miércoles, 28 de enero de 2009 | By: Abril

Desamor y Paella para dos


Hoy hace justo seis meses que me dejaste. Viniste a verme una tarde a casa y lo soltaste así:

-“No es culpa tuya. No es que hayas perdido tu encanto, es sólo que ya no sé verlo más. Lo siento. Para mi también es difícil”.

Y te fuiste de casa mientras yo me quedé preguntándole al atardecer:

-“¿Y para quien cocino yo las paellas ahora?”

Así se terminó un mes de amor. Un mes para amarte y seis para tratar de olvidarte. Aunque fue el mes más hermoso de mi vida...Al principio no me apatecía quedar contigo; eras rubio y pálido, y los “guiris” no son mi tipo. Pero no tenía nada mejor que hacer aquel sábado, así que fui al cine contigo. Total, que al final contaba las pecas de tu cara como si fueran pepitas de oro. Y me enternecía con tus dulces frases de amor en alemán, de las que no entendía ni una sola palabra.

Un mes de amor y seis de dolor...Al día siguiente de tu abandono empecé a deshacerme en lágrimas. Acudían a mis ojos como un torrente. Sentía un deseo incontenible y doloroso de llorar. Lloraba en los momentos más inoportunos: en el trabajo, en el autobús, en el fútbol. Mezclaba mis lágrimas con la sopa, con el agua de la ducha, con la lluvia, con el infinito mar...Lloraba con el canto del gallo, al mediodía, y todas las tardes al las 20:17 h.(la hora exacta en que me abandonaste).Y siempre repetía entre lágrimas, como dice la canción: “Dime cariño ¿Qué fue lo que hice mal?

De haber almacenado mis lágrimas, hubiera podido hacer cafés, regar las plantas y poner lavadoras con ellas...

Me ha visto llorar la Luna, el repartidor del butano, el ratón del ordenador y hasta el hombre del tiempo.

Eso fue hasta hace dos días, como aquel que dice. Hasta que mi corazón quedó sepultado bajo el agua, como un arrozal donde los pájaros se detienen a beber.

Hoy te he vuelto a ver, al cabo de seis meses justos; ibas cogido de la mano de tu nueva ilusión. Igual que me llevaste cogida a mí durante un mes.

Pues no. No. NO. Esta vez no he llorado al verte. Ni lo volveré a hacer más. Quizá alguna noche de invierno, cuando me sienta sola en la oscuridad. Pero serán lágrimas dulces y serenas. Como el rocío. Como el amor que te tuve. Ese amor que no supiste apreciar.

¡¡¡Hay que ver las paellas tan ricas que te has perdido!!!. Por eso... sí merece la pena llorar.

(Carmen Bañuls Torres)