jueves, 11 de diciembre de 2014 | By: Abril

Un océano y una promesa







Pero es que desde hace rato
Que ya no llevo la cuenta de las horas
Para no creer en los días, ni en los años
Que me hacen falta para observarte fijamente a los ojos
Y preguntarte si aun me amas.
 
Lo mejor sería no crecer o madurar
Para encontrarnos con la misma naturaleza
Con la misma inocencia que te conocí
 De los días que marchaste por esta ciudad
 De todos los sitios donde habité
y también te hice conocer
 
Se me fue la fuente del perfume de tu blusa
Que dejaste conmigo, como parte de tu cuerpo
Y sólo me queda la esencia como muestra
De que residiste en estas cuatro paredes
y desapareces al otro lado de un océano enorme
 
Un océano que no solo nos aleja
Sino que nos llena de todo un poco
y de nada mucho
 De ilusión, preguntas, promesas, tristeza
Juramentos y un por siempre
 
Al menos los tiempos son distintos
Y puedo siquiera verte cuando pueda
Porque no soportaría no saber de ti
No podría, no podría.
 
¿Y si al fin y al cabo es peor?
Eso de que pueda verte pero no tocarte
Eso de que pueda oírte pero no escucharte
No está completo, es incompleto
Y a veces creo que sería mejor
Un nada a un poco

Esos deslices que tenemos
Esos encuentros a medio hacer
Pueden llevarlo a uno a la locura
Porque estas pero al mismo tiempo no

¿Cuándo saber si estarás ahí de nuevo?
Tal vez te lo preguntaría
Pero quizás no
Porque la inteligencia tiene limites
Pero la estupidez es infinita y la mía lo es.
 

Carta para Patricia


De nuevo te llamo Patricita,mi amor único, mi vida entera, mi redención y mi agonía:
Con el horror y la expectativa de que ésta sea la última carta correspondiente al último día de vivienda juntos, después de que a lo largo de dos años hemos intercambiado, modificado por el gozo o por el sufrimiento nuestras vidas, después de que he llegado a un grado de dependencia de tu cuerpo, de tu alma, que difícilmente podría haber llegado a imaginar en años más tempranos de mi existencia Patricia, te espero; ya hice todas las vueltas correspondientes al día de hoy; con el corazón en vilo me vine hasta acá, corriendo, pendiente de la alternativa de la dicha, el alivio, que hubiera significado verte, mas veo solo tu ausencia, o si no de que ya te hubieras marchado del todo, de que (una vez, una vez más) hubieras empacado libros (hay, tantos que aún no he leído) y equipaje, dejándome, para mi eterna tristeza y vergüenza, la camiseta en cuyo frente está inscrito mi nombre. Mas no lo has hecho; he llamado insistentemente a la casa de Ospina a ver si estás allá; unas veces me ha contestado Eduardo (¿te has negado?), otras veces no me contesta nadie (¿te has negado a contestar el teléfono?); y he llamado también a mi mamá, y ella, como siempre, ha quedado de nuevo preocupada, al sabernos en otro acceso de nuestra continua pugna. Finalmente he recorrido la Sexta de arriba abajo, el centro, y partes de la Quince. Oigo sonido de llaves y creo, faltándome la respiración, que eres tú, mas no, es la bruja de al lado. He pensado, se me ha ocurrido la loca idea de llevarme todo tu equipaje para mi casa (mi mamá dice que nos ha preparado un almuerzo rico), pero pensándolo mejor he creído que eso te ofendería y que entonces mayores serían tus motivos para abandonarme. No lo hagas. He recorrido las líneas de aviación, pero en ninguna están autorizadas para dar nombres de las personas que han reservado pasaje, así que, Patricita, vida mía, ¿dónde estás? Veo que te has llevado la plata que había en el escritorio ¿Qué estás haciendo con ella? ¿Has podido desayunar? ¿Estás comprando pasaje para Bogotá? ¿Estás en Telecom hablando con el hombre a quien aborrezco con toda mi alma? ¿Estás en la imprenta Gutiérrez pagando la deuda de los afiches? Vida mía ¿dónde, dónde estás?
 
No creas que la satisfacción de haber recibido hoy el primer ejemplar de mi novela pueda compararse a la absoluta infelicidad que siento por el desprecio que has alcanzado a tenerme. “¡Te aborrezco- me has dicho- , no sabes el asco que te tengo!” Mi amor, ¿es eso verdad? Ay, apenas son las once y media y quién sabe que clase de actividad será buena para ti a estas horas. Por favor, ven, ven a verme, aunque sea para decirme que has aceptado la propuesta del hombre que odio, que te vas esta misma tarde a dormir con él y que le vas a decir a tu mamá lo degenerado que soy. Yo estaba dispuesto a dejar de hacer todo lo que te producía sufrimiento, mi amor. Pero tu conducta intransigente, antipática, odiosa, me llevo de nuevo al camino de los tranquilizantes. Si no, ¿cómo hubiera hecho para poder dormir, para poder pensar, para poder alcanzar hasta hoy, el día en que iba a recibir el libro?

Patricita, te lo suplico, por favor, créeme, el acto, los movimientos, los gestos que yo hice con H.A. Tenorio no fueron de homosexualismo, yo no soy homosexual. Fue que se me fue contagiando la locura de él, y lo que hice fue para probarle que yo podía hacer cosas mucho más chifladas, mucho más incoherentes, quería pasmarlo y confundirlo, y de hecho lo logré, y así me sentí bien. De resto no es nada más vida mía, por favor, sácate esa obsesión, esa terquedad de la cabeza, ese empecinamiento que te caracteriza. Patricita, ¿y que si llegaras ahora mismo? Voy a pararme, voy a salir, voy a llamar a la casa de Ospina a ver si estás allá, y después voy a llamar de nuevo a mi mamá. Ojalá que este movimiento que me apresto a hacer produzca otro en dirección contraria protagonizado por tu bella, única personita.
Hice todo, y fue infructuoso. Acaba de llegar una carta de Miguel Marías. Dice que sí (ya) a las críticas de Taxi Driver, Family Plot, y ampliar Alfredo García; la crítica de Spoto se le hizo muy mala. Me he encontrado con Bernardo. Ahora me ha entrado, no sé, cierta apatía, cierta no tanto inexplicable como inmovilizadora tristeza, cauda también de que a lo mejor todas estas líneas sean en vano y que ya mi amor no tenga nadie que lo reciba, y que hojees semejantes palabras y pienses, simplemente, con el desprecio que te caracteriza. “Ja”. De todos modos no lo sé.

He hablado con mi mamá otra vez, y me propuso que me fuera para allá inmediatamente, que allá me consentía. Pero no, voy a quedarme aquí todo el día, esperándote. Me encontré con Hernán N., él iba en jeep y paró y yo le mostré Qué viva la música y se puso, la verdad, bastante contento, y me invitó a que fuera esta tarde a su oficina, para que planeáramos la celebración. Pero yo no quiero hacerlo. Yo solamente querría celebrarlo contigo. Y no haciendo una rumba ni llevándote a comer, sino congraciándonos. Patricita, contentándonos de nuevo. Sería tanta la dicha, sería tanta mi felicidad. No sé, francamente, lo que empezaría a hacer de no estar más a mi lado. Pero no lo vas a estar, lo sé. Qué ironía. Dime, ¿te vas a quedar al menos para la función de esta medianoche? Si llegamos al teatro puedes irte así con algo de plata, y ya tienes la mensualidad de tu mamá asegurada, al menos por un tiempo. Quédate esta noche, por favor. ¿Cómo te vas a ir sin el equipaje?

Dame algo de alegría, porque tú eres mi alegría y yo tengo en estos momentos el corazón en pedazos y ya no sé dónde recogerlos, o no sé qué hacer con ellos. Me deprime también la posición tan inestable mía en este apartamento. Si tú te vas yo me iré, claro, al lado de mi mamá, a intentar crear de nuevo un mecanismo de soledad que sea casi perfecto. Tengo necesidad de ti, amor mío. Puedo acostumbrarme a estar sin ti, pero nunca a olvidarte. Cuánto trasteos, cuántos cambios, cuántos altibajos de estados de ánimo. Ya van a ser la una (o ¿ya son? ¿ Será posible que se haya parado mi reloj? ) Ahora me acabo de cruzar con el León (Cerdo) Corkidi, y no me dijo nada, a pesar de que esta mañana bien temprano le entregué la carta. Mi mamá me dijo (¡ ay, qué lío!) que hoy por la tarde me traían la nevera. Ya no me negué, a mí de todos modos me sirve, en caso (Dios no lo quiera) conozca alguien con la cual merece la pena formar rancho aparte. Creo que no voy a escribir nada más. No tengo otra cosa que decir además de que no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no te vayas, no te vayas, no te vayas, no te vayas, no te vayas ¿ Será posible que a esta hora estés almorzando en Los Turcos? ¿ En Los Mellizos? Dentro de un momentico voy a ver, mejor dicho ya no sé qué hacer, no tengo ni idea de a dónde puedas estar y eso me mata, me mata la indecisión, la inseguridad, quiero verte, Patricia, entregaría mi vida a cambio del privilegio enloquecedor de abrazarte, de recostar mi cabeza en tu pecho, y abrazarte, encontrar la seguridad en ti. Alto ¿ Será que te has ido para ,el campo? ¿ Para Pance?
 
Ahora vino H.A Tenorio con la idea de sacar una revista trimestral sobre arte en general y quiere que yo colabore y yo claro que con mucho gusto. Pero antes necesito verte, vida mía, amor mío, mi dulce, mi bella, mi placenteramente insoportable perdición. Aparece, Patricia, ven a mí, vente conmigo nuevamente, aunque sea la última. Yo te necesito, ya te lo he repetido mil veces, no soy nada sin tus besos, no me dejes solo, no me dejes solo, vienen a mi mente miles de canciones cursis, pero ninguna alcanza a expresar mis ansias, mis sentimientos. O déjame, está bien, pero concédeme la tranquilidad de no volver a pensar en ti jamás.
 
Te adoro, te idolatro, si no puedo vivir sin ti llevaré, supongo, una especie de anti-vida, de vida en reverso, de negativo de la felicidad, una vida con luz negra. Pero brilla el sol, tú puedes estar cerca.Ahora salgo a buscarte, amor mío.
 
(Andrés Caicedo)
viernes, 5 de diciembre de 2014 | By: Abril

¿La salida de Roma, por favor?

 
Una vez escuché a alguien decir que no existen preguntas estúpidas, sino respuestas estúpidas...
 
Hoy te pregunté ¿cómo se sale de Roma? La respuesta correcta era un simple "Te quiero". Hubiera servido también un sucedáneo del tipo: "eres especial" o "siempre estoy pensando en ti".  Tal vez un... "podría vivir sin ti, pero no sería lo mismo". Pero sólo me contestaste: "Volviendo sobre tus pasos al punto de partida".
 
Porque yo no hablaba de Roma, ni del Coliseo, ni de la fontana de Trevi, sino de ti y tú lo sabías. Sí, hablaba de ti y de cómo huir de pensarte, de cómo evitar que aparezcas en cada cosa que hago... de cómo borrarte un rato de mi cabeza, porque me repito, como una letanía que "tú y yo somos pasado, somos pasado, somos pasado...", que nada de lo que vivimos fue cierto (porque duele menos si lo creo así, aunque sea una estúpida forma de engañarme); que eres un extraño producto de mi imaginación que suena a carta de ajuste cuando me quedo por las noches insomne mirando el techo, tratando de contar corderos para que desparezcas...
 
Pero son sólo formas de mentirme, porque haga lo que haga, todo me conduce a ti. Tú eres mi ciudad eterna, el principio y el fin de todas mis jaquecas. Por eso siempre vuelvo a ti; por eso camino en círculos concéntricos, aunque me enfurezca conmigo misma y con mi actitud regresiva. Tú eres quien me da la vida y quien me la quita, cada día. Por eso te odio, por eso te quiero y no puedo hacer otra cosa que pensar en ti.
 
Ojalá supiera salir sola de este laberinto. Ojalá pudiera sacarte de mi cabeza, ojalá pudiera dejar de quererte... pero no soy yo quien decide todas esas cosas, por eso sigo aquí a la espera de una señal. Una sola palabra tuya bastará para sanarme. Por eso sigo aquí deshojando margaritas y esperando encontrar la senda que me saque de Roma...
 
(NRM) 

Una carta para un adiós




Anoche quise decirte algunas cosas, pero no pude, siempre me es difícil decir qué pienso o siento cuando te tengo cerca, por eso elijo la mentira o el disimulo en esos momentos, para esconderme.
Esto explica por qué estas leyendo este papel en lugar de estar escuchando mi explicación. Ya me conoces. ¿No? Quizá para mi sea más fácil expresarme en un papel que frente a tu linda mirada.

Quiero que sepas que he decidido olvidarme de ti. Que mi mente no recuerde nunca más nada tuyo. Tengo demasiadas ilusiones rotas como para seguir imaginando nuevas y sólo recibir indiferencias.
Pienso en ti, te deseo y no estás. Siento ser una molestia en tu vida. No digas que no. No pienses ahora que no.

Sé que me quieres, pero tienes tu vida, y yo únicamente paso y estorbo; cualquier ciego puede verlo. Las razones se han juntado para decidir: serán estos los últimos días que nos hablaremos y pronto no sabrás de mí ni yo de ti. Voy a olvidar todo. Tu dirección, aunque ya no vivas en ese mágico lugar en que nos conocimos. Tus mensajes; tristes, dulces, alegres... ¡qué maldición! sólo sirvieron para crear falsas expectativas.

Estoy cansado de desearte y encontrar siempre una respuesta fría y distante. No quiero que mi mente imagine momentos que no van a existir; porque eres distinta, porque te imagino distinta; y cuando llega la realidad, en ese momento, lo imaginado no sucede, y me siento mal. Peor aún, me siento desamparado, desprotegido demasiado olvidado.

No tienes la culpa, vives tu vida. Soy yo el molesto, quien llega a fastidiar, a pretender cosas que no debe. No se por qué lo hago, será tal vez porque siempre te deseé y nunca te tuve; o será que no puedo explicarlo, como no puedo explicar mis sentimientos.

Hoy (ayer), después de verte sonreír con todos, me he dado cuenta que nunca te voy a tener. Que de nada sirve tenerte en mi mente, en mi corazón. Que no puedo evitar los celos de verte sonreír, de no sonreír conmigo. Entiendo que es mejor olvidar tu existencia al fin. La distancia y las ocupaciones harán su trabajo. La memoria no es tan fuerte, el corazón no es tan tonto.

Si te olvido ya no sufriré, ni crearé ilusiones débiles en mi corazón, ni pensaré en ti como en una mujer. Así entonces, todo va ser mejor para ti y para mí. Para mí por las razones que te explico, para ti porque ya no tendrás esa piedrita en el zapato que te molesta.

Estamos acá, al final. No pienses que soy trágico o melodramático. Existe la necesidad de dar vuelta a la página para poder seguir. No importa si el final es alegre como imaginé o triste como está sucediendo.

No hay nada más que decir.
Adiós
 
martes, 2 de diciembre de 2014 | By: Abril

Por todo eso te amo



Frío




Hola,

...Tienes razón. Me debiste de leer los pensamientos en la cara. No tenía frío la última vez que nos despedimos después de almorzar juntos. No era frío, al menos físico. Era dolor. El dolor a veces hace daño, como el frío, cuando es intenso.

Nos despedimos, como siempre, como lo hacemos desde hace ya dos años. Con un "que te vaya bien, cuídate", acompañando a dos besos que más que de cariño son una mueca que forman parte de esta representación que hacemos en público.

Luego, a solas, nos escribimos todo lo que sentimos... a veces, hasta me sueltas un "te quiero" con el que me aferro a lo nuestro hasta el próximo encuentro, siempre a solas y siempre en público.

Y la historia se repite, porque soy incapaz de dejar de querer (te), porque me ahoga la esperanza que no pierdo, de volver a ser lo que fuimos; porque te quiero y deseo que todo vuelva atrás, a ese instante en que te hacía ilusión verme y en que nos procurábamos los recovecos de esta ciudad para hacerlos nuestros, para dar rienda suelta a nuestro amor, que era como de película... de esos amores imposibles, en los que dos personas que están destinadas a quererse, se encuentran al cabo de los años y saben que son ellos lo que ambos estaban buscando, pero cuando se encuentran ya lo hacen a destiempo porque cada uno es la mitad de otra relación que no pueden romper.

Eso éramos tú y yo. La mitad de una aventura con un pacto no firmado. Y así nos iba bien, porque tú me amabas y yo estaba loca por ti. Porque por fin encontrábamos sentido a todo el dolor, porque la espera había merecido la pena. Y tratamos de adaptarnos a las circunstancias del otro y de lamernos las heridas.

Al principio nos fue bien, no sin remordimientos. Pero un día empezaste a llamarme "amiga" (¿puede haber dolor en ese palabra? para una amante sí, lo hay) y a espaciar los encuentros con excusas de todo tipo: que si el trabajo, que si los niños... Y yo me ahogaba y trataba de buscar la salida menos dolorosa para nuestro final infeliz. Habíamos superado tantos obstáculos para llegar hasta aquí...

Pero tú no me dejas irme, Amor, y tampoco me escuchas ya. Soy sólo tu paño de lágrimas... y me siento fatal. Y nuestros encuentros son tan fríos, que eso es lo que viste en mi cara la ultima vez que nos despedimos. Ya no me necesitas. Nuestra historia pasó. Por favor, si no me quieres, deja que me vaya...

(NRM)