martes, 19 de octubre de 2010 | By: Abril

Carta a un amor imposible...


Déjame decirte, déjame contarte…

Quiero que sepas lo que siento y he sentido hasta ahora, necesito que comprendas que nunca te olvidé, que fuiste la luz que ilumina el final del túnel…que no reniego de ti porque no te quiera, porque hayas pasado a ser un vago recuerdo que va tan rápido que casi ni pueda alguien asimilar, no, es por algo más duro, más cruel, es por una realidad, y no es un hasta nunca, es un hasta siempre…en mi mente, en mis pensamientos, en mi corazón…es algo que siempre tendremos tú y yo, es algo…indescriptible. Déjame que te explique que entre tú y yo hay una puerta, una que se abre y se cierra, pero permanece cerrada, y aunque tú a un lado y yo al otro queramos abrirla…nos es imposible, porque el destino…nadie lo controla. Y ahora que sabrás cómo me siento, déjame contarte qué es de mí ahora. Ahora no estoy sola, no, ni amo locamente a alguien, al menos no tanto como un día te amé a ti, o como te pueda seguir amando toda la eternidad. Sí, tengo a alguien, a alguien que me sirve de consuelo, que necesito, porque sin él nadie ocuparía el gran vacío que dejaste (y no te enfades, tú y yo sabemos que yo acabé con todo, pero porque me di cuenta de que esto era un amor imposible)…Tú y yo…Tú y yo estábamos hechos el uno para el otro, hasta ese maldito día en que algo me hizo ver la realidad, hasta que algo, cualquier cosa, me dijo…no sigas creyendo que corriendo llegarás…pues si el destino no lo quiere, en este pasadizo, no hay final.
Y ahora es cuando te doy las gracias, las gracias por haber sido un recuerdo inolvidable para mí, un amor, un todo, y un todo completo, sin faltas, sin secretos, sin sobras…Las gracias por haber sido una inspiración, por haber sido el ave que pasó en plena tormenta, cuando esta fotógrafa, sin sueldo alguno, ya se había rendido a sus ganas de morir. Gracias por haberme devuelto la alegría en ese tiempo que vivimos en nuestro mundo de fantasía, gracias por dármelo todo, porque ese todo era amor, y era lo que yo necesitaba. En fin…gracias por haber sido una inspiración para mi, por haberme hecho feliz…
Esperaré en silencio y sentada, tranquila, sin ansia alguna, como he acostumbrado a hacer…viviendo mi vida, sin girarme a mirar si la puerta se abre o se cierra, o si el final está muy lejos, me contentaré pensando que tú eres ese final de cuento, que no sé si queda mucho para tenerte de nuevo…que no sé si quiera si algún día volveremos a estar juntos y no parecerá una locura, o una ofensa a los cuerdos, por así decirlo. Pero esperaré sin prisa, porque si esto está escrito…sé que llegará, y sé que tú, llegarás con ello.
Atentamente, quien solo tú y yo sabemos, lo imposible, lo borroso…simplemente, un recuerdo.

(Anónimo)
viernes, 15 de octubre de 2010 | By: Abril

Pequeña -pero nada breve- carta de amor al hombre de mi vida


Carta de ella

Francisco:

Hoy quiero escribir. No, no, no estoy comenzando bien. No solo quiero escribir… no se trata solo de mi ritual sagrado y consagrado de las noches, donde hago sangrar, aunque sea a la fuerza las yemas de mis dedos en el intento, inocente y persistente de crearme un oficio, una disciplina. No. Esta noche necesito escribir, las letras salen solas y con fuerza y se apilan en pequeños montones….

Siempre fui una niña mala. Mala por que era diferente, mala porque era solitaria, mala porque nunca encontraba mi lugar. Siempre fui la chica rara, la loca de la casa, la aislada, la huraña. No tuve con quién compartir mis anhelos, mis sueños, mis más secretos temores: las lágrimas siempre se saboreaban solas. ¿Sabes? Pasé noches, largas y muchas, pensando que si algo andaba mal, era en mi, que yo hablaba otro lenguaje, que me era más fácil esconder la cara y huir, correr siempre contra la corriente, correr hacia donde el viento me llevara, correr como una piedra rodante, sin dejar crecer el musgo, sin un hogar ni un destino, sin tener ningún por qué.

Y luego llegaste tú.

Te reconocí en un instante. Un buen amigo decía que los maníacos, los locos caprichosos, despedimos un peculiar aroma que nos hace encontrarnos, diferenciarnos. Yo no te conocí: te reconocí. Fue algo en tu mirada que me dijo: Este es mi hombre, fue algo en el tono de tu voz, en el juego torpe de tus movimientos, en las medias sonrisas, en las miradas veladas que me atrajo hacia ti. Me rompiste el corazón y yo te lo rompí a ti. No voy a hablar de influjos ni destinos: Volví por que así lo quise, volví por que te amaba. Por que extrañaba encontrar en tus besos a ese hombre que en el abrazo me decía que me entendía, que no era extraña, que conjuraba sueños en los que no podía estar otra persona si no tú. ¿Qué veo en ti? Me preguntas una y otra vez. Veo a un cómplice, a mi mejor compañero, mi más entrañable amigo. Veo una brújula, un faro de luz que me recuerda en las tempestades hacia donde va el camino, en donde esta mi hogar. Veo a un loco que habla mi mismo lenguaje, entiende mis señas y sabe ese idioma secreto que solo entre los dos podemos hablar. Veo a un hombre verdadero, determinado a darlo todo por quienes ama, que no teme hacer sacrificios pero que está dispuesto a luchar por sus sueños, que no se atrevería a dejarlos olvidados en un cajón, capaz de luchar hasta el final. Veo una sed de conocimiento, la curiosidad despierta del niño y la certeza adquirida del viejo. Veo -y admiro- la fiera disciplina del oficio de la vocación, veo al escritor, sin trucos, sin magias. Veo -siento- un aroma animal de amante que despierta mi cuerpo y mis sentidos y me hace erizar la piel. Veo -Entiendo, disfruto, comparto- la mente ágil y la fantasía y sueños que habitan y los intrincados corredores y pasadizos de una mente que me fascina, que me seduce. Veo -leo- las letras que me hipnotizan, que me emocionan, los cuentos que quiero escuchar cada noche antes de dormir. Veo, en pocas palabras, los ojos que quiero sean lo primero que mire al amanecer y lo último cuando anochezca, veo la figura del hombre a quien quiero pasar toda mi vida haciéndole el amor, con el cuerpo, con palabras, con historias, con caricias, con la piel y con la mente. Veo al padre de mis hijos. Veo mi pretérito, mi presente y mi futuro en ti

No mentiré: Muchos hombres pasaron por mi vida. Dije “Te amo” más veces de las que quisiera contar ¿Qué es diferente ahora? Me preguntas tú. Y la respuesta más sincera que puedo darte, es que Yo elegí quedarme a tu lado porque tú, solo tú penetraste en la coraza, ante ti me expuse desnuda y sin pretensiones, descubriste lo más hondo, lo más negro y aun así decidiste amarme. Conociste a la niña recelosa y herida, conociste a la mujer desconfiada, agresiva y mentirosa- todavía, todavía me cuesta mucho desprenderme de tantas heridas-. Y al amarme, al perdonarme, las liberas, liberas mis miedos, me haces aparecer. Por primera vez en la vida, tengo un lugar verdadero, por primera vez tu me entiendes cuando hablo, cuando callo, cuando grito y cuando lucho. ¿Y tú? Tú llegaste a mi despojado de mentiras, sincero siempre, con la frente en alto. Dispuesto a protegerme, a luchar por mi, por ti, por nosotros. Y eso es algo que nunca podre pagarte

Así que, Francisco, esta es una pequeña carta de amor que decidí colgar aquí para que la mires cada vez que te de por abrir viejas heridas, que no son pocas las veces. No es una carta buena, no elegí las mejores palabras, no se nada de estilo y menos de gramática. Lo que puedo ofrecerte, es que es una carta sincera. Aquí, en cada letra, estoy yo. Y yo, soy tuya. Enteramente tuya, por que así lo he decidido.

Ahora, amor, a seguir caminando juntos. Paso a paso. Yo estaré tomando tu mano. Y cuando sea el momento… juntos ¡A volar!

Carta de él

¿Qué decir después de esto? ¿Cómo responder a una carta que te desnuda y me desnuda? ¿Qué escribir tras cada segundo que siento que mi corazón no late al terminar de leer tu carta?

Y es que, lo sabes bien… tengo mucho miedo.

Podría hacerte una larga lista de tus cualidades, de tu hermosura, tu inteligencia, tu talento, tu mirada, tu presencia, tu toda tú, pero eso lo sabes bien y te lo digo siempre. Quizá si te contara de los planes, del futuro, de mi vida a tu lado, pero de eso hablamos todos los días y quizá no sea bueno dejar una huella pública y quedarnos nosotros solos con las metas que estamos consiguiendo. Igual si te hablo de mi pasado y las marcas que llevo en mí y la forma en que tus manos curan mis cicatrices, en que tu aliento me revive, en que tu mirada me energiza, pero eso lo vivimos cada día, con cada roce, con cada encuentro. Podría decirte que cambiaste mi vida sólo al conocerte, que me diste motivos y fuerzas para buscar y hacer, para ser, pero todos los días agradezco la vida que buscamos y construímos para que no haya quedado claro ya. O puedo ofrecerte mi vida entera, abrirte mi casa, poner mis tesoros a tus pies, dejarte apoderar de lo que he ido conquistando con mi paso por la tierra, pero ya te sabes dueña y señora de mi pequeño reino y todos te reconocen ya como parte indivisible de mí. Tal vez si me arranco el corazón lastimado, cuarteado, zurcido, con trozos perdidos y te lo ofrezco como ritual antiguo en una plaza pública, pero también ya es tarde, pues llevas mi corazón entre tus manos, como llavero, como pendiente, como la primer ofrenda que te di cuando me regalaste una sonrisa.

Y todo eso parece poco a cambio de la sola posibilidad de verte, de hablarte, de tocarte, de besarte, de compartir tu sueño, tu espacio, el mismo planeta. Y eso me asusta tanto.

Gracias, amor, por regalarme esto y querer ayudar a que se vaya el miedo. Lamento arruinar tan bella misiva con mis inseguridades y mi torpeza y mi falta de palabras y mi no tener una respuesta que parezca adecuada a lo que tú escribiste.

Después de todo… en medio de todo… sólo puedo repetirte una vez más: ¡TE AMO!

Francisco Espinosa.

P.D. He de aclarar, sólo en justicia y para que tus lectores no se queden con el confuso orden en que tú lo has planteado… tú me rompiste el corazón primero.

(Del blog: "Arsénico Lolita")

sábado, 9 de octubre de 2010 | By: Abril

A las cuatro en la plazoleta


Hola Irene.

No sé porque te escribo, seguramente para no sentirme tan solo o con la esperanza ingenua a que alguna vez leas esto, a que de alguna manera sigas sabiendo de mi de esa forma mágica que le damos a las cosas cuando no tenemos nada en lo que creer y que ahora he otorgado a este cuaderno donde te escribo. Hace tres días que te fuiste, y cada palabra que escribo es como una victoria o una derrota, un drama del que me gustaría ausentarme, sin poder hacerlo por el miedo a perder la última esperanza de recuperarte. La casa sin ti se me cae encima y me paso casi todas las tardes en la plazoleta de enfrente. Suele estar llena de viejos y niños, los dos extremos de la vida a los que parece que les sobran las horas para gastarlas en la calle, las horas que ahora me sobran a mi y que uso mirándolos en sus actividades, que son muchas. En esta afición mirona coincido casi siempre con una mujer mayor, Carmen, viuda desde hace un año y desde que se fue su Angelino se aburre. El dolor en esa compañía silenciosa, se me hace mucho más llevadero, las horas se nos pasan mirando a la gente juntos, sin que Carmen me pregunte por mi tristeza, ni yo por su familia, ni por todas esas verdades incómodas que en los malos momentos no son fáciles de explicar. Nos dedicamos a ser espectadores del mundo, enajenándonos del propio por el duelo y apropiándonos del ajeno en una pausa muy cómoda que es nuestra compañía.

Esta mañana me he despertado por el ruido de la puerta al abrirse, me he levantado de un salto pensando que habías vuelto, cuando iba a tu encuentro con el corazón que me salía del pecho, he comprendido que había soñado, la casa se ha llenado de tus fantasmas... Hoy he hecho una foto a Carmen en la plazoleta donde nos encontramos todas las tardes. Cuando se la hacía, estaba fumando y le he dicho que lo debería dejar; ha salido mirando hacia otro sitio. En la foto podrás ver el sofá de nuestro cuarto de estar. Como pasamos tantas horas en la plazoleta y en casa casi no estoy, pues lo he bajado para que podamos estar más cómodos, al final de tantas horas los bancos públicos se hacen muy duros. Carmen ha bajado las fundas estampadas que ves y me dicho que también bajará unos cojines.

Hoy hemos estado viendo jugar a un grupito de unos diez chavales que imitaban una serie de dibujos, nos ha sorprendido la resistencia a los golpes que tienen. Luego hemos visto jugar a unos abuelitos a la petanca y casi se pegan como los chiquillos de antes. El momento que más nos sorprende siempre, porque siempre es muy parecido, es cuando vienen a la plazoleta los perros y sus dueños. Llegan más o menos a la misma hora, cada uno por su lado, sueltan los perros que corren al encuentro, se huelen, se saludan, juegan, y cuando los dueños se impacientan, llaman a su perro y se van. Carmen y yo dudamos quién saca a quién.

Me paso casi todo el día en la calle, lo peor son las noches cuando no te encuentro en la cama y la sábana no es tu piel, ni la almohada tiene tu abrazo, ni se tienen sucedáneos para lo que se echa de menos.... Carmen bajó ayer una mesa de camping y una mantita, por las tardes refresca pronto. Yo bajé la lámpara de pantalla que teníamos en el saloncito para leer y la he enchufado a una batería. Ayer fue divertido porque cenamos sopa que trajo Carmen en un termo y croquetas de jamón que le salen buenísimas. Me ha dicho que el truco está en echarle maicena a la bechamel. Yo hice una ensalada y como no estás, le puse mucha cebolla. Mientras cenamos le hablé a Carmen por primera vez de ti, cuando acabé sólo dijo, “ay, hijo”....... sin poder ocultar la necesidad por volver a creer, le pregunté que era para ella amar, y me contestó que “si me lo preguntas no lo sé, ahora, si no me lo preguntas, sí”.
Pudimos ver la tele pequeña que tenía en la habitación ya que funciona perfectamente conectada a la batería, Carmen quería que viéramos juntos un programa que le gusta mucho pero se quedó dormida, aproveché para recoger un poco y al final yo también me quedé dormido a su lado...

Me despertó el sonido de unos tambores, al abrir los ojos asustado nos vi perros y gente sentados en corros que nos rodeaban riendo y cantando, fumando bebiendo, haciendo malabares, me dio la sensación de despertar en un país muy lejano, africano o de otro continente. Carmen también despertó tan desorientada como yo, y mientras un par de chavales se acercaban a preguntarnos si queríamos cerveza, un vecino de la plaza gritaba desde el balcón que había llamado a policía, que aquello ya era demasiado. La primera luz de la mañana reflejaba en la litrona tendída por el joven que nos explicaba que eran del movimiento okupa y les molaba mucho el rollo que habíamos montado en nuestra plazoleta, no entendíamos nada...Hace dos semanas que te fuiste, la vida es una locura.

(Marcos Hernando Jiménez)