miércoles, 30 de enero de 2013 | By: Abril

Espero...

Espero…

Espero que en esas noches frías cuando las rebeldes nubes se entrecruzan el cielo tu cuerpo pida a gritos abrigo; ese mismo calor que te brindaban mis brazos cuando cobijaban tu desnudez, mientras los cadáveres de minutos, segundos y horas se desplomaban sigilosamente en el reloj de tu cuarto.

Espero que ahora, tú, sentada al lado del teléfono y con esa mirada de ansiedad que tanto te delataba cuando querías hablar conmigo se quede en eso… ansiedad, recuerdos, nostalgia y en un silencio absoluto… el que tanto reclamabas cuando mis palabras simplemente pretendían llegar a tu corazón.

Espero que cada momento vivido se convierta en un punzón en tu mente y que las metáforas que se colaron en mis cartas, pierdan su magia, esa misma magia que tus ojos azules y tu sonrisa creaban cada vez que te acercabas a mi, pero que lastimosamente se extinguió, como se extingue la luz de una estrella fugaz atravesando el firmamento.

Espero que cada nube a la que intentamos darle forma (sin llegar a encontrar alguna), mientras reposábamos y jugueteábamos en el prado, logre por fin convertirse en ese unicornio con resplandecientes alas que tantas veces fingí haber hallado y que simplemente era un montículo de partículas abstractas merodeando en el cielo.

Espero que esas actividades que realizábamos juntos como llenar ese dichoso álbum de láminas de dinosaurios y que a propósito casi llenas (gracias a todas las chocolatinas que te regalaba) se queden así, y no es resentimiento pero…
Ojala, y nunca… te salga el teratosaurios.

¿Pero sabes algo?

Espero que cada párrafo que acabe de escribir con un poco de rabia se queden embalsamados en mi cuaderno, y que nunca puedas leer esta carta porque de una u otra manera simplemente se convirtió en una excusa para acordarme de ti…

(Manuel Pino)

Sueños en sueños de Luna


Me desperté una mañana clara y fresca contigo acostada a mi lado. Te abracé con fuerza, sintiendo en cada poro la suave y cálida presión de un refugio, y me acurruqué contra ti como un niño pequeño. Había tenido un sueño terrible, pero ya había pasado y tú estabas allí, con esa magia que hace que tu sola presencia ordene y dé sentido al mundo. Sin despertarte, te susurré al oído porqué te amaba y te necesitaba como lo hacía.
Había soñado que me perdía en un mundo de maldad e impureza, donde el daño y la vulgaridad sirven a la diversión más inmediata. Había soñado que todos podían justificarse cuando trataban mal a los demás y que a nadie le importaba. Soñé que la vanidad se pagaba con sangre lejana, para que las manchas no quedasen en la alfombra de nuestro salón.
En el sueño era un ángel al que arrancaron las alas y un caballero que no soportaba más el peso de su armadura y de su honor porque nadie deseaba aquellas cosas. Soñé que se reían de la bondad y ninguneaban el respeto, que el egoísmo era la regla y el valor, aunque la hipocresía hiciese perjurar lo contrario. Había soñado que el “me han hecho mucho daño” era un salvoconducto para dañar uno a los que conservaban inocencia.
Yo era ese caballero que no encontraba en qué o quién apoyar sus gestas y descubría que no había Bien que defender, ni siquiera en su corazón. Era un paladín quijotesco y cansado que hallaba la misma maldad en el mundo que en su propia conciencia y se pasaba a bandido, truhán y saqueador con un triste encogimiento de hombros: “qué más da...”.
Y, como en el Quijote, la dama era ventera y puta como el diablo, mas no me rescataba a la realidad un caballero de la Blanca Luna, sino que el paladín moría cayendo del caballo al galopar borracho a la batalla. Estaba solo y no había inocentes ni menesterosos que defender, sólo sarna y mezquindad hasta en los oprimidos y en los monjes. La pureza de la caballería, del amor, del respeto, de cuerpo y espíritu, de la sabiduría, del honor...
¿Habían desaparecido?

“Pero ahora me despierto y te tengo abrazada en una caricia a mis alas de algodón con el bálsamo de tu perfume y tu cariño. Eres eso especial que coloca el mundo en su sitio. Tengo en ti una causa para no cejar, un amor que defender, un motivo para ser noble, puro y eterno, para ser fuerte. Hay tanto de celestial en tu existencia, tanto de real, que no podrías estar en mi sueño; por eso sufría tanto.”
El alivio me llenó al pensar esto. Te abracé con más fuerza contra mí, deseando que el instante se inscribiese en el infinito sin que importase que fuese a pasar fugazmente: existías. Valdría la pena luchar. Con lágrimas en los ojos, susurré: “Qué horrible pesadilla”.
Eran lágrimas de felicidad... o quizás algo de mí sabía que acababa de dormirme a la luz de la Luna llena.

(Ulises Grant)

Carta que se envió y nunca llegó (o quizá no fue leída)


Hola.

Sé que no ves muchos mensajes míos, así que debes imaginar que esta es otra de mis pesadeces y seguramente no te apetece mucho leerla. Estás en lo cierto, pero me gustaría pedirte que lo hagas.

Sé también que no te gusta lo que escribo y, créeme, te hubiera ahorrado tenerlo que leer, pero no me es posible.

Últimamente o me esquivas o estoy demasiado nervioso cuando estoy contigo como para romper con esa barrera que parece haber crecido entre nosotros. Quizá pueda encontrar el momento y contarte esto de palabra antes de que tengas que leerlo. Tengo muchas ganas de contarte esta historia con voz de cuentacuentos; llevo todo el día con ganas de contártela, pero no he sabido que era ésta hasta ahora que se ha hecho de noche y todos duermen.

Déjame, ahora que me amparan las estrellas y sacan de mí algunos buenos sentimientos que creíamos que habían muerto, déjame que te cuente mi historia.

Es la historia de un niño, casi como otro cualquiera, que, como otros tantos, se hizo mayor olvidando lo que de pequeño ya sabía.

Nació en una ciudad pequeña y orgullosa, cerrada quizás, y ya de bien pequeño empezó a dar tumbos por la vida con los continuos cambios de domicilio de su familia. En su casa nunca había sonreído la fortuna, pero con su llegada la suerte pareció esfumarse y la familia cayó en una dura pobreza. Así pasó una infancia pobre pero feliz ignorando los esfuerzos, sufrimientos y discusiones que llenaban su casa y aportando una sonrisa cada vez que su hermano, un poco más mayor, lloraba en su cama.

Pedía como todos los niños cada juguete que veía y no le importaba mucho que sus padres casi siempre le tuvieran que decir que no, que otro día sería. A ellos sí.

Él se contentaba con tres amigos del parvulario y, aunque los más grandes solían disfrutar molestándoles, les iba bastante bien.

Esa misma fortuna que siempre les había puesto la zancadilla se disfrazó de amiga un día para arrastrarles a nuevas miserias y fueron de vuelta a la ciudad donde el chiquillo había nacido. Allí, sin amigos y en un colegio de monjas, el gris y las ciencias naturales se fueron acercando a su carácter. Sólo estuvo allí un año y al siguiente la luz pareció brillar: un nuevo colegio y un negocio familiar.

El negocio, una tienda de alimentos congelados, había de quebrar en cuatro años dejando a sus propietarios en una situación más que apurada. Pero en aquel momento todo era ilusión; tanta que la casa conoció unos Reyes Magos opulentos aquel año y la familia se aventuró a iniciar la compra de una casa propia y dejar el alquiler.

El niño siguió en su vida, desarrollándose como un chiquillo enclenque y listillo que no hacía los deberes pero que se espabilaba para ocultarlo en clase, compitiendo por el puesto de favorito de la maestra. Eso y su falta de habilidad en el recreo y la clase de gimnasia le ganaron unos cuantos amigos de aquellos de los que cualquier niño guarda un horrible recuerdo.

En aquella dulce época sus padres se volcaban en el trabajo y dejaban a los dos hermanos en casa. Primero la golosería y luego la gula hicieron al chiquillo adquirir amistad con la nevera y figura de bola. Comía casi compulsivamente y a todas horas. Aquello acabo de rematar su carrera social. De aquella época serían los recuerdos del más fiel amigo que tuvo en su niñez y de una gata a la que, pese a algunas perrerías que le hizo - que se saldaron con arañazos - amó como a ninguna mascota. El animal se fugó de casa espantado por un primo un tanto maleducado y no lo volvió a ver.

También en esa época forjó un talante acobardado y solitario y, aunque al principio aborrecía leer, encontró un libro que le ataría por siempre a la imaginación, los sentimientos y la literatura. Era el cuento de un cartero harto de su vida que, ayudado por una bruja buena, consiguió viajar por las maravillas del mundo transformado en una carta de paz a los poderosos del mundo. El niño se enamoró, lloró y quiso ser como aquel cartero y volar en forma de carta que pidiese que los niños no se metiesen con los otros niños, volar y huir. Nunca más perdió aquel deseo de escapar.

Se mudaron a la casa nueva y hubo un nuevo cambio de colegio. El segundo ciclo de enseñanza trajo a su vida las maravillas de la ciencia natural, las leyendas de la historia y el infinito tesoro de la literatura con el refranero y Machado. También trajo niños más mayores que jugaban a ligar niñas que se reían de él y un gran odio al fútbol y a las clases de gimnasia.

Empezó a destacar por sus notas, incluso en lengua inglesa, que aprendió con entusiasmo, llegando a hallar un amigo en su profesor, con quien se entendía en inglés sin que nadie los entendiese en clase. Más rechazo de sus compañeros. En invierno le tiraban bolas de nieve y siempre se resfriaba para no tener que ir a las clases. Se iba al campo con su amigo e imaginaban aventuras de tesoros, piratas de río y hombres-lobo.

Un verano, el sexo entró en su vida como algo nuevo y raro que había que ocultar y que resultaba vergonzoso. No cambió gran cosa, pero por las noches soñaba con el momento en que sería mayor y querría a una chica. Después pensaba en sus compañeros y se decía que nunca chica alguna le querría. Si alguna lo hacía, él sería el amante perfecto y la querría como nadie.

No mucho después, entabló amistad con un chico con síndrome de Down contra el que todos cargaban y con otro que acabó pasándose al bando de los que les señalaban con el dedo (aquello le rompió el corazón). Tenía pocos amigos y estaba muy enamorado de ellos pero de aquel más que de ninguno porque era el único con quien los demás no se metían y era amigo suyo a la vez.

Un día, viendo la televisión con su madre, vio a un niño que tocaba el violín. Tenía su misma edad. Se sintió abatido: el genio de la casa era un ignorante junto a aquel pequeño ruso al que su madre pareció mirar con más admiración que cualquiera de sus notas. Prometió sacar un diez en aquello que se llamaba selectividad para reponer aquella falta; después de todo, sólo sería un examen y a él se le daban bien. Ignoraba cuánto llegaría a amar y conocer a aquel joven violinista ruso.

Aquel año, su hermano empezó el instituto. Le pusieron gafas y conoció amigos muy buenos que a él le respetaban aunque tuviera tres años menos. Ansiaba llegar al instituto y conseguir un lugar entre esos jóvenes caballeros que hablaban bien, llevaban pelo largo y jugaban a rol. Poco a poco empezó a insistir para ir con su hermano a todas partes y se coló en el grupo; aquello le hizo feliz.

Fue entonces cuando la tienda cerró definitivamente y dio paso a meses de desesperación y supervivencia horrible. Discusiones, pluriempleo, acreedores, juicios e incluso una tía que huía de su marido pasaron por aquella casa que los picapleitos acabaron por arrancarle a la familia, con un buen pedazo del corazón enterrado en sus jardines.

Su oportunidad llegó al año siguiente, cuando, huyendo de la miseria, se trasladaron de nuevo a una importante capital, pero no la supo aprovechar. Aprendió la lengua local y a encajar las chanzas de sus nuevos compañeros y perdió sus dos amigos. Conoció la horrible moda y costumbres de los skinheads a manos de sus compañeros de clase y decidió dejarse el pelo largo como aquellos inteligentes caballeros que había admirado en los amigos de su hermano. Leía sin cesar y escribía cartas, cada vez más espaciadas, a uno de los amigos dejados atrás; acabó por perderlo, como iría haciendo con casi todo.

Al año siguiente ingresó en un instituto donde, para su frustración, no halló nobles amigos en los que apoyarse, aunque sí consiguió que le dejasen bastante en paz.Y, pasando un año más, su año de fortuna se presentó: cambió de casa a una más grande tras un incidente económico desgraciado por parte de su padre, que a punto estuvo de disolver la familia. En su nuevo curso de instituto halló su alma: dos amigos. Eran un violinista ruso y un chico atlético de madre francesa y los conoció con la inocencia de un niñito, preguntándoles si querían jugar con él. Descubrió la Química, las matemáticas y un profesor de literatura deal que siempre admiraría profundamente. Decidió ser científico y escritor y aquel año ganó el premio literario del instituto con el relato de la muerte de un anciano que pierde su amor.

Dispuesto a comerse el mundo, entró en el siguiente curso con ganas de encontrar alguien con quien intimar más allá de su amistad. Su amigo atleta había encontrado novia aquel verano.

Hasta aquí, creo que lo conoces todo, debes estar aburrida y preguntándote por qué te cuento esto, y sabes lo que va a pasar porque, como también sabes, es aquí donde entras tú en mi cuento. Por favor, sigue leyendo.

En el último día de octubre de aquel año, un compañero que iba a otra clase y cuya amistad no había sabido valorar le invitó a su cumpleaños. Allí conoció a la persona que más profundamente marcaría nunca su vida. Fue casualidad, como casi siempre en estos casos.

Él se sentía incómodo y ridículo. Se había afeitado su reciente barba y estrenaba zapatos. Llevaba una vieja cazadora de cuero de su padre a la que llamaba chupa porque no podía tener una de verdad.

Ella era mayor y segura de sí misma. Tenía los ojos pintados y un abrigo larguísimo de imitación de cuero. Su nariz era hermosa y su sonrisa encantadora, pícara. En su cuello, una cicatriz amenazadora le llamó la atención, pero al principio no quiso decir nada de ella. Se dedicó a hacer el bufón con su amigo ruso hasta que todos salieron a pasear y se sintió apartado del grupo.

Se sentaron en un banco y ella se le acercó. Comenzaron a charlar. Tú sabes cómo se llamaba, y que le gustaban los dragones y las series fantásticas de televisión; sabes que quería hacerse un tatuaje y ser motera... no había chicas como ella. No existían con tanta fantasía y capacidad de aceptarle, tan amables y atractivas y a la vez con algo de esa sensatez que la edad y los disgustos dan de forma turbia. Fumaba, y todo en ella destilaba interés. En la plaza del barrio, por la noche de aquel viernes el corazón se le aceleraba y la mirada se le deshacía en ella.

"Tú no puedes existir"... Pero existía y escuchaba heavy metal y aborrecía las niñatas típicas de los colegios. Con el amigo artista, la acompañaron a casa. Cuando volvían, comentando lo bien que les había caído y sin imaginar cuántas veces volvería a bajar aquella calle, temió que su amigo también se hubiese enamorado.

Al lunes siguiente, tras un fin de semana en blanco de ansiedad, ella pasó por su clase y le dejó discos y cintas de algín grupo rockero. El corazón le dio un vuelco. Aquella música le marcaría. La deseaba y la admiraba como a nada. No se podía desprender de su recuerdo.

A ella le había llamado la atención su cabello largo. Se hicieron buenos amigos. Ella le cogía del brazo cuando paseaban y él se sentía morir de miedo y agitación. Por las noches aspiraba el olor de sus guantes y la recordaba en sus cintas y la quería en secreto. Ella iba detrás de otro chico.
Aquel fin de semana fue de nubes grises y ojos rojos. Sin embargo, no mucho más tarde se encontraron compartiendo indirectas y emociones, ideas y sentimientos.

- Nunca nieva en esta ciudad. Es imposible.
- Todo es imposible hasta que sucede -sonreía él.

Al día siguiente nevó como nunca en la ciudad costera y Dios pareció existir. Con lágrimas de emoción, la llamó por teléfono. Una semana más tarde, uno de sus paseos acababa en la vista nocturna de la ciudad desde una de sus montañas. Era de noche, pero siempre encontraban la manera de escaparse a pasear.

Sentados en unas escaleras, sobre las luces de la ciudad y con las manos unidas, charlaban. Ella le besó. Sintió venir sus labios y el miedo, y después la ilusión. Era imposible, pero sucedió. Temblaba mientras su amor se le salía por los poros. Por primera vez en años, se sintió feliz y querido de una forma especial, sintió que valía para alguien, que era apreciado y no quiso huir... quiso amar para siempre.

Descubrió su piel tersa y suave, su olor y el sabor del tabaco en sus besos, que le acompañaba tras dejarla en la puerta de su casa. La amaba.

Casi dos años después, el primer grupo rockero que ella le enseñó tocó en la ciudad del mar. Debía ser algo mágico, especial. Ellos ya eran famosos por sus discusiones de pareja, como si estuvieran casados. Él disfrutó el concierto sin saber que al día siguiente descubriría cuánto se puede perder a una persona.

Este es un mundo que no está bien, amiga, que no es de cuento, y quisiera no haber escrito ese último párrafo ni haber estado en los dos años en los que respondí a ti perdiendo mi inocencia y mi respeto. Pero no me he perdido todo, no he perdido mis sueños ni mis sentimientos y, ya que todo ha sido tan real, tan desgraciadamente real, quisiera, ahora que las estrellas me amparan y sacan lo bueno que hay en mí, que al menos esos dos amantes que aparecen en la historia tengan un amor feliz eterno en un mundo mejor, en un mundo de imaginación al menos; ahora que yo te pierdo y tú te alejas y me das largas, ahora que me convierto en uno más de los tíos, en este ahora que durante dos años no he sabido ver ni llevar mejor. Te pido que sueñes con ellos, con una tú y un yo de cuento y felices. Quizás si ambos lo hacemos puedan estar en aquel mundo. Ojalá lo hayas leído todo. Ojalá pueda volver a ser yo un personaje de historia de hadas y tú alguien que no puede existir. Ojalá lo imposible pero hermoso siga existiendo y haya esperanza para el mundo, aunque sea en momentos.

Recuerda que siempre te amaré hasta donde me llega el alma. Siento no haberlo hecho mejor. Recuerdos del último beso
Yo.
(Ulises Grant)
martes, 29 de enero de 2013 | By: Abril

Cartas a Lulú (Nº 11)

 
Todo lo que alguna vez supiste acerca del no saber, ahora que tanto de todo sabes, Lulú. Ya que tus teorías se han vuelto leyes, desde que tus cabellos son memorias forasteras en el cepillo. Cuando abrías la puerta del baño y salían tus tarareos y el vapor, salías reclamando porque te decía que te bañaras; que te bañabas porque era tu decisión y no la mía. Prometo no volver a hacerte bañar, Lulú, lo juro.

Y cuando veías la pantalla en el cine, te inundaba la serenidad del silencio. Tus ojos firmes y coordinados con el sentimiento que efevescía de tus suspiros. Con verte a ti entendía el filme, Lulú.

Tu fascinación por los niños y la vida, Tu desprecio a la piratería, Lulú. Toda la esencia de quién eras de cada L a cada u. La empacaste y me la quitaste, ¿dónde está mi mitad de todo? ¿Qué va a ser de este Sansón sin su pelo? No es que no me ponga serio, es que ya nada me lo quita.

Se terminó el despertar con tu perfume, Lulú, entiéndeme que ni yo me entiendo. Como cuando te fuiste a la Ciudad de México por una semana, me quedé pateando piedras solo por la plaza. No tenía con quién soñar, Lulú, pero aun así, te soñaba. Estuve tan quieto que Miguel Ángel me tuvo que convencer de que no era estatua.

A la mierda todo, Lulú, ¿Por qué tomar este tipo de decisiones sin mí? A mi no me parece ideal esto de dedicarle la luna a mis memorias sobre papel. ¿A dónde te mando las cartas, Lulú? Te busqué ya hasta en el diccionario. No estás ni en los árboles que abrazabas en el patio para que crecieran. Te largaste hasta de los libros que leías, Lourdes. Egoístamente aquí nos tienes a todos, como esperando para una bienvenida sorpresa.

Te vi cambiar, no sé si para ti, por mi o de mí. Nunca cesaste de ser perfecta, Lulú. Con tus labios delineados con pincel, con tus manos tan de mi talla. Me traicionan las sonrisas y se me van todas.

Te extraño demasiado, Lulú. Estoy como calcetín sin par,...como si Bonnie se le desapareciera a Clyde.

(Andresjj)
viernes, 25 de enero de 2013 | By: Abril

Despedida


Es duro decir adiós, por eso digo hasta luego, pidiendo perdón por la cobardía de no decírtelo a la cara.

Sabes bien que te amo. ¿Cuánto? No sabría medirlo, ni cuantificarlo; no existe el instrumento que pueda comprobar lo que albergado en el alma realmente por ti siento.

Necesito alejarme, perderme en los abismos de mi soledad involuntaria, oculto en la oscuridad que produce sentir que mi amor es ermitaño; y que al gritar tu nombre a los mensajeros del viento no surge el eco de tu boca repitiendo yo también te quiero.

Duele perderte, la flecha de Cupido se ha clavado en mis uñas, no en tu pecho.

Tu partida será por años gota de pena que revienta, incansable, en los erosionados muros de mis sentimientos.

Quisiera tener el poder de mandar en tus pensamientos para lograr que tu mirada gire hacia el horizonte, donde huye mi tormento.

Tú deseas estar sola, alejada de cualquier tipo de cariño que no sea mi amistad. Y yo, como amante silencioso, te comprendo, mas mis sentimientos no soportan el infinito esfuerzo de amarte a la distancia, escuchando de tu boca lo magnífico que soy, que como hombre me ubicas en una dimensión distinta al resto de los hombres, provocadores de tu dolor.

¿Qué gano con ser mejor que ellos si no me alcanza para tenerte? Acaso debo ser un maldito desgraciado, machista y descorazonado para lograr que me ames. ¿Tendré acaso que mentirte de vez en cuando y tratarte como a una cualquiera? Lo siento, no puedo.
El nivel de mi amor borró las mentiras que conocía.

Me alejo, cargando sólo la esperanza en mi equipaje.

Espero poder olvidarte, aunque sé que el amor no se apaga como la flama de la vela que recibe en su llama mis lágrimas.

Miento, el tiempo será mi consuelo y tu recuerdo la cura a mi lamento.
El calor de mi amor arderá por siempre a pesar de que el futuro me acople a otro sentimiento.

(Pacegapoet)

Mujer de mirada camaleónica 1

Debo reconocer con un poco de vergüenza que hasta el último momento esperé el milagro.
Ayer domingo, los latidos de mi pecho se congelaron y mi respiración se sentía agitada.

No recuerdo haber tragado tanta saliva en mi vida. Los pasos eran pesados, lentos y la cercanía de tu cuerpo me hacía casi imposible el seguir andando. Y Valentina, siendo tan encantadora como siempre, saludando a Humberto que le decía lo hermosa que estaba. Por supuesto tu pecho se infló de orgullo.

Luego, reanudar la marcha, y me sentía como el cuerpo en su propio ataúd de carne, esperando, paciente, llegar hasta la tumba 206, que te llevaría hasta tu casa y te alejaría de mi vida, quien sabe por cuento tiempo, porque tiempo me pediste y yo te otorgué, aunque desde ahora la palabra tiempo la quiero eliminar de mi existencia, porque me golpea en el bajo vientre cada vez que la oigo.

Recuerdo la última mirada, mientras esperabas la micro. Estabas esperando que dijera algo, mientras yo esperaba (y reprimía una lágrima) que me sonrieras y te lanzaras a mis brazos para besarme y decirme que todo lo malo era una broma, que aún me amabas, me deseabas y que te perdonara. Pero parece que es cierto que los milagros murieron en una cruz, porque mi esperanza tuvo que observar inerte como tu cuerpo era consumido por esa bestia amarilla y te arrastraba lejos de mi vida. No sé cuento tiempo mis ojos intentaron grabar su recorrido y te gritaban que no te fueras, pero el salado líquido en ellos apagaron su voz y las preguntas sin respuesta ocuparon cada uno de los rincones de mi mente para martirizarme y complicarme aún más la vida. Acaso no basta con que hayas decidido alejarte.

Ahora estoy aquí, tratando de reflejar lo que ha sido el primer día de vida después de mi muerte, aunque no sé si estoy más muerto que vivo, porque te recuerdo, el motor de mi cuerpo es tu recuerdo, pues mi corazón te lo llevaste aferrado al tuyo.

Fue un día difícil, mas por suerte ajetreado, bastante trabajo y distracción. De hecho, el momento más complicado del día recién llegó a la hora de almuerzo, cuando tuve que confirmarle a mis amigas Magali y Sarita, que lo nuestro había acabado. Quise huir, alejarme para comer solo, pero ellas no se lo merecen. Además, conversar con ellas me hizo muy bien. Son grandes amigas. En los ojos de Magali mi pena se hizo suya. Y me sentí comprendido, al igual que tú, fuiste totalmente entendida.
Bueno, este es sólo el primero de muchos momentos que compartiré con mi soledad. En cada uno de ellos contaré lo que me va pasando día a día desde que por motivos aún para mí desconocidos (o quizá que no quiero reconocer) dijiste que tu amor por mí se había acabado y que querías un tiempo (maldita palabra) para pensar y recomponer tu vida, dejándome exiliado de tu lado, condenado a sufrir la espera de una posible (aunque ante mis ojos, casi imposible) reconciliación. Espero que el tiempo (maldito vocablo) quiera recuperar mi cariño y me enseñe que estaba equivocado.

Ahora te dejo, espero poder escribirte un día de estos cosas alegres, como el hecho de que mañana te veré en ensayos, donde cumpliré, como hombre que soy, la promesa de verte ahora como una amiga, y ayudarte a ti a verme como un amigo. Aunque por dentro sea desgarrado por la rabia de amarte y verte lejana. De sentir cercanos tus labios y no poder alimentarme de tus besos y reconfortarme con tus abrazos. Mas ya no está y lo prometido debo cumplir.

Hasta mañana, Pamela. Y grito te amo; quién sabe que mi pensar te lleve este mensaje hasta tu hermosura y me pienses un poquita también.

“Mátame con un “no te amo”,
pero por favor,
no mantengas mi agonía
alimentada con la incertidumbre
de tu decisión.”
(Pacegapoet)

Mujer de mirada camaleónica...

Y aquí estoy, respondiendo a todos aquellos que se acercan con camuflaje de amigos para preguntar como estoy por dentro. ¡Cómo voy a estar! En dos palabras: totalmente destrozado, aunque es raro, pues para “estar por dentro” debería tener algo ahí y desde que no estás, nada hay, pues te lo llevaste contigo.

Pensar que insistí tanto para saber las razones de tu alejamiento, de tu desamor, y ahora que las sé, creo que tienes razón. Imbécil es desde hoy mi apodo.

Mi niña de mirada camaleónica, no sabes como pesa el alma cargando la culpa que desde el sábado pasado llevo. Jamás imaginé que en todo este tiempo pude haberte causado tanto dolor, como fui tan imbécil y no ver que con mis estupideces estaba hiriendo fatalmente tu amor. Ciego en mi mundo de confianza exacerbada, me negué a percibir lo que realmente querías y que mis actitudes te dañaban, provocando úlceras en tu alma y que el dolor pudría poco a poco tu corazón y que lo único que se fortalecía era tu orgullo herido por este poco hombre que decía amarte con el corazón, pero que en vez de demostrártelo te castigaba con errores malditos.

Sé que hoy de nada sirve pedirte perdón, pues no lo puedes hacer inmediatamente. Sólo me queda esperar que el tiempo deje de ser mi enemigo y me ayude a mostrarte el camino del perdón. Siento ser repetitivo, pero es verdad que me arrepiento tanto de las estupideces realizadas y propuestas. Sólo pido que busques en tu alma los momentos cargados de felicidad que vivimos juntos, aquellos momentos en que la felicidad pavimentó nuestros momentos de unidad, de complicidad. Sé que te es difícil, pero no es imposible. Sabes que daría mi vida por ti y por Valentina, que mi intención pura siempre ha sido hacerlas felices, darles lo que por años se les ha negado. Sé que me equivoque, pero lo hice amándote hasta las entrañas, sin mala intención, inspirados por tu falta de comunicación, pues sufrías en silencio. Yo puedo ser cada día mejor, pero requiero que estés aquí, inspirando mis cambios, provocándolos. Eres todo lo que busco en este mundo para ser feliz y en el fondo de mi calvario iluminado con la tímida vela de una lejana esperanza, está todavía, un rayo del amor que por mí sentiste al comienzo de esta hermosa historia.

No puedo creer que tiremos por la borda y alimentemos la marea del fracaso después de todos estos años juntos. Déjame ser tu amigo, permíteme acercarme para intentar reencantarte. Quiero rescatar al Pablo que te llenó la cara de risa y el pecho de orgullo y admiración. Sólo tú puedes despertarlo, simplemente con un gesto de solidaridad con mi dolor, con un llamado, con un mensaje que me muestre el camino hasta donde estás. Si necesitas tiempo, tómalo y has de él lo que estimes conveniente. Yo estaré aquí, donde siempre, esperando con mis ojos orientados a tu recuerdo, esperando que permitas a tu corazón extrañarme, aunque sea un poco. Que tu nueva situación (tu sueño cumplido) te entregue la calma para poder mirar al pasado conmigo y descubrir que debajo de tu dolor puedo estar oculto, como un feto, esperando crecer lentamente alimentado con el cordón de la esperanza.

Y si estoy siendo un loco y quiero ver esperanza donde no existe, si mi amor por ti vive en el lado oscuro de la luna y el tiempo sigue siendo mi enemigo, házmelo saber, por favor, será un buen perdedor y asumiré mi exilio obligatorio en el país de la soledad futura, volveré resignado al lugar de donde tu amor, hace casi seis años me rescató para permitirme crecer como hombre y ser quien soy hoy. El único problema es que el hombre que forjaste en mi es un inútil cuerpo sin vida si no esta tu esencia a mi lado.

Que tu mirar encuentre su camino en mi dirección, y si no es así, gracias por intentarlo, gracias por intentar comprenderme y no me odies, que ya me basta con odiarme a mi mismo por haber perdido tu luz, tu dulzura, tu amor…

(Pacegapoet)
jueves, 24 de enero de 2013 | By: Abril

¡¿Qué hago con 40?!




La he tratado de persuadir para que el 7 pareciera un 9 y así ganar 20 años más, pero no se deja! Se empeña a volver a aparecer cuando tengo que ir a sacar una copia nueva.

Lo he intentado también con el DNI, pero es aún más incorrupto. Se niega tan siquiera que me lo plantee.

Luego me veo al espejo y es el que menos engaña. Lo más contundente: unos cabellos semi-escondidos, pero delatadores por su pálido, muy pálido color (vamos tan pálido como un vampiro con hambre), me reconocen una madurez corporal que a la vista salta. Sé que con el tinte desaparecen, pero antes de que pase un mes, me regresan a la realidad.
Y qué decir de unos pequeños pliegues que acompañan a mis ojos negros, que si de negro los rellenara parecería que me han crecido pestañas nuevas.

Luegoooo...esas gafas!!, por Dios...eso sí que es desgarrador, pues hasta hace unos meses presumía de una vista perfecta!, vamos, que podía distinguir una sombra en la oscuridad....Bueno, me he pasado, lo reconozco. Pero era muy buena mi visión. He querido disimular mi descontento intentando montar unos cristales adecuados a mi reciente presbicia en unas gafas de marca, de esas muy estéticas y elegantes que pareces más interesante, pero el precio me ha regresado a "la crisis realidad" y me han parecido muy monas unas gafas de esas de oferta que la gente menos acomplejada suele utilizar con toda la naturaleza que conlleva reconocer que ya eres mayor.

Me consuela saber que con tu ya medio siglo vivido, sigues para mí igual o más guapo que cuando nos conocimos, y que, si Dios es misericordioso conmigo, llegaré a tener esa edad a tu lado.

Esta mañana me has vuelto a decir que "estoy en mi mejor momento"...me tranquiliza que me veas así, pues en tu camino y tu destino, así como ha habido antes, también habrá después, personas más jóvenes que yo, que como fiel macho que eres te pueden hacer sentir impresionado y atraído.
 
Intentaré despertar cada día esa misma ilusión que a mis veintitantos te hacía sentir por mis menos años, pero aprovechando mis años de más, que con empeño y dedicación, pueden parecer muy, pero que muy satisfactorios.

(Lilia)

Negro, azul, plateado, dorado, blanco


Negro. Antes de que sus ojos te vieran, de que su encuentro con el tuyo revelara una verdad oculta en sus sueños, ella creía que el color que la envolvía en su eterno buscar y su esperanza era oscuro y extraño, creía que el mundo sólo era algo en lo que le había tocado estar para ver la injusticia y el mal que lo gobernaban...

Azul. Cuando por fin ella aceptó lo que le sucedía, y se dejaba llevar por ese ejército incontenible de luces invisibles, la sola imagen de su presencia le alteraba, tanto que sus sueños le llevaban hacia él, la persona con la que sin saberlo lo compartía todo.

Plateado. Cual color mágico se apodera de su espíritu y alza el vuelo hacia un nuevo destino, intrigante, sonoro y esquivo. Él le abraza en un momento de inquebrantable belleza, belleza de esas que sólo se sostienen en el pequeño tiempo que las sustentan, para quedar forjadas en las letras de una memoria compartida.

Dorado. El momento en el que sus sentimientos se miran, aquel ejército llega al a cima que creía inerte y descubre el dorado sol que alumbra los nuevos campos del destino. Todo es real, no es un sueño más, y lo más increíble, él también lo ve. La luz deja ver la sencilla verdad que llevan dentro y la unión se hace fuerte, puesto que se hace desde lo más profundo, dónde las raíces se abren paso entre la tierra y de ellas surgirán las cenizas del no olvido.

Blanco. Ahora que el tiempo ha dado paso a su cólera, caminamos por este sendero incierto entre luces y sombras, deleitándonos en nuestro caminar gracias al verdad que se hizo libre, aquella vez que nevó en Torrelodones 19 de febrero del 2003. Por eso te escribo esta carta, sólo para recordar, y para mirarte una vez más a esos ojos azules, misteriosos y valientes.

Azul es el color que buscaba y te encontré.

(Begoña N-Mera)

miércoles, 23 de enero de 2013 | By: Abril

Las cosas que nunca te dije



(Y nunca te las dije, pero te las diré esta noche)

Sabe Dios que no debiera,

pero sabe que me rompen.

Me olvidé de decirte: los besos que no te he dado,

las noches atormentadas queriendo frenar mi cuerpo de deseos y esperanza…

Me olvidé de las palabras que nunca me dijiste.

Te olvidaste los silencios prendidos en mi almohada.

Me olvidé de decirte que una vez tú me besabas,

con los ojos solamente porque el alma te temblaba.

Me olvidé de preguntarte si me querías,

y esa duda está presente en mis noches y en mis días.

Me olvidé de los recuerdos del pasado que moría,

para dar paso al futuro que ante nosotros se abría.

Y a ti te dio tanto miedo de quererme a escondidas

que se te olvidó decirme que me quieres , Vida mía.

Desde mi rincón de los sueños...


 
Porque yo dejé escondidos los sueños, los sueños que en algún momento esperaba encontrases, las esperanzas e historias que quería compartir contigo.

Yo dejé escondidas las sonrisas,  los libros, los poemas, los versos y todos aquellos recuerdos que ahora se amontonan en mi memoria.

Yo dejé escondidas las palabras que olvidamos en el cielo de la Luna, las miradas que furtivas se han marchado con el viento, los anhelos, las situaciones y las mil cartas de amor que te escribo cada noche en el rincón de los sueños.

He reservado en el último abismo de la Tierra un pequeño paraíso lleno de todos  aquellos recuerdos, de los recuerdos que escondí para ti, para nosotros.
Espero que algún amanecer me diga dónde están tus deseos, para esconderlos del mundo, de la Tierra y hasta del cielo. Para guardarlos en un rincón del alma en donde nadie pueda verlos...

(La Noche Recia)
domingo, 20 de enero de 2013 | By: Abril

Recibe esta carta

 
Algo cambió desde aquel 4 de Noviembre, y sabía que nada volvería a ser lo mismo.
Tarde fría, destemplada, no podía ser de otra manera; te habías ido, y con vos se fue mi infancia, mi adolescencia y parte de mi juventud.
Estas etapas de mi vida están ligadas a vos, y recordarlas me remiten a caricias, miradas de infinita ternura, largas tardes de mate y novelas, aromas a albahaca y sopitas de invierno.
Saber que yo era una de las razones que alimentaban tu existir me daba una extraña sensación de importancia, me sabía tu preferida.
No me contaste cuentos en camisón, pero me contaste tu vida, que para mí fue el más hermoso de los cuentos... Te alegraste como nadie con el nacimiento de mis dos hijos, y a partir de ése momento fuimos tres tus preferidos.
Te recuerdo siempre, con tu batón y tu mate en la mano, siempre calentito, tu pelo canoso y tu enorme cara de Abuela.
Te extraño.

P.D:No sé mucho de literatura, pero esto proviene del Corazón. ¿Vale?
 
(MariaL)

Estés donde estés...


Aquel día te vi, lucías hermosa y tierna, te mostrabas fuerte y débil, tan grande y tan pequeña, tan llena de misterio y expectativa. Caminamos juntos para aprender a vivir, un poco más. Era bello, mágico, tal vez único.

El misterio de tus flores me hicieron soñar con un porvenir, tus mariposas me dieron tranquilidad, tus hojas secas pero llenas de energía adormecían mi voz, mientras tu aire se amalgamaba con el mío en la fantasía de un beso.

Me enseñaste a mirar mí alrededor, te enseñé el gran camino que te espera, construimos una torre donde nos refugiábamos de penurias y amenazas, allí tú y yo éramos felices.

Aprendimos a escucharnos...

La naturaleza nos dio la inspiración para alimentar el sentimiento cada día, cada instante, de mil maneras distintas.

Pero un día dijiste no más.

Desde entonces no te he vuelto a ver. Ya no tengo tus bellas palabras, ni tu luz, ni tu fresca belleza, ni tu cuerpo, tampoco tu sonrisa. Aun me pregunto que fue lo que mató la magia.

Hoy camino entre tus recuerdos y la realidad, entre tu ausencia y mi soledad, la incertidumbre del presente se apodera de mis pensamientos, buscando paz, extrañando tu ser, pensando que a pesar de todo compartimos el mismo cielo…

Estés donde estés!!!

(Hericuento)
lunes, 14 de enero de 2013 | By: Abril

Y ahora te recuerdo porque te estoy empezando a olvidar...



Estoy empezando a olvidar todo lo que es el amor. Estoy empezando a olvidarte, aunque aun recuerdo como te conocí.
De principio a final, la verdad es que ha sido una gran historia. Cumplías todos esos sueños que, aunque para mi parecían imposibles, tu los conseguías hacer realidad.
La verdad es que estoy absolutamente perdido.
Hago todo lo posible por que esto no me destroce pero me he dado cuenta de que es imposible. Los 3 mejores años de mi vida los pasé junto a ti y me desgarra el alma tener que ocultar este dolor.
Yo no puedo aparentar ser más fuerte de lo que no soy, tengo sentimientos que aunque no salgan a la luz delante de ti, existen...
Tengo bajones, ¡te recuerdo con todo! con canciones, con simples palabras que me recuerdan a ti.
Te recuerdo al ver a parejas besándose o agarradas de la mano, o al ver una película que a ti te gustaba. Te recuerdo cada vez que lloro porque, tu eras la única que me sabía calmar.
Y ahora te recuerdo porque te estoy empezando a olvidar...
No quiero volver a enamorarme si este es el precio que se paga.
¿De qué me sirve ser feliz si luego lo compensará la tristeza y la soledad?
No se cuantas veces habré sonreído, pero se me hacen incontables las veces que he llorado ya.
Me rindo, por saber que fui yo el que te fallé, me retiro, porque no quiero volver a sentir lo que significa el amor. Me largo, porque no quiero que sufras al recordarme como lo hago yo ahora.
Me despido, entre lágrimas del pasado que aun sienten esa pequeña llama del amor por ti.

De Crístofer Díaz, para B.B.

Nunca te voy a poder olvidar.
sábado, 5 de enero de 2013 | By: Abril

Caricias de nostalgia



No escribo específicamente para ti, ni siquiera sé a quién le escribo realmente, puede que en el fondo sea para mí, como en un desahogo, o más bien un respiro.
 
Nunca… nunca encontré un momento para decirte todo, quizá lo tuve y no lo supe ver, pero ayer mientras esperaba por el bus, sentí tus caricias entre el viento, tocando mi cara, mi alma; fue tanta la nostalgia que hoy tomo el lápiz y el papel para decir esto.
 
Me debes, y es mucho.
Quedé con un antojo que un día quisiste quitarme, pero preferí cuidarte esa tarde en cama del resfrío que nadie más acompañó.

Me dejaste en los pies una caminata por el parque donde podíamos perdernos una tarde entera a solo hablar de nada. A mirarnos, devorarnos sin tocarnos.
 
Me dejé guardado el beso bajo la lluvia que un día soñé después de la primera siesta abrazados; nos reímos al despertar por los ronquidos del otro, pero también me quedé con esas risas que nunca tuvimos, o que no dejamos escapar de nuestro pecho.

Finalmente, buscándote, encontré en mis cosas la primera vez que escribimos algo, y guarde esas palabras como si nunca más pudiera encontrar un tesoro tuyo, porque después de este tiempo, tu olor no lo descubro en ninguna parte, ni siquiera en mis memorias.
 
(Nicholas Varella:  "Lo redondo de vivir..."/ )