ayanta Barilli)

Querida amiga...


Ahora que el destino nos ha separado y antes que el olvido nos invada el recuerdo, déjame que te escriba en estas líneas lo que no me atreví a decirte cuando vivías.
Te he amado en silencio e incluso he soñado contigo, pero la cruda realidad me ha hecho comprender -eso sí, de la manera más dura- que no estuve a tu altura. Quizá no tuve cuerpo ni edad para quererte, pero me falta voluntad para olvidarte.

Ahora sé lo que es realmente la soledad, estar a tu lado y no poder tenerte. Mi vida así ha perdido sentido pues perderte va a ser como perderme yo a mí mismo. Sólo lamento no llegar a probar a qué saben tus besos.

¿Por qué no habrá otra como tú? Porque has de saber, que por ti volvió a latir este pobre y viejo corazón y siempre tendrás un hueco en él.
Te seguiré amando en silencio aunque sea una tortura, aunque sea en mi recuerdo. Ojalá me hubieras querido y me hubieras dejado amarte como de verdad te mereces.
(Jorge)

Buenas noches, amor mío


Perdón por lo de "mío", no quiero que pienses que es posesión. Más bien piensa que hasta hace unos meses creía que después de más de cuatro décadas significaba que los dos nos habíamos convertido en uno solo, que compartíamos todo aunque los sentimientos eran de cada uno. Con la ilusión de tener a la espalda muchos años, de haber vivido juntos momentos como los estudios, el comienzo de los trabajos y la distancia en kilómetros entre los dos... Era todo maravilloso, soñábamos cada día con el encuentro, con nuestra unión.

Pero, como todo llega, ese momento llegó. Todo lo soñado lo fuimos experimentando, con todas las dificultades que conlleva la convivencia y con esos enfados que en seis años de noviazgo no habíamos tenido.

En unos años y casi sin darnos cuenta, los niños ocuparon todas las horas de cada día, que junto a los trabajos y tareas no había minutos para nada más. Bueno, para querernos buscábamos algún ratito.

El tiempo pasa tan rápido que antes de que te quieras dar cuenta todo ha cambiado. Los jovencitos se convirtieron en maduritos, con los hijos independizados, con su vida propia, sus trabajos, los hijos, nuestros nietos y con ellos una nueva ilusión.
                         
Sin embargo, como todo lo finito es cambiable y con la jubilación surgió la idea fantástica de relacionarse con amigas de la juventud perdida. Como en una vida tan relajada todo es un poco monótono y conocido, lo novedoso se intuye rápidamente. Así lo encontré, el mundo que yo creí tener seguro se rompió en pedazos y después de preguntas, exigir respuestas y mil reproches, ahí estamos recomponiendo toda ilusión y confianza perdidas. Con todo este bagaje vivido y en este tiempo de valores olvidados y tan menospreciados, tan sólo quiero renovar ese amor minuto a minuto, con la gran esperanza que lo que nos quede de tiempo sea para hacernos unos ratitos felices, por nosotros y los que nos rodean .

Rosalina

Te busco en Lisboa




 
Lisboa, Enero, a orillas del Tajo

“Has de heredar la lluvia y para siempre cierta
fidelidad a las ruinas...”
(Ángel Campos, Siquiera este refugio)

 
Te busco en Lisboa. El poeta la llamó “la ciudad blanca”, yo la llamaría la ciudad de las luces.
Lisboa es la ciudad sin sombra.
 
El blanco, el rojo, el amarillo, el azul, el verde, incluso el negro. Todos los colores conforman esta Lisboa que se descubre perezosa ante mis ojos de turista novata.
 
Te busco en Lisboa, en cada tranvía que pasa abarrotado de gentes variopintas.
 
Te busco en Lisboa. Creo hallarte, bendito espejismo, en el hervor de las pastelerías de Belem. Tu boca, me digo, también sabe a canela.

Llueve en Lisboa. El Tajo, gris y cansado, me recuerda ahora otro río, dormido también a orillas del invierno, a las orillas mismas del alma. Transcurre, ahora, el Tajo ante mis ojos, con su eterna

mansedumbre, por la Dauseda de los días azules y despreocupados de la infancia...Me estoy poniendo triste. Presiento que nunca te encontraré en Lisboa, y que tampoco será nunca Dauseda lugar de encuentro.

Cae una lágrima y se funde con las aguas metálicas del Tajo; un viandante que pasa a mi lado amablemente me recuerda que me voy a mojar. ¿Sabes?, eran dulces sus ojos, pero no tenían ese color de miel del campo que es el color exacto de los tuyos.

Me siento sola en Lisboa pese a que las calles son un bullir de gentes. Nada hay que preludie tu presencia, y me digo que hay veces que los encuentros no son más que pisadas en la hojarasca, y que sangran los pies, las manos, y hasta las lágrimas nacen hechas sangre...Y entonces tengo miedo

de encontrarte, porque puede que para cuando eso ocurra la chimenea ya esté apagada y la humedad haya devorado aquel libro de versos que, al abrigo del fuego, dejamos entreabierto...

¿Recuerdas Dauseda, aquella tarde de invierno de versos junto al fuego?...Recorrimos la umbría de los chopos, aspirando con ansia, aquel olor viejo a hojas caídas. Después te marchastes, la chimenea aún encendida y el libro entreabierto...y fue como si nunca hubieras estado. Vinieron entonces los versos más terribles haciendo añicos la calma de los días; pero también fueron entonces los versos más hermosos, los que como vino dulcísimo me rescatan del dolor y dan alivio a las heridas.

A veces me pregunto qué hubiera sido de mí, de nosotros, si el tiempo se hubiera detenido aquella tarde; y me juro a mí misma que hubiera sido capaz de alcanzarte mares de ternura, y hasta te hubiera vuelto luz las sombras de la luna...

Pero ya ves..., el tiempo nunca se detiene. El tiempo es ese ser maleducado y caprichoso que tiene la mala costumbre de sacudirnos con rabia y devolvernos cada uno de sus asuntos...

Tampoco en esta Lisboa en la que te busco se ha detenido el tiempo. Ya ni siquiera recuerdo tu nombre. Sólo sé que tenías azúcar en la voz y miel en los ojos. No sé si eres dios o demonio. Sé solamente que me pusiste música en el alma y que sólo por ti me nacieron alas, y que llevo tu sonrisa, cual mariposa, revoloteando en mi cintura.

Desde entonces voy desparramando los versos, por si entre ellos te hubieras escondido; voy escudriñando las agendas y deshojo sin piedad las hojas muertas de los calendarios...

Y sé que sin remedio irán pasando los días, todos los días; y seguiré buscándote en cada rostro, en cada boca, en todas las bocas que sepan decir versos...y es terrible, terrible porque sé que no he encontrarte por más que tan cerca nos quede Dauseda y esta Lisboa, provocadora, que se desgrana en colores.

Te escribo hoy estas palabras porque siento que se me está muriendo tu sonrisa; pero es muy tarde, tan tarde, que temo se las lleve el viento.

P.D.: La mariposa de mi cintura, es un escorzo doloroso, va replegando las alas...y siento que es tarde, desgraciadamente, se está haciendo cada vez más tarde.




Mª Josefa Vergel Vega
Carta ganadora I Concurso de cartas de amor "Pablo Neruda", Coria (Cáceres), 2008.




domingo, 10 de marzo de 2013 | By: Abril

Ódiame


Todo acabó con el cuadro de el pasillo cayéndose por el portazo que diste al salir.
Sabía que todo se iba arreglar así que...¿para qué perder tiempo preocupándome?
Y aún viendo esas lágrimas seguía siendo indiferente.
Me fui a la cocina y me serví una copa de un Brunello di Montalcino, mi vino favorito.
Me sentí frustrado...enfadado.
¿Quería la gente verme humillado? ¿Estaban en mi contra?
Colérico, lancé mi copa al suelo haciéndola pedazos. Cada pequeño cristal que saltaba por los aires intentaba cortar, con sus afilados bordes, la tensión que había en esa sala pese a que solo estaba yo.
Cogí la botella y me acerqué hasta el espejo del pasillo.
Barba de tres días, ojeras, pelo descuidado y unos ojos de ignorante que odiaba en esos momentos más que a nada.
Menos mal que con los rifles no se matan las palabras. Porque sino, moriría sin ganas de escuchar.
Un trago más a la botella, por favor, no quiero salir de mi cuchitril, ajeno a todo lo que ocurre en el exterior, sin pensar que no hice nada para que todo cambiase. ¿Lo que me queda? Abrazar a cada farola que no quiere llorar sola.
 
-Eres ingenioso-le dije al tipo de el espejo-
-Por favor...lo soy para lo que me conviene. Aunque eso lo sabrás tú mejor que yo, ¿no?
 
Primera bofetada, segundo trago.
 
-¿Por qué crees que me conoces?-respondí, buscando desesperadamente un consuelo
-Me das vergüenza y pena
-Eres un tío raro, no recuerdo haberte permitido que hables
-Cada vez que hablas, hablo yo. No soy tu consciencia, ni tú mismo. No digo nada que tú no hayas pensando nunca.
 
Segunda bofetada, décimo trago.

-Todos echamos de menos liarla, dejarnos barba y oler mal
-Psé, ¿y qué tiene de ventajoso cuando los de tu alrededor pagan por ti?-respondió mi yo de el espejo-
 
Tercera bofetada, trago número once.

-No te estoy diciendo que no debas dejarte barba, decirle a una niña de papá lo fea que está hoy y que huelas a muerto un jueves-dijo-pero...
-¿Pero qué? ¿Vas a decirme que debo redimirme? ¿Es eso? Quieres que...tire la toalla, me rinda y decepcionarme, ¿verdad? ¡¿Eso es lo que quieres?! ¡¿Que me deje pisar?!
-Imbécil...no me entiendes, porque no te quieres escuchar ni a ti mismo por miedo a no tener razón. No te das cuenta que...¿ya has tirado la toalla? ¡Lo único que digo es que la recojas! Recógela, ¡joder! ¡Recoge la puta toalla!
 
Última bofetada, último trago de la botella.
 
La conversación terminó, tras un puñetazo al espejo.
Cada riachuelo representa a una persona, pero hoy, el mío estaba tintado de rojo por los cristales clavados en mi mano.
Me apoyé en la pared y me tiré al suelo, más desorientado que nunca sin saber ni quien era.
Puede que la estabilidad fuera bonita y que me diera una pizca de felicidad pero...maldita sea, estaba tan borracho que ni podía acabar la frase.
Se me escaparon nueve, diez, quizás once lágrimas. La vida de un escritor sin adjetivo, tan contento de estar triste.
Mirando el techo me dormí, cayendo en el olvido, recordando los suspiros que me regalaste, rodeado de cristales con sangre mezcladas con gotas de vino.
¿O quizás la vida de los escritores sin sustantivo? Al fin y al cabo, que dura, joder...
 
(Del blog: Once)

Miles de personas


 
Conocemos a diario personas con costumbres, creencias, habilidades, defectos y cualidades diferentes, que hacen que algunos momentos sean más agradables.
 
Hace unos meses te conocí. Me gustó tu forma de mirar, tu forma de caminar, el aroma de tu perfume y desde esa noche de diciembre en la que conversamos por primera vez, anhelé seguir viéndote cada dia de mi vida; seguir viendo tu sonrisa, seguir escuchando tus historias...Y así fuiste despertando en mí una serie de sensaciones de esas difíciles de describir. 
 
Cada vez que miro tus ojos te imagino en mi futuro. Cada vez que tomas mi mano, que me abrazas de esa forma que sólo tú sabes hacer, me siento segura. Siento que si estás conmigo nada malo puede suceder. Y tengo claro que juntos podremos ser felices y podremos construir un mejor futuro donde nuestro bienestar sea fundamental.
 
Soy feliz, porque eres perfecto. Eres un ser ideal, mi complemento. Amor, tú me comprendes, me apoyas, me acompañas en este largo camino, que puede ser algo corto, para demostrarte lo que siento por ti. Tengo mil razones para darte las gracias y algunas otras para disculparme, por si alguna vez te fallé. Y si aún fallo, ayúdame a comprender lo que no hago bien.
 
Amo tu forma de mirarme. Ardinson, eres más de lo que soñé. Superas ese principe azul de Disney. Y es aquí donde te digo que puedo conocer a miles de personas, pero a nadie como tú...
 
(Natalia Chávez)

viernes, 8 de marzo de 2013 | By: Abril

Sin título


 
Malditas sean todas las cartas de amor, maldito Neruda, por no escribir esos versos tan tristes, maldito Bécquer, por ese lugar para los amores olvidados, maldito Lorca, ¡malditos!, malditos todos los poetas que no acabaron con esto, y maldito, porque ahora, son los que me ayudan, en medio de esta sinrazón de muertes, a pensar que ese sentimiento aún perdura en muchos hombres, que no son precisamente poetas, y que tal vez, yo sea la próxima.

Aún recuerdo cuando nos conocimos. Éramos dos críos. Tú, siempre pensando en trabajar cuanto antes, tener un coche, una casa.... y ...ahora me doy cuenta....a mi encerrada en ella...Ay, qué fue del hombre que quería estar conmigo a todas horas, siempre salías conmigo porque no podías vivir sin mí. Los celos y el alcohol lo desvanecieron todo...

Y yo, dejándome llevar, pensando que dejar la facultad para casarnos no era perder nada, sino ganar una familia, un marido, un hogar...que casi se convierte en mi tumba...

Ahora, desde esta casa de acogida me pregunto, cuándo empecé a temblar al oír la puerta, cuando dejé de visitar a mi familia, de salir con mis amigos, de estudiar...aunque total, ya nada importa, a finde cuentas, siempre has tenido razón, no sé hacer nada bien, y menos hablar correctamente. Será mejor que calle, que oculte este miedo que me corroe las entrañas, que nadie sepa lo que me pasa...aunque, si estás leyendo esta carta, al menos te hicieron llegar mis últimas palabras de amor, pero también que te cogieron, te encarcelaron, o tal vez estés libre, aunque eso signifique que fui la siguiente de esa interminable lista, en la que, de nada sirven los poetas, las cartas de amor, los “te quiero”, y que tampoco esta vez el 016 pudo llegar a tiempo....

Siempre tuya...


Don Fernando Izquiero Aguado
Centro Penitenciario Cáceres II
Ctra. Trujillo s/n
10005, Cáceres


Badajoz, 14 de febrero de 2008

Sr. Izquierdo:

Una vez resueltos los trámites administrativos de su esposa, se le hace llegar documento depositado en esta notaría a su nombre.

Sin otro particular, reciba un cordial saludo.

Fdo: Ignacio Haro

Notario


Eva Mª Romero Rivero.
San Vicente de Alcántara (Badajoz)
Carta Finalista en el I Concurso de Cartas de Amor "Pablo Neruda" del Ayto. de Coria, (Cáceres), 2008

miércoles, 6 de marzo de 2013 | By: Abril

Devuélveme el loro



 
Yo sé que no quieres volver a oír de mí – o eso has dado a entender- pero es necesario que te aclare un par de pequeñeces. Mi soledad de hoy y tu desamor son temas grandiosos en mi vida, pero pareciera ser que en los momentos cruciales las pequeñeces adquieren su propia dimensión, su propia circunstancia, su propia trascendencia.
 
Y esto viene a cuento porque recordarás que en mi última carta te reproché el que te hayas llevado algunas cosas del que fuera hasta hace poco nuestro común hogar. Pues bien, apuesto mi cabeza a que te he dejado una pésima impresión con tales planteos. Es necesario que sepas que no hay ningún matiz materialista en ellos.
 
Te dije que la jaula del loro – con el loro incluído- ha dejado un vacío en la sala que no consigo remediar con ningún perchero ó cosa parecida y no recupero el equilibrio del decorado; te dije que el toallón blanco con vivos rojos es mío porque tiene los colores de la divisa de River Plate (que bien podrías haberte llevado el amarillo); te dije que los discos de vinilo de Joan Manuel Serrat no los puedo reemplazar con nada en esta época de compactos, emepetres y emepecuatros; Te dije que la taza grande de porcelana negra era mía porque fue regalo de mi hermana. No tengo presente cuanta tontería más incluí en la lista. Pero quiero que sepas la verdadera naturaleza de mi reclamo.
 
Extraño el loro porque apenas te levantabas cada día, y mientras calentabas el agua para el desayuno, le hablabas, le reías y le hacías morisquetas y por ende éramos dos los que nos embobábamos con tus tonterías. Claro que tú estabas concentrada con el loro y no me veías a un costado de todo. Extraño el toallón blanco porque no sé si por su hechura ó su consistencia siempre estaba impregnado con tu perfume, y al usarlo era como quedar envuelto en tus brazos. Extraño los discos de Joan Manoel porque mientras la púa recorría los surcos tú balbuceabas las letras con la mirada perdida por los rincones. Extraño la taza negra porque de ella bebíamos juntos como si fuéramos una sola boca. Extraño cada cosa que te llevaste y te extraño en cada cosa que me dejaste.
 
¡Devuélveme el loro! Pero por favor, ven con él. Te prometo que no volveré a descuidarte a partir de entender cuánto me golpea tu ausencia. Espero que el loro también me extrañe y te convenza para esta segunda oportunidad que te estoy pidiendo.



(Raúl Oscar Ifran) 
 
Nota: Carta finalista en el I Concurso de Cartas de Amor "Pablo Neruda", del Ayto. de Coria, 2008

martes, 5 de marzo de 2013 | By: Abril

¡Al español!


Caracas, 14 de febrero de 2011

Querido español:

¿Querido? ¡Qué cínica soy! Considerando la fecha y lo que voy a contarte, sólo a mí se me ocurre empezar soltándote un “querido”, así, de entrada, sin mayor reflexión. Sí te quiero –y con locura–, pero no siempre fue así. Aunque ya llevamos mejor mis aventuras con tus colegas, siento que debo explicarte cómo te metí en esto de las relaciones múltiples. Leerás la carta, está en tu naturaleza. Sí, puede que seas altivo, pasional, imponente, pero nadie administra mejor que tú esos adjetivos, en el fondo, eres más bien modesto, sereno, elegante. Eres perfecto. ¿Por qué tardé tanto en darme cuenta?

Mi madre tuvo algo de culpa. Hace unos años, me dijo: –el español no tiene futuro, búscate otro. ¡Su madre! Justo cuando empezaba a quererte. Te defendí, luego investigué y los números parecían darle la razón. Seguí contigo y decidí probar con otro.

Sí, español, te fui infiel. Créeme que elegir a ese otro con quien serte infiel no fue fácil, tal vez por eso no hubo un otro, sino varios otros. ¡Mi madre! Todo empezó con un inglés simple, algo gris, previsible, que con el tiempo se me hizo interesante, fino, elegante. Me aburrí de él. Siguió un francés que me volvió loca –¡literalmente!–. Era exquisito, correcto, culto y complicadísimo. Adoraba las reglas –las suyas–, pero no paraba de imponer excepciones. Terminé exhausta, tuve que dejarlo. Es adictivo, de los pocos con los que sigo flirteando. ¡Créeme! Apareció el italiano, justo lo que buscaba: un espíritu bohemio, apasionado, dulce. Me hizo feliz, pero su espíritu aventurero terminó por superarme. A mi madre comenzó a incomodarle tanto cambio –a mí, a desesperarme–. Me tachó de promiscua. ¡Promiscua!

No sé por qué me indigna. Lo fui. Al italiano le siguieron encuentros furtivos con un alemán demasiado serio, un portugués bipolar y un ruso. No sé si fue porque se enteró de esos últimos devaneos o porque sus ojos decidieron revelarse a sus maratónicas sesiones de lectura, pero en marzo de 2010 mi madre colapsó. Fue fantástico. Me permitió redescubrirte, me obligó a alejarme de los otros y a concentrarme en ti.

Tenía que pasarse un mes y medio sin leer. Las primeras tardes de tedio debieron haberle estimulado la creatividad, porque se le ocurrió algo tan terapéutico como el reposo visual: –¿por qué no vienes a leerme un libro? No recuerdo el título, quizás no era lo importante, lo importante era la historia –enredadísima–, el ambiente –detalladísimo–, la atmósfera –tan latinoamericana–, los personajes –tan pintorescos–. Lo importante es que con aquella sesión de lectura descubrí que no hay como tú, español, para contar bien una historia enredada, que al inglés le falta ese no sé qué que tienes tú para los detalles, que el francés es muy francés para contarnos un relato latinoamericano y que eres mucho más divertido que el italiano cuando te lo propones. En fin, español, como tú, ninguno.

–Debí haberte apoyado con lo de la filología española. Jamás pensé que ser traductora era tan complicado. ¡Complicadísimo! Si no se está realmente enamorado del idioma propio, se entra en crisis al aprender uno ajeno, en una relación tormentosa múltiple. Al principio todo te parece interesante sobre el nuevo; pronto descubres que no va a ser fácil, pero estás tan ilusionado que sigues hasta que logras comprenderlo; luego la cuestión se torna densa, compleja, pero ya te atrapó. ¡Y tú a él! ¿Cómo resistirse? El nuevo es el que te acerca a lo exótico, te vuelve un privilegiado. Hora de traducir, de las comparaciones. Empiezas a encontrarle miles de defectos al de toda la vida, casi siempre gana el nuevo, por nuevo, por nada más, pero de eso no te das cuenta hasta que algo te hace ver que hay uno que espera que notes que los demás sólo están de paso y que sólo ese te eligió a ti, sin siquiera conocerte, para acompañarte toda la vida. Ese eres tú: mi español.

Tras mes y medio de iberoamericanos, el 23 de abril de 2010, terminamos las sesiones con algo distinto: la prensa. ¡Día del idioma español! Lo mejor fue leer las cifras. Seguirán mejorando, como lo hizo mi relación contigo, ya sabes que eres único, que estaremos juntos toda la vida, que con los otros sólo flirteo de vez en cuando, pero que como tú, ninguno.

Con amor,
Tu traductora

(Carmen Elena Pereiro Villar )
lunes, 4 de marzo de 2013 | By: Abril

Buenos días, mujer


Hoy surgieron mis primeras dudas,

Dudas de si emprendí el buen camino hacia tu olvido, o debí perseverar en el mundo de los mortales en tu continuo recuerdo en mis actos y pensamientos.

Dicen que la duda es la mala, la que no nos permite el paso firme, la que nos embrolla, la que nos roba sueños y nos siembra desconcierto... pero a mi, la duda, esa capaz de generarme desequilibrio me seduce. Los y si, los peros y los sin embargos, las vueltas al principio... son los artilugios que utilizó mi mente para tratar de mantenerme vivo allí, en aquel mundo por el que tu caminas.

Y todas estas dudas, en su cara oculta, agitaron en demasía a mi persona, tal vez, descubriéndome como una pésima película, de esas subtituladas del original idioma estridente, que la curiosidad invita a empezar a ver, pero que la pesadez hace que nunca se llegue más allá de la media hora. Después, a nadie le diremos que no nos gustó, pues las cosas mal vistas siguen siendo las cosas bien inconfesables.

Y en este maridaje, entre la duda y tu recuerdo, mantengo mi cabeza equidistante tratando de arbitrarlo. Hoy caminé sin dirección alguna, porque como sabes, aquí no la hay. Pero también caminé sin destino, porque aquí el único destino es tu olvido... y como ves, sigo todavía muy distante...

Me despido, por hoy, enviándote el tarareo de una de tus canciones, porque como sabes, acá no traje besos...

(Carlos)

Carta de Despedida


Ahora que sé que pronto me iré para siempre, amor mío, pienso cómo será tu vida sin mi ... y se me despiertan miles de versos de amor por ti ...

Se me amontonan instantes que hemos vivido juntos, tiemblo adolescente cuando recuerdo cómo me acariciabas ...

Tu mano suave como pétalo de una flor rara y hermosa. Mis ojos cerrados ... mi respiración entrecortada. Tu risa, mi amor, tu risa .... Reir hasta llorar de risa. ¡Cómo me ha gustado siempre hacerte reir!

El reto de amarte de una forma distinta cada vez. Amarte, mi vida, amarte. Amarte hasta sentir dolor ... Dolor de no tener más vida después de ti, de llorar por dentro.

Quisiera aprender a olvidarte, caminar solo, pero no consigo olvidar tus besos. Sería fácil si no te amara, si mis caminos no me hubieran llevado una y otra vez a tu puerta.

Supongo que todo se lava con lágrimas que brotarán de mi corazón roto y agonizante. ¡¡¡Maldita enfermedad!!!

¿Por qué Dios es tan cruel para darme este castigo, si mi único pecado fue haber amado tanto contigo? Amado ... me he sentido tan amado que no te dejaré nunca.

Me diste tanto, me sentí tan colmado ...

No me olvides jamás ... Yo no podría.

¡TE QUIERO!!

Cierra los ojos y escucha



Bailemos juntos esta noche amor mío; hagámoslo con los ojos cerrados, y al son de las palabras que te escribo.

Hagámoslo sin saber lo que es el amor; dicen que se sabe cuando se ha perdido.

Siente como mis palabras te van envolviendo en esta tela de araña que voy tejiendo, la que se apodera vestida de fragilidad de lo más grande y fuerte. ¿Sientes como en este baile me perteneces, como yo soy sólo tuya .Cazador y presa juntos bailando. Bailemos, olvidémonos de las ataduras, del pasado y del presente; sólo bailemos; un pasito hacía delante y otro hacia atrás, tal cual la vida nos lleva.

Balancéame suavecito, cómo para detener el tiempo nuestro; incierto pero seguro, en un compás de espera, tiempo, todo es tiempo en esta realidad, y en aquél sueño donde la paloma del destino anidó.
Baila conmigo cariño, no oyes la música de nuestros corazones, yo escucho como aumenta su tono; noto como tu mejilla va mimando la mía, tu mano extendida para que la mía se acomode en su seno; abracémonos con ellas, besémonos con los dedos, tus labios cerrados, escucha, no hables, no digas nada, sólo siente, la tela de araña te cobija, te ama. Bailemos dentro de ella.

Gira, hazme girar, media vuelta, la vuelta entera, así como la vida misma, como la vida entera. Todo está en su sitio aunque no nos lo parezca, bailemos amor mío al son de la seducción y el hechizo de mis palabras.
¿Has cerrado los ojos para este baile?, pues si es así, no los abras hasta que no te llegue mi beso, con un gracias por haber aceptado, no tengo más nombres para todos los que me quedan por bailar.

(Luisa)