sábado, 8 de diciembre de 2012 | By: Abril


26 Noviembre 2012
1:51am

Darwin Brian N.R.:

Si tú, el que hizo mi vida tan gratamente feliz, el que me robaste todos mis sueños, y todas mis ilusiones. Tú quien se llevo toda mi vida en ti, y todas las lagrimas que han salido, y todos las horas que por montones he pensado en ti..

Sí tú, aquel que me arrancó la inocencia, quien me enseño que el amor es solo una ilusión óptica, y que solo se siente no con el tacto, sino con el corazón… Tú, aquel que me llena de dolores de cabeza las mañanas, por haber pensado tanto la noche anterior,..tú quien me promete regresar con el alma en las manos; tú, quien me dice que seremos felices, que me hace imaginar un futuro cada noche que me recuesto; tú, quien me llama y me busca diciéndome que eres un estúpido por haberme perdido, y sin embargo no hace nada por recuperarnos!

Tú, quien en mi vida, ha sido lo mas puro y absoluto, tan limpio, y tan sucio al mismo tiempo…tú, tan romántico y tan frío; ¡¡tú tan lindo y tan brusco!!

Carajo, tú, eres a quien amo, aquella persona donde quisiera amanecer cada día a tu lado. Tú, quien quiero que seas padre de mis hijos, y abuelo de mis nietos. Tú, quien quiero ver a cada mañana a mi lado izquierdo al despertar. Tú, quien quiero que me abrase cada vez que me ve. Tú, quien quiero que me estrujes la piel con sólo mirarte. Tú, quien me pone inmensamente nerviosa.Tú, a quien quiero cocinar.Tú, de quien quiero aprender. Tú, donde quiero el resto de mi vida juntos...

Tú, quien me hace daño. Tú, quien me envuelve en sus palabras más tontas. Tú,¡quien me mientes! Tú, quien es la sonrisa que me imagino todos los días.Tú, la provocación de mis ataques. Tú, quien hace que beba un poco de alcohol, sólo para llorar despechadamente. Tú, quien anda en otros labios, donde sé que no volverás, y donde también sabes que estoy tan irremediablemente dispuesta para ti…

Tú, quien hace mis días tan largos y tan cortos al mismo tiempo. Tú, la inspiración de mis palabras. Tú, quien siento celos. Tú y tu hombría que me enamora. Tú y tu cuerpo tan imperfectamente perfectos. Tú y tus palabras tan lindas y tiernas, y tan frías y sin amor. Tú, quien no le tiene miedo a nada, más que a ti mismo..

Tú, a quien quiero cuidar: proteger, amar, provocar, tener, admirar, tocar, y besar...

Tú, la inspiración más profunda, ¡la persona más repugnante en mi vida! Tú, a quien he esperado más de mil lunas, tú tan…..tú!!


Tú eres a quien amo
A quien espero….

(Lili Lizbeth H.C)
viernes, 23 de noviembre de 2012 | By: Abril

Por siempre tuya


Los cuentos saben a poco cuando de imaginarte se trata. El sol alumbra tarde la soledad que dejas al marcharte. El viento se lleva lento el último aroma de noche de la habitación. Y esa lentitud me ahoga poco a poco al no poder dejar de respirar tu perfume. La sonrisa aparece borrada de mi rostro de alma solitaria y la copa de vino de la última celebración todavía continua a la luz de las velas. La alegoría del amor que recuperamos de nuestra juventud todavía permanece en el ambiente, y te puedo asegurar que aunque a veces me encantaría deshacerme de ella, no abro las ventanas para que no se esfume. La cama continúa deshecha, sin haber movido ni siquiera las sábanas, y tu camisa arrugada por la pasión sigue todavía en el suelo. Todo está tan intacto, tan perfecto, como si acabásemos de despertar de la velada, como si todavía estuvieses de pie frente a la ventana mirándome mientras despierto. Y es ahí donde me coloco, tumbada en nuestro nido de caricias, intentando buscar tu silueta entre los rayos de luz que irrumpen cegadores. Pero no hay cuerpo que los obstruya, que impidan que entrecierre los ojos para seguir intentando buscarte. No estas tú. Tú has decidido seguir con tu vida, que aunque no es idílica, es bella. Y yo, no puedo volver a la mía, porque me he quedado atrapada en este paréntesis de tiempo. Me extrañan, ¿sabes? Llevo días sin dejarme aparecer por casa. He pensado en llamar y decir que estoy bien, pero no puedo mentir, no lo estoy. He pensado también en llamarte a ti y suplicarte que vuelvas, que vuelvas conmigo aquí, a esta ruptura de nuestras historias, a este prólogo escrito en medio del libro. Pero no lo hago porque tu respuesta me desgarraría más de lo que lo ha hecho tu partida.  Te has ido de manera silenciosa, y sería más doloroso escuchar el sonido de tu voz en un adiós. El error durante este tiempo no ha sido recordarte, ni ha sido pensar de vez en cuando en ti. La equivocación ha llegado con el naufragio de nuestros desnudos, con el vaivén inesperado de la pasión vivida como un solo cuerpo. Y pensar que ya no eras una droga para mí, y que solo iba a ser un simple disfrute. Ahora eres tú el que no has querido que lo intentemos, devolviendo la moneda del pasado, cuando fui yo la que huí de ti. Así que no nos daremos una tercera vez...Sentenciando así con esta carta lo que es la despedida definitiva de nuestro nosotros, sin poder dejar de decirte... por siempre tuya.

 (Jessica, del blog "Es amor")
miércoles, 14 de noviembre de 2012 | By: Abril

Una carta de amor


Querida Isabel:

Hoy el otoño me trae recuerdos de ti incendiando los bosques que rodean mi valle con el rojo de tu pelo. Todo me sabe a ti aun perdiéndote. Todo eres tú y tu dulce sabor nunca probado. Cada detalle de la vida que bulle frente a mi casa: los pájaros que revolotean en los ciruelos, el viento del sur agitando la hierba, las águilas oteando el prado y las garzas elevándose majestuosas camino del río… todo quisiera poder compartirlo contigo desde este rincón del mundo en el que me refugio de la verdad.
Te preguntarás qué quiero decir con “la verdad”. La verdad es la que sólo tú y yo sabemos. Que podemos esforzarnos en sobrevivir sin saber el uno del otro, pero no tratar de olvidar. Porque eso ya no es posible.
Los días pasan, el sol sale y se pone recorriendo el mismo cielo que nos ampara y nos une en la distancia. Voy contando el tiempo transcurrido desde que nos perdimos, las horas, días, semanas que no sé de ti. Y en cada recodo de mi camino te encuentro, en cada instante que aparece un destello de la belleza del mundo y de la vida, vuelvo a desear tenerte a mi lado y disfrutar juntos de él. Así es. Así vivo. Y así seguiré, tratando de construir una vida que no sé si es la mía, pero siempre contigo en mi corazón.
Hoy te escribo esta carta y ni siquiera estoy seguro de querer enviártela. No quisiera seguir causándote más dolor del que ya hemos sufrido. Solo es quizá una manera de desahogar lo que siento y que debo ocultar ante el resto del mundo. Un día me dijiste que te gustaría saber de mí de vez en cuando, que no desapareciera. Creo que yo tampoco quiero desaparecer, a pesar de lo que decidí. Y, ya ves, aquí me encuentro de nuevo intentando decir algo que explique cómo estoy, cómo me siento, aunque no sea lo que debería hacer.
Supongo que no sé muy bien lo que tengo que hacer, a pesar de todo. Pero si sé que te sigo echando de menos y buscando en mí cada recuerdo de tu paso por mi vida.

Un beso,

Tu hombre de cristal
lunes, 12 de noviembre de 2012 | By: Abril

Paradojas


Ahora que te he perdido, te encuentro en cualquier parte. En cada rincón del pensamiento. Ahora que pretendía olvidarte, tienes monopolizada mi memoria. Y te odio, porque aún te quiero.

Ahora que te he perdido, lucho por librarme del recuerdo, pero los relojes del pasado me detienen, dándome la hora de los mejores momentos que pasé contigo. Y su dulzura me amarga. Y su ayuda me hiere.

Ahora que te he perdido, tu ausencia te hace más presente. Pero lo que era siempre, ahora es nunca. Y bajo la luz del día me hallo a tientas. Ahora que te he perdido, echarte de menos está de más. Pero entre la gente solo encuentro soledad. En la salud siento enfermedad. Y a más preguntas, menos lo entiendo.

Ahora que te he perdido, te escribo en prosa y salen versos. Funciona del revés el mundo.
Yo que me esfuerzo en despreciarte, te venero. Yo que intento desahogarme, me hundo. Ahora que te he perdido, algo que murió parece estar vivo. Y aquí estoy llorando, solo, por todo lo que juntos hemos reído.
 
Tu que te fuiste sin mí, y me dejaste contigo.

(Fernando, del Blog Es Amor)
viernes, 26 de octubre de 2012 | By: Abril

Te encontré en mi cuarto

Anoche quise escribirte, pero ya era tarde. Pasaba de la medianoche y yo me debatía si debía mandarte un mensaje o no. Me reí por las noches en las que no lo pensé y simplemente lo hice.

Pero las cosas cambiaron.

¿Cambiaron, verdad?

  Al final me dije que te escribiera, que no habría problema porque ya sabes lo terriblemente espontánea que soy, pero pensé -incluso con el mensaje escrito- que ya no tenía ese derecho, que ya no podía escribirte a mitad de la noche sólo para decirte que te quiero, que ya no era la dueña de tus sueños para irrumpir en ellos, que no debía quitarte horas de descanso sólo por un antojo de mi corazón.

De mi caprichoso corazón. Anoche quise escribirte, dibujarte una sonrisa en los labios y -quizás, sólo quizás- alegrar tu día, pero entre el jurado, protagonizado por la razón, y el juez que resultó ser mi conciencia, me han negado tan atrevida petición. Para resistir mis impulsos y satisfacer mis caprichos: hurgué en mis recuerdos. Me paré de la cama y encendí la luz, recogí esa caja de madera que guardo en el closet y tomé un viaje en el tiempo; habían fotos, tantas que se me hizo imposible contarlas, notitas de mis amigas, regalos de amores pasados y tú. Si, tú estabas en una pequeña caja en mi armario.

Estaban tus sonrisas regadas en todos lados, un botón de tu camisa que había encontrado entre mi cabello alguna vez, estaba esa foto que te tomé mientras creías que jugaba con mi teléfono. Luego miré alrededor y me levanté exaltada: no sólo estabas en mi cápsula del tiempo, estabas disperso en toda mi habitación. Encontré tus miradas acostadas en mi cama, tus cosquillas en el suelo -junto a mí-, tus sueños en mi almohada, tus palabras rebotando en las paredes, los atisbos de tus risas guindados en mi espejo y tus besos aún persiguiéndome en el armario.

La cinta que ataste a mi muñeca, esa que aun no sé de donde sacaste, el día que nos conocimos estaba colgada en el borde de mi cama, recordándome que los sueños se pueden hacer realidad y que la ficción puede llegar a ser real.

El pasaje de tren de esa vez que pensaste que la primera cita en un viaje de cuatro horas a una ciudad que ninguno de los dos conocía no podía ser más que perfecta, estaba pegado en mi cartelera, en esa zona reservada para los lugares que amo y a los que me encantaría volver.

Todas las notas que me pasabas cuando estábamos rodeados de gente -y cuando estábamos solos- estaban apiladas en un compartimiento especial de la caja, recordándome que alguna vez me dijiste que me dabas escritos porque tus palabras eran demasiado reales y sinceras como para decirlas en voz alta y que jamás las recordara, que de esta forma siempre que lo quisiera estarían allí para mí.

Guardé el reloj roto que me diste cuando me dijiste que junto a mi no pasaba el tiempo y que por eso siempre seríamos eternos. También estaba la hoja de verano que reposaba en tu cabello la primera vez que nos besamos y el anillo de goma que me diste cuando entre risas y bromas me aseguraste que nos casaríamos.

Encontré los secretos que nunca te conté, la grapa que me diste cuando te dije que mi corazón estaba roto y las baterías que me lanzaste cuando te dije que no podía más. Amontoné en un rincón tus abrazos en las noches y tus besos de buenos días, tus melodías y tus risas, tus rabietas y caricias.

También estaban los dobles ejemplares de muchas novelas, esos que comprabas para leer junto a mí o para recitar juntos los diálogos. Por último hallé el mapa que me diste para que eligiera a donde quería ir y el boomerang que venía con el como una promesa de siempre volver a ti.

Mi cuarto se plagó con palabras no dichas, pero entendidas. Con sentimientos no expresados, pero sentidos. Con abrazos no al cuerpo, sino al alma. Y con un extraño sentimiento que vagamente se parecía a la felicidad y a la aceptación.

Si, anoche quise escribirte, pero no dejaba de sonreír y de pensar lo ilógico que es que haya guardado tanto de ti y tú no estés aquí; así que con una sonrisa tonta en los labios, albergada allí por tantos recuerdos, y un desastre extravagante en mi cuarto me fui con un Morfeo sospechosamente parecido a ti a la tierra donde todavía gozo de tus abrazos y te robo besos, a la tierra donde siempre seremos eternos.

(María Alejandra Bravo, Finalista en el concurso de Cartas de Amor, Mont Blanc 2012)

El cofre de la memoria


Me decidí a escribirte porque me parece que en los últimos años he olvidado darte las gracias y decirte que te amo. Al redactar esta carta estoy haciendo caso omiso a las recomendaciones de mis amigas, quienes consideran que presentarse en un concurso público con una carta de amor para el ex-marido, produce en el mejor de los casos, caspa. Pero yo siento que con toda esta historia del divorcio y el trajín que significó hacerlo realidad, se han ido pasando los meses y no quisiera perder esta oportunidad. Quería decirte que somos mucho más que un hombre y una mujer que ya no lograban vivir juntos.

Ya van a ser dos años desde que empecé a embalar nuestras vidas para poder cumplirle a la pareja que decidió montar su paraíso de amor sobre las cenizas del nuestro. De todo aquello, como de un naufragio voluntario, todavía siguen apareciendo objetos que daba por perdidos.

De poco valieron los rollos de tirro, papel y plástico; las interminables horas dedicada a envolver meticulosamente cada libro, cada juguete, cada recuerdo y meterlos en cajas identificadas; o las cifras tan exorbitantes como injustificadas que se le cancelaron a la compañía guardamuebles. Con la misma persistencia con la que el óxido y el moho se apoderaron de nuestras cosas, así mismo la tristeza inmensa y una sensación plomiza de fracaso, se filtraron como un líquido espeso a través del papel de burbujas, que pretendía ingenuamente, amortiguar la caída y hacernos protagonistas de una separación posmoderna: sin traumas y sin dolor.

De esos meses perdidos en los que, en efecto, dejamos para siempre de ser “nosotros cuatro” y nos convertimos en otra gente, sólo me atrevo a recordar la última tarde antes de la mudanza en el apartamento de La Castellana, cuando todos bailamos dentro de nuestro cuarto, reducido a un rectángulo semi-vacío con piso de madera: un colchón inflable tamaño King, una laptop y dos cornetas en las que un dúo formado por Juan Luis Guerra y Maná nos recordaba que fue una bendición encontrarnos en el camino. Lo demás me resulta todavía demasiado filoso y permanece confinado bajo llave, en una gaveta bien escondida en lo más profundo del alma, esperando que el tiempo y el psicoanálisis de Margarita hagan su magia. Un día quizás, esos archivos puedan ser decodificados sin causar estragos.

Así como aparecieron la colección de juguetes de madera y los adornos de navidad; así han venido re-flotando muchos de los recuerdos maravillosos de esos casi 16 años que compartimos bajo un mismo techo (aunque tú bien sabes que fueron en realidad muchos techos sucesivos, y cuatro los años finales en los que, como suspendidos en el tiempo, compartimos petrificados techo, pero no alcoba).
Y si bien es cierto que no todos los años fueron buenos y que las razones para no estar juntos siguen estando clarísimas, también es verdad que fuiste mi amor. El de los besos dulces y suavecitos, mi compañero, mi cómplice y el co-autor, impulsor y defensor desde siempre de Camila y Daniela, que son hoy todo lo que me importa. La buena noticia ha sido descubrir que esas memorias cálidas siguen intactas y son la cantera de nuestra relación de ahora, que aunque al añadirle el “ex” por delante machaca siempre lo que ya no somos, tiene, paradójicamente, un presente mucho más plácido que el pasado.

Te confieso que en las malas noches, cuando la culpa y los miedos que me habitan salen de sus cavernas y me atrapan, el saber que cuento contigo me ayuda a liberarme. Porque tú sigues siendo mi aliado, mi único socio en la empresa de la paternidad y tu presencia le añade otra red de seguridad a la peripecia de vivir en esta Caracas contemporánea. Acto que resulta a veces inconscientemente suicida, a ratos tedioso o caótico; pero siempre protegido por una magia imperceptible: como nuestro destino. Qué suerte, Marmotón, la de encontrarte justo ahí, en frente de la cartelera de aquel curso de inglés. Y de verdad, bendita la coincidencia.

(Mariana Bacalao, carta finalista en el concurso de Cartas de Amor de Mont Blanc, 2012)

Sin preaviso

Licenciado:

Por medio de la presente me dirijo a usted con el fin de participarle mi renuncia irrevocable, bien irrevocable, a mi cargo de ayudante de la secretaria de su asistente personal.

No es por lo que dice mi papá: “¡Y que haber estudiado una carrera en la universidad para terminar de recepcionista y correveidile!”. No, no es por eso, sino por lo que usted dijo el día en que yo llegué: “Patricia, Elena, díganle a la muchacha del vestido marrón que me traiga café.” ¿Ya me ubicó? Ése era mi mejor vestido de trabajo y no me lo volví a poner más. Pero aquí todo siguió siendo: “Patricia, Elena y la muchacha del vestido marrón.”

Tengo más de tres meses llevándole su café todas las mañanas, un cappuccino que me enseñaron a hacer siguiendo sus instrucciones exactas, y se lo pongo en su escritorio y me quedo para ver cómo se le llenan de espuma los bigotes. Usted no levanta la vista sino que murmura algo. No sé si me da las gracias, pero yo no me muevo esperando a que usted me mire… al menos un segundito. No sé si se da cuenta de cuándo salgo llevándome su taza vacía. Pero qué importa, ¿verdad? Para usted es costumbre ser observado. No, “observado” no, “admirado”. Y es que yo nunca había estado frente a un hombre tan distinguido, tan culto, tan agua de colonia todo usted. Licenciado, usted está siempre como recién bañado y no se arruga; nada lo despeina ni lo altera. Usted es como una estatua griega, pero con ropa carísima. Y yo lo oigo cuando usted habla por teléfono con sus amigas, con sus novias y hasta con su ex esposa. Usted tan fino, tan gentil, tan caballeroso. Si al menos alguna vez me hubiese visto a mí. No me tenía que hablar, sólo verme a los ojos. Una miradita y hubiera sabido.
Yo estoy enamorada de usted.

Sí, ya está, ya lo escribí. Se lo he querido decir desde que empecé a soñar con usted. Conmigo y con usted. ¡Y si le contara mis sueños, Licenciado! Mis fantasías. No tiene idea de lo que soy capaz de imaginar. Pero sólo con usted y conmigo, con nadie más.

Hoy cumplo quince días quedándome para trabajar horas extra. Es mentira lo de las horas extra. Me siento en su sillón de cuero, prendo su lamparita verde, pongo un montón de hojas en blanco sobre su escritorio, tomo su pluma fuente –tan pesada, tan varonil- y no puedo evitar cerrar los ojos y olerla. Es usted. Usted allí en la palma de mi mano, en mi respiración. Mío. Eso es lo más cerca que yo lo he tenido.

El motivo de esta despedida -irreversible y oficial-, es que usted no sabe que yo existo. Ya le he escrito catorce cartas de renuncia; cartas que después me dan pánico y rasgo en mil pedacitos que voy botando en distintas papeleras una vez que huyo de aquí. Pero hoy sí me armé de valor para dejarle ésta. Hoy sí. ¿Por qué? Porque hoy es mi cumpleaños. Estoy cumpliendo veintidós. Me gustan las violetas, los caramelos de miel y los libros de pintores famosos. Y usted no sabe cómo me llamo y tampoco le importa.

Ya es de noche y sigo en su oficina redactando mi renuncia definitiva. Última vez que escribo con su pluma fuente. Mis palabras van en azul-usted, azul mar profundo, azul de cielo sin estrellas; y llevan una tinta que me diluye.

Lo adoro y eso me hace demasiado daño, así que renuncio a usted, porque usted es un imposible… Y aquí estaré mañana sin falta, haciéndole su café y escribiendo otra carta de renuncia que también voy a romper.

Sin otro particular al que hacer referencia,
Atentamente,

La muchacha del vestido marrón.

(Carolina Espada, 3er. premio en el concurso de Cartas de amor de Mont Blanc, 2012)
miércoles, 24 de octubre de 2012 | By: Abril

Carta a Diego





Diego:

Lo importante, amor mío, es en estos casos escribirle desde una cama abundantemente ancha, trastocadamente sin usted y con un disco fabulosamente nuevo llamado “Les yeux de Sophie” (Los ojos de Sofía), parece ser que los ojos de las mujeres no sólo inspiran futuros sino que también son capaces de discos enteros, pregúntele a Sofía si no.
Pregúntele a Soan lo que sentía a la hora de escribir 14 canciones basadas en los ojos de una sola mujer.

No andamos mal. Me niego. Yo coincido con Soan. Yo coincido que el universo entero puede estar en la mirada de alguien (en este caso la suya). Yo estoy a favor de lo simple. Yo estoy a favor de grandes distancias a su lado, lo que el mundo nos permita y no al revés (los metrajes que nos competan) y luego hacer uso de lo mas simples lujos. ¿Sabe lo que quiero a su lado?. Belleza. Mirarlo es una belleza, sentirlo ahí, relativamente cerca, mas que belleza es privilegio. Yo no creo en entidades religiosas y usted sabe de mi inclinación atea, pero que ganas de creer cada vez que lo veo. Como ser humano es la sencilla sensación de estarme equivocando. Y como artista, yo cromáticamente nunca vi nada como sus ojos. Ese color no esta en ningún cuadro. Mi obligación es pintarlo. Mi obligación es amar, aquel color. Lo quiero Diego. Y lo quiero a pesar de usted. Lo querré de todas formas. Lo querré a pesar de su miedo hacia mí, hacia mi amor o hacia el amor en general. Lo querré maternalmente, o sea, de manera incondicional. Usted ya no puede hacer nada. Yo he ganado esta partida sí o si. Este ajedrez es mio, mi amor. Y le he ganado ya que su si o su no, no me intimidan ni me trastocan. Si me hacen distinta, innegablemente, pero nada puedo yo hacer debido que hay amor mediante. Si tan sólo usted entendiera esta catarata de disparates/verdades. Si tan sólo usted entendiera que yo también tengo un miedo espantoso. Que amar siempre es una apuesta con altas chances de perder. Que me iría con usted a lugares lejanísimos, sólo porque voy con usted. Que lo quiero en mi vida y que ojala decida quedarse. Pero por sobre todas las cosas; que tenga un buen día, siempre. Como dije, soy inmutable con respecto a usted.
Usted bien puede hacerse atropellar por la vida o por un auto. Usted puede gozar de 5 a 10 mujeres por mes. Usted puede sencillamente ser un pícaro. Usted puede temer a escondidas o llorar como corresponde, como todo un hombre. Usted puede el universo, si quiere.¿Sabe lo que yo quiero? Pintar y usted.

Suya, Vivianne.
 
(Lady Cono)
domingo, 7 de octubre de 2012 | By: Abril

Una Canción



Y te has marchado en medio de mi sueño, con paso felino, para no despertarme. No he sentido tu beso, ni el roce de la maleta en la tela del pantalón, ni los crujidos delatores de la escalera, ni el leve temblor de las ventanas al cerrar la puerta de casa.
De repente, cuando empezaba a clarear, he abierto los ojos para buscarte entre las sábanas pero ya no estabas. Qué sobresalto. Después, mi cara hundida en la almohada en busca de un resquicio tuyo. Y el sueño que viene y va  y la perspectiva de estos días sin ti. Hasta que vuelvas.
Tumbada boca arriba, miro la ventana de la buhardilla, el verde otoñal que entrevera el cielo y pienso en una noche cercana, en la que un trozo de luna se asomaba por ese mismo cristal y se confundía con tu desnudez, reflejada como en un espejo doble de tu cuerpo encima del mío.
El amor siempre es un recuerdo. Incluso en su preciso instante. Sin embargo, en nuestro volver a empezar, olvido todo lo que fue. No tengo pasado, sólo el que he vivido contigo. Vuelvo a aprender el abecedario entero y las siete notas desde el principio de mi tiempo. Y del tuyo.
Y así te escribo en mi memoria.
Y así te espero. En las noches largas y calladas mientras tarareo una canción que me enseñaste cuando me diste ése primer beso en la mejilla, en un mes parecido a este de hace casi un año. Desde entonces no deja de sonar en mi cabeza.
Es una auténtica sinfonía. Músico tenías que ser.

(Del Blog Es Amor)

Siempre había un tren


Siempre había un tren. Hablábamos de huir, de buscar otros mundos, de vivir otras vidas. Soñábamos con noches entre acacias y brumas, entre sueños quietos y despertares bruscos. Mi maleta era gris, pequeña (sólo lo imprescindible), con las esquinas desgastadas y Pablo tenía una mirada verdosa, entre miel y lluvia. Pablo era uno de esos tipos que te hacen sentir importante, única. Pablo te mira a los ojos cuando habla, te toma las manos entre sus palmas y sus ojos resplandecientes no se apartan de tu boca cuando vas a decir algo.
Nos conocimos en la Facultad. Él preparaba una tesis sobre el imperialismo americano. De vez en cuando nos besábamos. Pablo sabía a sándalo y a maderas de la Amazonia. Pablo me abrazaba con fuerza y yo pensaba, el cielo existe, la gloria no es una quimera. Llegaba un tren, pardusco, envejecido, y otro, y otro y engullían y vomitaban un gentío presuroso o soñoliento. Una noche llegó un tren distinto. Lo supe porque la mirada de Pablo se hizo de oro viejo, remota y acerada. Brincó el tren de repente, con la pericia de un adolescente. No llegó a empujarme, no me pidió que no le siguiera. No hizo falta. Me apartó de su vida sin una palabra, sin un mal gesto. El tren empezó a tomar velocidad.
Nadie quiso despedir a nadie desde las ventanillas. En el andén no había ya casi gente. Yo cambié la maleta de mano. Pensé en los bosques tropicales, en poblados indígenas, en lo intenso que puede llegar a ser un curso, en lo largo que es un verano cuando se tienen veinte años...Pensé en Pablo, en aquel tren sin retorno. En aquel hombre que se me había hecho un extraño. Volví a cambiar la maleta de mano. Empezó a llover y yo me fui despacio, aún tenía que formalizar la matrícula del nuevo curso. Arrastraba un poco los pies sobre el asfalto, pero no lloré. Sorbí un nudo de saliva espesa, ácida y pensé en escribir una carta: Querido Pablo.

(Toñi)
sábado, 6 de octubre de 2012 | By: Abril

¡Adiós, Amor mío!

Sé que no bastan las palabras y sobran mis actos. Sé que no he sido la mejor, que no soy perfecta. Y tal vez de eso me enamoré: de tu forma de verme, de aceptarme con mis defectos y mis virtudes... En estos momentos, donde todo al parecer marcha muy bien, es cuando deseo decirte lo que siento, lo que quiero, lo que sueño. Si estas leyendo esta carta, es por que he dado un gran paso. He decido decirte la verdad. He querido que seas feliz, que sigas por tu camino buscando un nuevo horizonte , que te lleve lejos de mí, tal vez a un norte, tal vez a un sur... pero siempre recuerda que te acompañaré, que te amaré, que desde mi corazón -donde me encuentre- desearé que te este yendo lo mejor posible; que estés tan feliz como nunca podria imaginármelo. Y hoy, después de varios meses a tu lado, tras un largo camino recorrido, tras horas enteras de hablar contigo, de tantas lagrimas que de nuestros ojos brotaron, de conocerte tan bien, de tantas discusiones sin sentido, las que terminaban con un "no quiero pelear más , te amo", es donde debo decirte adiós.

Porque es precisamente en estos momentos donde vienen a mi mente esos bellos recuerdos. Eres tan buena persona, eres ese ser tan perfecto, que jamás espere encontrar. Tú fuiste capaz de hacerme olvidar de esa estúpida creencia de jamás enamorarme. Tú hiciste de mí una mejor persona cada día, porque siempre que hacía algo lo hacía, pensando no sólo en mí, sino en un nosotros por siempre. Y es que no imagino mi vida sin ti. Pero es hora de marcharme- Puede ser que no merezcas alguien como yo. Te he mentido tantas veces... y hay muchas cosas que hago, no porque no te quiera, sino porque hay veces que cometemos errores y no vemos el daño que hacemos. Pero mi amor: no quiero ni puedo seguir así mientras tu me amas y estarías dispuesto a dar la vida por mí, a través de la distancia, yo hago de mi vida un sueño en el que poco a poco tu estás despertando.

Sería bello darte explicaciones, contarte mis mil razones para dejarte ir, pero es mejor así, si saber el porqué y estoy segura de que jamás habrá alguien que pueda llegar a construir conmigo una historia como ésta, y estoy segura que como te amo no amaré jamás, pero estoy aún más segura que estarás mejor si no estas conmigo, porque ya no soy la misma de ayer. Hoy tan sólo te estoy lastimando.

No sabes como te extrañaré, como echaré de menos nuestras platicas, tus besos, tus caricias... cada mañana hasta la noche serás lo primero en que piense y cada noche serás el sueño con el que querré despertar la mañana siguiente.

Perdóname.¡Te amo!

(Nathalia Chávez)
miércoles, 3 de octubre de 2012 | By: Abril

Carta al Amor de mi Vida

 
Nota: Hay cartas que cambian la vida de alguien. Ésta es una de ellas...
 
Al Amor de mi Vida:
Hace casi cuatro meses que no te veo, pero te imagino con tu vientre abultado llevando a nuestra hija dentro: Sé por Marina que es una niña. Tú y yo siempre quisimos tener una niña, ¿te acuerdas cuando de madrugada yo te abrazaba y soñábamos con huir y empezar una nueva vida?
Cuando me dijiste que estabas embarazada, que íbamos a tener un hijo y que dejarías a tu marido para que pudiéramos irnos los tres; tal y como siempre habíamos soñado, me hiciste el hombre más feliz del mundo. Acordamos que la llamaríamos Carolina si al final resultaba niña, y David si por el contrario era un niño. Lo teníamos todo planeado, yo había encontrado trabajo en Madrid como fotógrafo, y tú querías dejar el trabajo de oficina que tus padres te impusieron y que tanto odiabas y dedicarte a la pintura y el diseño el cual había sido sueño desde muy joven, juntos criaríamos a nuestro bebé y seríamos felices para siempre.
Qué estúpido fui al creerte, la noche que habíamos quedado te esperé en mi estudio hasta el amanecer, te llamé y te busqué pero tú no me contestaste. Cuando fui a buscarte a tu casa, tu hermana me abrió la puerta y me dio una carta en tu nombre alegando que no querías verme, las únicas palabras escritas fueron: Lo siento, no puedo hacerlo. Yo no estaba dispuesto a aceptar aquello y te busqué en el trabajo, te abordé en un pasillo y te obligué a escucharme, me dijiste que no era el momento, que hablaríamos luego, en el sitio de siempre. Aguardé allí por ti, hasta que por fin apareciste, inmediatamente te pedí una explicación sobre la carta y tu plantón, tú simplemente me dijiste: Perdóname, pero no puedo hacerlo. ¿Por qué? Quería saber, no entendía nada hasta que al fin me explicaste que si te divorciabas, ¿qué pensaría de ti la gente? Que sería un escándalo en una ciudad tan pequeña y en unos tiempos como aquellos, ¿qué pensarían tus padres y nuestros amigos? Yo te expliqué que aquello no tenía por qué importante, que yo también tenía mucho que perder, también estaba casado y tenía un hijo pequeño, Marco el cual te adoraba y deseaba más que nada en el mundo tener un hermano, pero tú no quisiste escucharme. Habías decidido quedarte con tu marido y criar a nuestro bebé como vuestro, haciéndole creer que aquella criatura era suya, él no lo dudaría pues no sospechaba de nosotros y nunca estaba en casa. Tus palabras me conmocionaron, estallé y te grité que no lo consentiría, que tú podías hacer lo que quisieras pero que a mi hijo no lo alejarías de mí, que yo era su padre y tenía todo el derecho a criarlo y él a conocerme, a mí, a su hermano y sus abuelos. Me echaste en cara mi egoísmo, y me reprochaste que si actuabas así era porque no querías que naciera como un señalado, que sólo pensabas en él, pero, vida mía, seamos sinceros: En ese momento sólo pensabas en ti mismas y en lo que tu madre pensaría de ti si huías con el hombre al que verdaderamente amabas y no al que ella aprobó para que te casaras con él.
Yo nunca les gusté a tu familia, ya sé lo que pensaban de mí, pero a mi no me importaban ellos, me importabas tú y nuestro hijo. Tú te echaste a llorar y saliste corriendo. Esa noche llovió a cántaros y bajo la lluvia grité tu nombre desde la puerta de tu casa, di portazos, te grité una y otra vez pero tú no saliste ni por el miedo a que los vecinos me oyeran y murmuraran. Marina tuvo que venir a buscarme para llevarme a casa, me echó en cara que ella siempre supo que lo nuestro nunca funcionaría y me instó para que me largara para siempre de tu vida, yo en ese momento no quise escucharla.
Te esperé durante dos meses a que vinieras conmigo, te llamé y escribí, incluso te aceché pero nada logró hacerte cambiar de opinión.
Al final, roto de dolor decidí marcharme a Madrid, solo y allí intentar olvidarte; pero aquí me tienes, sufriendo como un perro y escribiéndote una carta que tú nunca leerás y que puede que ni te interese hacerlo. En este momento me odio a mí mismo, ¿sabes? Y te odio a ti también, por alejarme de tu vida y quitarme a mi hija.
Tu marido es un buen hombre, te quiere más que a nada, pero tu a él no lo quieres, y no se merece eso, ni tampoco nuestra hija, al fin y al cabo ellos son los únicos inocentes de esta historia.
No te imaginas, el dolor que me causa alejarme de vosotras. Yo solo espero no equivocarme, que vosotras seáis felices es lo único que me importa.
Luis será un buen padre, lo sé porque he llegado a conocerle y apreciado como a un amigo, pero siento celos de él y del amor que va a recibir de parte de nuestra pequeña, daría mi vida por poder verla una sola vez, pero conociéndote tú jamás le dirás la verdad, eres demasiado cobarde como para enfrentarla y decirle lo que hiciste.
Te quiero más que a nada en el mundo, ahora y para siempre.
Julio
 

(Carta enviada por Cristina, la hija de Julio)
martes, 25 de septiembre de 2012 | By: Abril

Borrarte aunque duela...


Pintor  de  mentiras.  Tu  vida  un  museo  de  ventanas  que asoman  a  mundos  creados   a  capricho,  reinos  perfectos que creíste  que  existían  olvidando  la  realidad,  olvidando  mi nombre.  Cortaste  consciente  un  extremo  del  puente  de cuerda. Demasiadas  lágrimas  por  ti. Seguías tu  camino...  Alguien  me  contaba  tus  andanzas.  Vivías  al límite, alma  salvaje,  valiente  e  indomable. 
Me  fui  acostumbrando a  ver  vacío  tu  lado  de  la  cama  sin  proponerme buscar a otro que  ocupara  ese  espacio porque era imposible  encontrar un sustituto  de  ti.  Pasó el  tiempo  y  yo  seguía  coleccionando recuerdos,  trocitos tuyos.  Habría  podido  hacer  algo  así como  un  puzle. 
Me  he hecho  impermeable  al  amor,  ya  tuve bastante,  sólo  pido  no  pasar  ni  una  noche  más  pensando en  ti. De  aquello  sólo  me  quedan  marcas  de  batalla,  ...  siempre  esperando a  que  aparecieras. Acabó, pero no hubo adiós. Seguiré el camino cuando recomponga mis  trocitos.  Mi  tarea  ahora:  borrarte,  aunque  duela.  
Siempre,  o  muchas  veces,  lo  impredecible se  hace  posible  y un día  llamaste  a  la  puerta  con  toques  firmes y  seguros. Confiabas  y  sabías  todo  lo  que  te  quería.  Abrí  la  puerta. ¡No  podía  ser verdad!  Deseaba  lanzarme  a  tus  brazos  y  todo  cambió en cuanto te vi. En  un  segundo  pensaba  de  otra  manera  y me abrazaste y nos tomamos un café y me contaste que no te quedarías mucho tiempo pero, con esa crueldad tan tuya, me  ofreciste  tu  amor  mientras  estuvieras  aquí. 
No  habías  cambiado...  ¡Vete,  quiero  que  te  vayas  ahora! grité  enloquecida. Estas  palabras  las  estuve  repitiendo en  mi  cabeza largo tiempo  después  de tu  marcha...otra vez  me  encontraba  en  el  punto  de partida,  otra  vez,  pero  peor que  antes,  con un  dolor  multiplicado.  
Ya no  queda  más  por decir... sólo borrarte aunque duela...
(Del Blog Es amor)
jueves, 20 de septiembre de 2012 | By: Abril

¿Dónde estás?


Te escribo porque ya no sé dónde estás. Sólo sé que, a veces, caminas a mi lado  y por eso, de pronto,  te huelo. Cuando eso pasa busco como una loca la fuente de esa esencia, por si te encuentro: una esquina de la almohada con la que dormías, el cuello de una camisa, el asa del maletín que llevabas al trabajo, el sobre del banco que abriste sin llegar a leerlo, las llaves del coche, el mando de la televisión, la barandilla de la escalera que acariciaste al subir.
Otras veces, te escucho. Sí. Tu voz pausada me revolotea dentro.  Me arrulla. Me acompaña. Me da consejos. Y calla. También me dice cosas inconfesables y me hace reír. Igual que si estuvieras. Casi igual. Anoche fue la última vez que la escuché. Me pareció como si hablaras por teléfono con alguien, en la cocina. Corrí para verte. Pero no. O sí. Quiero decir que eras tú, de eso estoy segura, pero no estabas. O por lo menos no estabas en la cocina.
La mayoría de las veces siento cómo me abrazas. Por detrás. Noto tu respiración en mi nuca y tus brazos debajo de mi pecho. Y me quedo muy quieta, sin darme la vuelta ni nada, porque no quiero que te vayas. Luego me voy a la cama y, al cerrar los ojos, vuelves y me mareo de tenerte tan cerca y de ese silencio que da miedo. Entonces apoyo  la cabeza en tu pecho que late muy despacio y me duermo a tu lado. Mis sueños también te pertenecen.
Ay, amor. Lo que más me duele es que no aprovechamos el tiempo que  tuvimos  por creernos inmortales. Tardamos años en escaparnos juntos, no nos casamos, no tuvimos hijos.  Éramos maestros en posponerlo todo. Hasta que nos pospusieron a nosotros. Sin avisar. Sin más.  Así fue como te fuiste. Una madrugada. Enfermo de muerte. Tu mano en la mía.
Por eso te escribo, porque  ya no sé dónde estás. Si estás o no estás. Si te vas o te quedas. O vuelves. Y me dueles en esta habitación oscura. Por haberte tenido tanto y tan poco. Por tu presencia y tu ausencia. Por tu amor, que quiso salvarme la vida y me dejó sin ti.
(Del blog Es Amor)

Hubiera...


Me hubiera quedado todo septiembre deshojando las flores que caen del árbol de enfrente de mi casa y hubiera vivido octubre soñando con pasear de tu mano por las calles que se van apagando, dejando que tu abrazo fuera mi abrigo y empujando los versos que se escapan de mis ojos, para que los vieras brotar como hierba fresca en las mañanas de primavera.
Hubiera pasado todas las mañanas tristes de noviembre montando el elefante rosa de mi fantasía, dejando que las yemas de mis dedos rozaran las aristas de las nubes, mientras me susurrabas al oído las palabras que las hojas del castaño dicen al caer.
Hubiera matado las horas de las tardes lentas, aspirando el aroma de los libros que se esconden en la biblioteca, mientras pensaba en ti. Bajaría mil veces de ese autobús rojo que lleva a tu país lejano y hubiera corrido a buscarte bajo la lluvia azul que sale de las nubes negras que quedan prendidas de las antenas de los edificios.
Tropezaría mil veces solo para caer a tu lado, tu lado izquierdo los días de tu cama y el lado derecho los días de la mía. Estrenaría sonrisa cada mañana solo para que me comieras las pestañas a besos llenos de cosquillas. Lucharía contra como arma una palabra tuya.
Pero de nada sirve imaginar otoños que no viví o que soñé entre brumas. Qué lejos está el horizonte de mi fantasía y que fácil es matarlo sin querer.
(Del blog: Es amor...)
miércoles, 19 de septiembre de 2012 | By: Abril

Te quiero


Te quiero con las manos vacías y el corazón efervescente.
Te quiero con las piernas cansadas y los pies sin pedicura.
Te quiero con mi sexo revuelto y las ganas en tu colchón.
Te quiero, esperándote,  con los codos apoyados en mi balcón, los dedos congelados y con el alma de iceberg.
Con la espalda contracturada y mi columna torcida de cargar tempestades.
Te quiero ebria y con el hígado intoxicado, el estomago vacío y el hambre de tus labios...
Te quiero con las arterias saturadas y desangrada gota a gota...
Te quiero con mi pulmón a duras penas, con mi oxígeno por los aires y el suspiro bajo mi paraguas en esta tarde.
Te quiero con la garganta seca, las cuerdas llenas de grietas de llamarte a voces, y la voz en alguna carta.
Te quiero con mi barbilla que toca el suelo, la nariz y mi sonrisa de arlequín.
Te quiero con los dientes, cansados de morder cada día, de rumiar deseos y digerirlos a la fuerza para luego vomitar tantas realidades.
Te quiero con las orejas pensativas, orejas cuarteadas de esforzarse, orejas que de pena se arquean y se esconden tras las faldas de mi pelo por la vergüenza de ya no escucharte.
Te quiero con la frente sujeta con un hilo al techo... con la cabeza de marioneta de hilo, con el cuello roto de mirar, girar, y mirar al suelo... ¿dónde están tus huellas que no las encuentro?
Te quiero con mis ojos de prismático, con mis ojos de caña de pescar y de redes de barca, con mis ojos de enredadera y mis ojos de cascada perpetua.
Con  mi lengua de orilla que te habla y se calla, se atreve y se escapa, se averguenza y se marcha.
Te quiero con mi pelo en tus dedos.
Mi corazón es un baúl en tu sótano.
Mi amor un desperdicio.
Mi anhelo un sueño cascado.
Mis dias sin ti un precipicio.
Mi esperanza, un lienzo mojado con tu amor en ningún lado.
(G. Paracaidista)
miércoles, 5 de septiembre de 2012 | By: Abril

Despedida con aroma a café

"Verás, a mí lo que me va es tumbarte en el suelo
para decir con la mirada lo que con mi voz no puedo"

(Cosas que suenan a... de "Maldita Nerea")

Querido Tú,

Esto se aproxima a su fin y ambos lo sabemos. Te he citado para tomar ese café del que me has hablado tanto. Nuestra cita no tiene fechas ni horarios porque tú no tienes huecos disponibles en la agenda.

He pasado de ser una actriz secundaria a ser un extra que no tiene ni una sola frase en tu película. Y me duele, porque no sé cómo contarte cómo me siento. Poco a poco has ido construyendo una trinchera con los recuerdos de lo que fuimos el uno para el otro y estableciendo una barrera de citas que nunca llegan a consumarse...

No es rabia lo que siento, no son reproches lo que te digo. Mi sentimiento mezcla la tristeza con la desazón. Por eso, en esa cita con aroma a café que aún no hemos concretado, pienso decirte que me voy de tu vida, que me bajo en la próxima estación para que sigas sin mí hasta donde el tiempo te deje llegar.

Pienso decirte que aunque aún te quiero, porque el amor y el desamor no desaparecen de un día para otro, te dejo. Tal vez ahora empieces a darte cuenta de que no me necesitas, pero no has tendio el valor para dar este paso.

¿Recuerdas cuántas veces nos hemos visto en el último año?¿Y cuántas nos hemos besado? Se pueden contar con los dedos de una mano y aún sobran. Duele, Amor, eso duele...

Por eso deseo irme pronto. Porque estoy escuchando una canción de Maldita Nerea que en una frase resume lo que te echo de menos...

Espero que pronto tengamos esa cita. No necesito más de diez minutos para darte la noticia. Cuando encuentres esos diez minutos en tu castigada agenda, dímelo ¿vale? Creo que empezaré a odiar ese café del que tanto me hablas porque todas las tristezas de mi vida, a partir de ese momento tendrán su aroma.

Cuídate.

(Rossana Martín-Azuaga)
miércoles, 18 de julio de 2012 | By: Abril

Carta a Faustina




Y los ángeles arrancaron sus vestiduras

para entregarse al frenesí de lo oscuro,

del pecado y así liberaron su alma del hastío...



Giancarlo Rossetti.



Me encuentro sentado, frente a esta hoja en blanco. Quisiera escribir sobre los manantiales que se encuentra más allá de la desdicha, donde la nada ha anegado todos los recuerdos y donde los sentimientos se hallan agonizantes, desangrados bajo la perpetua mirada de ese dios que nos ama con total delirio, enfermo siempre de odio.

Lo cierto es que la fría penumbra que me rodea es testigo de la desdicha de mi mano, de la soledad de la hoja. No puedo escribir lo que quiero, mis palabras siempre se enredan con tu fantasma que habita en mi lacónico pensamiento. Mezclo sin remedio todas mis letras con la poesía que nace de tu mirada, con las plegarias que se desprenden de tu piel.

La noche se apaga lentamente, mientras descubro tu figura en semisueños; la noche se ausenta como brisa de estío y mi corazón suplica por descubrirte una vez más.

¿Cuál es la sinrazón que desboca al amor en efluvios que no se pueden detener?

Mi mirada se pierde en el horizonte, lejos, allá donde te encuentras, allá donde mi vista te alcanza, pero no basta porque este maldito corazón de necio proceder clama a gritos tu presencia, tu cuerpo, tu piel, tu olor a campo en primavera, tu luz de estrella fecundada en la eternidad;  te necesita toda, completa, sin exclusión de ningún tipo, inclusive los momentos que funestamente el tiempo se lleva.

¿Pero qué puede ofrecerte un condenado como yo, querida Faustina? ¿Qué puedo aportar en tu divino pecho si soy un expulsado del cielo?

Beber de tus lágrimas hasta quedarme ciego, llenarte de este amor de eterno proscrito del cielo, saborear tu tristeza con cada beso que mancille tu piel y sufrir la muerte provocada por tu alma peregrina.

No puedo brindarte paz ni felicidad, puesto que son dos terrenos que nunca he conocido; no puedo brindarte paz cuando mi corazón declara que el amor y el dolor son hermanos nacidos de la misma enajenación, cuando sabe que uno, al mirarse al espejo, ve al otro indudablemente. La paz nunca florece en el amor, porque el corazón enamorado tiene que librar mil batallas, contra las circunstancias, contra el tiempo, contra su misma pasión. No puedo brindarte felicidad, porque he navegado por los ríos del amor y conozco que su desembocadura es en el mar de la tristeza. Es el amor una locura que se basta sola para despertar a los enormes nubarrones del dolor y la tristeza, de levantar volcanes de llanto y amargura, de provocar el caminar del lado de la amada, conociendo que su destino es el profundo abismo de la desesperación.

¿Pretendes así amarme? ¿Aún después de leer estos párrafos ennegrecidos por mi alma? ¿Qué es lo que buscas en mí, amada mariposa blanca? ¿Eliminar el hastío del correcto proceder? ¿Descubrir el lado oscuro del alma y hundirte en sus fangosos y atrayentes secretos? ¿Desviarte del sendero llano y aburrido de las leyes de Dios? ¿O amarme, simplemente amarme, sin importar desafiar a todo y a todos?

Conozco a tu corazón inflamado de amor, conozco a tus manos, que vuelan libres cuando sus caricias marcan pertenencia en la piel amada, conozco a tus labios que se visten de beso y de aliento al sentir cerca la boca que te embruja. Así que sé que tu respuesta a mis interrogantes es la afirmación del amor, pero al mismo tiempo, la negación de la santidad.

Perder el camino al cielo, hallar las lúgubres puertas del abismo por mil besos míos, por deleitarte con el excitante roce de nuestros cuerpos, por entregar tu humedad a mis embates de amor, por extraviar tu mirada en mis ojos, por entregar tu corazón y tu alma a quien amas.

Sea pues tu deseo y el mío, construyamos nuestro propio paraíso, finquemos el cielo en el deseo, en la pasión y en nuestro amor. Que el porvenir sea una sombra que no nos alcance en nuestro momento, refugiémonos el uno en el otro y que las llamas eternas no provoquen el arrepentimiento.

Que esta carta sirva para sellar el pacto, aquel pacto que pediste cuando, inocentemente, me seguías, o mejor dicho, cuando pensabas que me seguías, porque siempre fui yo el que te rondaba, el que dibujaba círculos cada vez más estrechos alrededor de ti. Has caído y yo he caído en ti.

Muramos en nuestro paraíso, en nuestro amor, en el torbellino de deseos contenidos hasta ahora, permitamos que la pasión cauterice las heridas que han de llegar y olvidémonos de ese cielo eterno, que no es hogar para nuestros delirios.

Tu siempre amante, M.


(Parzival)
jueves, 28 de junio de 2012 | By: Abril

Noche de llanto


Hola
No sabes cuántas cosas he callado, todo lo que he hecho para seguir adelante, de cuántas cosas
me he convencido para tomar fuerzas y sacarte de mí. Tanto tiempo ha pasado, tanta distancia ha
existido y siento que todo mi esfuerzo ha sido en vano...Sigo extrañándote, llorándote, buscándote,
sigo amándote y como un tonto aquí estoy: esperándote.
Mi mente está convencida de que no te necesita, pero mi corazón en cada latido grita que te
necesita porque escucha tu nombre en cada lugar al que voy, recuerda tu rostro sonriente en cada
canción.
Quisiera que estuvieras, si no conmigo, como yo. Es muy egoísta de mi parte porque me he
enterado que tú si eres feliz, a pesar de no tenerme a tu lado eres feliz. Sonríes, te diviertes, no
necesitas de mí. No he podido superarte. Busco culpables, pero todas las flechas apuntan a mí…
Quisiera que volvieras, que estando frente a ti me dijeras: -Aquí estoy, he vuelto por ti porque te
amo y no imagino la vida sin ti-. Sinceramente ¿de qué serviría que lo hicieras? Ya pasamos por
esto y no supe seguir. Te hice sufrir. A mi lado eras infeliz.
Pido de rodillas y con lágrimas en los ojos que Dios te arranque de mi mente y de mi corazón pero
todos los días salgo al jardín miro a la Luna, imagino tu rostro y digo tu nombre y el mío en una
oración. Tanta incongruencia que quisiera olvidarte, pero al mismo tiempo, seguir llamándote.
¿Por qué me enamoré?, ¿por qué me ilusioné?, ¿por qué permití que destruyeras la barrera que
en tanto tiempo construí?. He salido más que nunca, me he reído y divertido hasta “morir”. No lo
he pasado nada mal, pero estoy cansado de fingir. Si por mí fuera, dormiría sin fin, porque en mis
sueños he hecho una vida contigo. Pero despierto y todo esta hecho trizas.
He cumplido mi promesa, me he mantenido firme y no es por el orgullo. En aquel momento decidí
que no buscaría a nadie porque estoy convencido de que te quiero a ti. Lamentablemente ese
sentimiento sólo está dentro de mí. A pesar de todo te entiendo y eso es lo peor de todo, porque no
existe nada que te pueda discutir. Ya no quiero llorar, pero tampoco he intentado dejar de hacerlo.
Siete meses han pasado y en mí sigues teniendo tu lugar. Empiezo a creer que me obsesioné y que
por este motivo no te quiero soltar…

TE EXTRAÑO

(Arturo A. Copete)
domingo, 10 de junio de 2012 | By: Abril

Te odio


Te odio
Estoy intentando escribirte una carta de amor pero soy incapaz. ¿Y si lo que pasa es que 'te odio', como tantas veces te he repetido por teléfono, mirándote a la cara o acurrucada entre tus brazos?
Te odio porque me haces reír cuando no quiero. Porque sabes evitar esa tonta discusión que luego hace que me duela la tripa.
Te odio porque eres capaz de soportar mis llamadas telefónicas para... nada, sólo quería hablar, ¿de qué? ... de nada... hablar por hablar.
Te odio porque no eres romántico y cuando ya no espero nada, apareces  con flores.
Te odio porque hasta durmiendo, tu mano encuentra lo que tiene que encontrar.
Te odio cuando me echas de menos.
Te odio porque me haces sentir flojera (y que me tiemblen las piernas), cuando me dices que me deseas.
Te odio porque mis legañas 'son perfectas', porque estoy 'divina sin maquillar' y porque 'recién despierta' estoy preciosa.
Sobretodo te odio porque haces que me muera de ganas por besarte.
Si quieres más 'te odios' ya te los digo por teléfono, mirándote a la  cara o acurrucada entre tus brazos.
¿Por qué 'te quiero'? Pues... no lo sé, porque en realidad como ves, tengo muchos motivos para odiarte. 
(Cristina)