jueves, 16 de febrero de 2012 | By: Abril

Carta sobre la mesa


Me despido de los largos besos de tu boca delatora, de los abrazos que en la madrugada me sobraron, de los sábados de Piaf y las tardes de Nietzsche, de los hijos malparidos de tu tibieza.

Adiós a Bolaño leído desnuda en la alfombra que amparaba tu desorden, a la ducha helada, a tus urgencias y a las conversaciones que nunca tuvieron pauta y siempre puertos, a los sentimientos bastardos, a tus labios que me buscaban convencidos.

Desalojo de tus sábanas a Oliverio, a Pessoa, a Hanna Arendt ocupada como almohada de motel. Me despido en versos, en sonetos invertidos, en sinfonías y en solos angustiados. Lanzo besos a tus vecinos que almorzaban arrocito al ritmo de mis nalgas golpeando la pared.

Te aviso que no te devuelvo Rayuela, ni los libros de Germán Carrasco, que dejé en el refrigerador tu cena, y en tu cama, dos cuadernos en blanco.

(Milita Babilónica)