martes, 31 de mayo de 2016 | By: Abril

Siempre


El tiempo es un solitario siempre, siempre vencedor. La inmensidad de la vida también a mí me aprieta tanto que no puedo respirar y me paso días sudando y vomitando y llorando. Pero para dentro. Sin que se nos manche la ropa, sin que se nos enrojezcan los ojos.
Y tú y yo eso lo sabíamos de sobra. Sabíamos que la angustia del sinsentido nos abrazaría sin remedio, sabíamos que pensar era nuestra condena y buscábamos libélulas entre las hojas bailarinas de los sauces porque éramos jóvenes y no íbamos a darnos por vencidos.
El amor era todo lo que nos quedaba.
Allí, acurrucado en la orilla del Guadalquivir nos esperaba tímido y prudente, nos acompañaba en nuestros juegos de niños y nos salpicaba agua clara las tardes de verano.
Estaba allí cuando apoyabas la espalda en las piedras y te cubrías los ojos del Sol con tus manos infantiles. Cuando me acercaba a ti sin hacer ruido y me quedaba mirándote la cara mojada, viendo el aire entrar por tu nariz y bajar hasta tu pecho, viendo tus pestañas largas descansar del mundo.
Estuvo vigilando cuando el de día de mi cumpleaños me regalaste el vestido amarillo que tu madre me había comprado y me dijiste al oído: “luego te doy el regalo de verdad” y me llevaste en tu bicicleta hasta el mar para darme un primer beso azul e inmenso.
El amor…
Intentaba ocultarse sin conseguirlo cuando hablábamos de filosofía de camino a la facultad, con los corazones asustados porque desde la ciudad no se veía el río. Te miré la barba incipiente y los ojos oscuros y así, de la forma más hermosa, descubrí yo el tiempo, con tu mano sobre mi rodilla.
Pasaban los años y tú y yo seguíamos siendo tú y yo. Íbamos al pueblo los fines de semana y paseábamos entre los recuerdos construyendo nuestra propia historia, revolcándonos entre los restos del otoño. Riéndonos de las estrellas, y a veces llorando con ellas, intuyendo ya que la vida tenía reservado para nosotros una almendra amarga, un abismo.
Éramos demasiado iguales, Santi. Queríamos salir, queríamos comernos el mundo, viajar, volar. Y creíamos que podríamos con todo pero no pudimos. Cuando te propusieron ir a Madrid a estudiar y a mí me ofrecieron la beca para Berlín la interrogación se hizo un hueco en el aire, nos sobrevolaba en cada conversación como una nube de polvo. Maldita. El miedo nos fue calando a los dos por igual, agriando nuestras miradas, agriando el paisaje. Miedo a convertirnos en aguas estancadas, en barrizales mediocres, miedo a acabar siendo tierra seca y muerta que lo único que puede hacer es esperar la lluvia de abril. Amábamos el pueblo y a la vez nos aterraba su quietud, sus calles llenas de viejos con boina y el mismo gallo cantando cada amanecer.
Acabó el verano y ambos desaparecimos.
Entre promesas y despedidas alentadoras, desaparecimos para siempre. La ilusión por el futuro brillante que se nos brindaba pudo con todo, se lo llevó todo.
Han pasado cuarenta años y yo ya no sé dónde está el amor. Quizá se quedó a orillas del Guadalquivir, esperando a otros chiquillos despreocupados, o quizá se ha perdido en alguna carretera de Europa, intentando hacernos llegar la carta que nunca escribimos.
Para mí tampoco fue fácil. La Europa sofisticada que esperaba se mostró distante, en bastantes ocasiones hostil. El Sol pasó de amigo compañero a padre trabajador, me daba para vivir pero nunca jugaba conmigo a derramarse en mi piel como solía hacerlo. Y me resigné igual que me resigné con tu ausencia: contando el tiempo con un reloj de muñeca que nunca había llevado hasta entonces, encerrada entre nubes y edificios grandes y grises, aprovechando el bullicio estridente y hueco como excusa para enclaustrarme a estudiar durante horas. Todos los días.
Pasaron unos años y cuando empecé a trabajar ahorré algo de dinero y viajé por Navidades a España. Recuerdo el camino hasta el pueblo en el coche viejo de mi padre, recuerdo los baches y los meneos en el asiento de atrás y recuerdo que veía tu silueta en cada curva. Pregunté por ti. Me dijeron que te iba bien, que seguías en Madrid haciendo un máster y que pasarías allí las fiestas con tu grupo de amigos.
Me pasé todo el viaje de avión de vuelta llorando a lágrima viva. La señora que estaba a mi lado me preguntó y le contesté sin mirarla: “¿Por qué no he pedido su dirección?” Y aún hoy me lo pregunto más de lo que me gustaría.
Finalmente conseguí encontrar otro sitio que hacer mío en el mundo, me he rodeado de gente buena a la que quiero y que me quiere, he aprendido a disfrutar del Sol pálido, del hervor de las calles, de los mil rostros nuevos cada día.
Santiago, no me puedes pedir que vuelva…
Contigo aprendí a vivir, descubrí el mundo en tus ojos y no lo he vuelto a ver desde ningún precipicio. Santi, jamás he amado a nadie como te amé a ti. Pero no me puedes pedir que vuelva… Tú y yo ya no existimos. Somos dos viejos desconocidos, no podemos manchar nuestra historia. Por favor. No me pidas que vuelva.
Gracias por haberme enseñado cuál es el sentido de esta alegoría imposible que llaman vida.
Hasta siempre,
Sofía.

Tarde de los lunes



Puedo imaginar, después de tantos años,  el gesto displicente de tu boca, ese que siempre hacías cuando te decía algo que no te gustaba. Lo imagino, como también imagino que en cuanto termines de leer éstas líneas tomarás el teléfono y escribirás  lo de siempre, solo que esta vez, con enojo y rencor.
Te estarás, en este momento,  sirviendo un vaso de aguardiente añejado pensando en que palabras elegir para ser contundente, preciso y en tan solo un mensaje hacerme pensar que estoy equivocada, que hay un mundo que nos pertenece muy cerca en el tiempo, tan solo con estirar un poco la vida.
La  cita era a las tres, por eso pienso que en quince minutos volaras alguna copa, o vaso o adorno donde puedas apoyar tu furia clandestina. Como si el estallido en la pared te hiciera sentir un alivio inmediato. Un placebo inmensurable. A las tres, como cada lunes de verano, de primavera, de otoño e invierno también. La cita era en el lugar de siempre, lejos del trabajo, de los amigos, de los afectos. Pero esta vez, no estarán allí más que estás líneas en las que mis sentimientos, decisiones y acciones se harán tan presentes como la ausencia de mi cuerpo en el calor de tu almohada.
A las tres de cada lunes, cuando nos encontraba rasgando investiduras, explorando caminos vírgenes y sensaciones desconocidas.  Solo vos, yo, y los las tardes de los lunes. Eso fuimos tantos años. Tantos malditos años en los cuales esperé el milagro de que llegues a mi oficina y me cuentes que estabas listo…
Evité tu mirada tantas veces, tus ojos entornados que me decían en pocos segundos justo lo que necesitaba leer. Evité pasar por las vidrieras y comprarte un regalo. No, comprarte no, sino dártelo. Compré corbatas que imagine atadas a tu cuello, bolígrafos para que firmes los contratos con un accesorio acorde a tu puesto, a tu jerarquía de hombre inalcanzable para todos -creo que ahora siento, que para mí también lo fuiste-. Evite el exabrupto de una llamada a las diez de la noche para decirte que sueñes conmigo. Evite la dicha de caminar por la calle tan solo con tu mano apoyada en mi hombro como cuando viajábamos, siempre por trabajo.
Te creí perfecto, con la palabra justa en los labios, el buen humor continuado y la energía siempre de cara al cielo. Caballero, atento a mis necesidades, coherente con mis ideas y creencias. Carismático, caritativo y justo con las desavenencias.
Eras perfecto, de hecho,  tu retórica me ayudaba a pensar que tenías razón, que la verdad estaba en tus manos. Te seguí, te confié mi vida, te amé con esmero, te extrañe cada noche y añore lo que nunca tuve tan solo esperando las tardes de los lunes.
Por eso entiendo que no será fácil. Desocupar mi escritorio como yo desocupe ayer el cajón de la mesita de luz que te había comprado, solo para que cuando durmieras a mi lado tuvieras tu lugar. Explicaciones a  Gutiérrez del por qué de mi renuncia  -insospechada después de lo que la empresa invirtió en mi carrera-. Explicaciones a mis compañeros de una noticia tan absurda y repentina. Pienso quién te llevara el café a media mañana, te hará masajes en los hombros después de una reunión con el directorio. Quién te ayudará a vislumbrar las mejores alternativas para seguir acumulando un prontuario de  alta rentabilidad y decisiones acertadas.
Si has llegado a leer éstas últimas palabras, te estarás enterando de que voy camino hacia una nueva vida.  Es extraño pero a veces el destino nos sitúa en lugares que nunca pensamos que servirían de morada.
¿Buscando qué? ¿Felicidad? No creo que esa palabra me encuentre algún día. Plenitud, tal vez, sentir haber hecho lo justo, lo correcto.
Pensar en una casa, un perro, en lo común de hacer las compras en la esquina, pero hacerlas con alguien. Decidir que mermelada comprar de a dos.   Encargar empanadas frisadas  y lasaña para más de uno. Un buen vino que no sea malbec –el único que me gusta-. Tener en la alacena galletas de maicena y alfajores para otro que no esté cuidando el cuerpo de manera vitalicia como yo. Tan pocas cosas, tan simples.
¿Dolor? Mucho. Indescriptible. Un agujero en el pecho que trato de tapar con la palma de mi mano presionada, pero es tan grande…
¿Esperanza? Mucha. ¿Fuerza? De haberla tenido, me hubiera marchado tiempo antes.
¿Amor? Demasiado. Pasión, entrega. Nunca reproches, nunca rencor. En tal caso, yo también decidía.
Ahora, después que la furia le dió paso al dolor, te imagino sentado en el sillón de cuero de tu despacho, con la carta en tus manos, la mirada abatida y el no saber hacia dónde ir.
No me busques, sé que no podrás encontrarme.
Huir siempre fue el mejor de tus verbos. Entonces creo que algo, en todos estos años, pudiste enseñarme.

(Gabito)
viernes, 20 de mayo de 2016 | By: Abril

Siempre estaré con vosotros



Heather McManamy falleció a los 36 años, pero dejó escritas cartas para sus seres queridos. Esta es una de ellas... la publica su marido, Jeff.

"Hello all,

 I am posting this on behalf of the love of my life. These are her words. Much love to all."
- Jeff McManamy


So…I have some good news and some bad news. The bad news is, apparently, I’m dead. Good news, if you’re reading this, is that you are most definitely not (unless they have wifi in the afterlife). Yes, this sucks. It sucks beyond words, but I’m just so damn glad I lived a life so full of love, joy and amazing friends. I am lucky to honestly say that I have zer...o regrets and I spent every ounce of energy I had living life to the fullest. I love you all and thank you for this awesome life.
Whatever religion brings you comfort, I am happy that you have that. However, respect that we are not religious. Please, please, please do not tell Brianna that I am in heaven. In her mind, that means that I chose to be somewhere else and left her. In reality, I did everything I could to be here with her, as there is nowhere, NOWHERE, I would rather be than with her and Jeff. Please don’t confuse her and let her think for one second that is not true. Because, I am not in heaven. I’m here. But no longer in the crappy body that turned against me. My energy, my love, my laughter, those incredible memories, it’s all here with you. Please don’t think of me with pity or sadness. Smile, knowing that we had a blast together and that time was AMAZING. I fucking hate making people sad. More than anything, I love making people laugh and smile, so please, rather than dwelling on the tragic Terms of Endearment end of my story, laugh at the memories we made and the fun we had. Please tell Brianna stories, so she knows how much I love her and how proud of her I will always be (and make me sound waaay cooler than I am). Because I love nothing more than being her mommy. Nothing. Every moment with her was a happiness I couldn’t even imagine until she came crashing into our world.
And don’t say I lost to cancer. Because cancer may have taken almost everything from me, but it never took my love or my hope or my joy. It wasn’t a “battle” it was just life, which is often brutally random and unfair, and that’s simply how it goes sometimes. I didn’t lose, dammit. The way I lived for years with cancer is something I consider a pretty big victory. Please remember that.
Most importantly, I was unbelievably lucky to spend over a decade with the love of my life and my best friend, Jeff. True love and soulmates do exist. Every day was full of hilarity and love with Jeff by my side. He is genuinely the best husband in the universe. Through all my cancer crap, he never wavered when so many people would want to run. Even on the worst days you could imagine, we found a way to laugh together. I love him more than life itself and I truly believe that a love like that is so special it will live forever. Time is the most precious thing in this world and to have shared my life for so long with Jeff is something I am incredibly grateful for. I love you, Jeff. I believe that the awesomeness that is Brianna is our love brought to life, which is pretty beautiful. It absolutely breaks my heart to have to say goodbye. If it’s half as sad for you as it is for me, it breaks my heart over again because the last thing I ever want to do is make you sad. I hope that with time, you can think of me and smile and laugh, because, holy shit did we have a breathtaking life. Go google Physicist’s Eulogy and know that it is a scientific fact I will always be with you both in some way. I know that if you just stop and look hard enough, I’ll be with there (in as non-creepy a way possible). You’re my world and I loved every second we had together more than words.
Friends, I love you all and thank you for the most wonderfully awe-inspiring life. And thank you to all of my amazing doctors and nurses who have taken such incredible care of me. I don’t doubt that my team gave me every possible good day that they could. From the bottom of my heart, I wish all my friends long, healthy lives and I hope you can experience the same appreciation for the gift of each day that I did. If you go to my funeral, please run up a bar tab that would make me proud. Heck, blast “Keg on My Coffin” and dance on the bar for me (because there had better be a dance party at some point). Celebrate the beauty of life with a kickass party because you know that’s what I want and I believe that in a weird way, I will find a way to be there too (you know how much I hate missing out on fun). I look forward to haunting each one of you, so this isn’t so much a goodbye as it is see you later Please do me a favor and take a few minutes each day to acknowledge the fragile adventure that is this crazy life. Don’t ever forget: every day matters."


(Heather McManamy)




Bueno...tengo buenas noticias y malas noticias. La mala noticia, al parecer, es que estoy muerta. La buena, si estás leyendo esto es que definitivamente tú no lo estás (a menos que haya wifi en el más allá). Sí, esto apesta. Esto es asqueroso más allá de las palabras, pero estoy tan malditamente contenta de haber vivido una vida llena de amor, alegría y amigos increíbles. Tengo la suerte de poder decir honestamente que no tengo ningún remordimiento y que gasté cada segundo de mi energía. He vivido una vida plena. Los amo a todos y gracias por esta increíble vida.

Sea cual sea la religión que te trae consuelo, estoy feliz de que la tengas. Sin embargo, respeto a todos aquellos que no son religiosos. Por favor, por favor, por favor, no le digáis a Brianna que estoy en el cielo. En su cabeza eso significa que yo elegí estar en otro lugar y la abandoné. En realidad hice todo lo posible para estar aquí con ella ya que no hay ningún lugar en el mundo, NINGUNO, en que yo deseara estar que fuese a su lado y al lado de Jeff. Por favor, no la confundáis y le hagáis saber por un segundo que es cierto porque yo estoy en el cielo. Estoy aquí, más no mi cochambroso cuerpo que se volvió en mi contra. Mi energía, mi amor, mi risa, esos recuerdos increíbles, todos, están aquí con vosotros. Por favor, no penséis en mi con lástima o tristeza. Sonreíd sabiendo que el tiempo que pasamos juntos fue INCREÍBLE.
Odio con toda mi alma poner tristes a las personas. Más que nada en el mundo me encanta hacer reír y sonreír a la gente, así que, por favor, en lugar de quedaros en lo trágico de mi historia, reíros y compartid las memoras que hicimos y con las que nos divertimos. Por favor, contadle a Brianna historias para que ella sepa lo mucho que la quise y lo orgullosa que estaba y que siempre estaré de ella (y haced que parezca que era más guay de lo que en realidad era). No había cosa que me gustara más que ser mamá (nada). Cada momento con ella era una felicidad que jamás pude imaginar hasta que ella llegó a nuestro mundo.
Y no digo que perdí la batalla contra el cáncer, dado que el cáncer puede que se haya llevado casi todo de mí, pero jamás se llevó el amor, la esperanza o la alegría que tenía. No fue una "batalla", fue simplemente la vida que azarosamente es injusta y eso es lo que simplemente pasa a veces. No perdí, jolines. La manera en que viví durante años con cáncer es algo que considero una gran victoria. Por favor, recordad eso.
Y lo más importante de todo, he tenido la increíble suerte de pasar más de una década con el amor de mi vida y mi mejor amigo, Jeff. El verdadero amor y las almas gemelas existen. Cada día me sentía llena de amor y alegría con Jeff a mi lado. Él es realmente el mejor marido del universo. A pesar de toda esta mierda del cáncer, él nunca titubeó cuando mucha gente quiso salir corriendo. Incluso en los peores días que os podáis imaginar, hemos encontrado la manera de reírnos juntos. Lo amo más que a mi vida misma y, realmente, creo que un amor como este es tan especial que vivirá para siempre. El tiempo es lo más valioso en este mundo y haber compartido mi vida durante tanto tiempo con Jeff es algo de lo que me siento muy agradecida. Te quiero, Jeff. Creo que lo más impresionante es que Brianna es nuestro amor traído a la vida, lo cual es precioso. Me rompe el corazón tener que decir adiós. Si esto os hace sentir triste tanto como a mi, me vuelve a romper el corazón tener que decir adiós. Si esto os hace sentir triste tanto como a mi, me vuelve a romper el corazón porque la última cosa que quiero es haceros sentir tristes. Espero que con el tiempo, podáis pensar en mi reír y sonreír porque, jolín, tuvimos una vida impresionante. Si vais a la página de Google Physicist's Eulogy, sabréis que es un hecho científico que siempre estaré con vosotros en alguna parte del camino. Sé que si os detenéis y miráis, estaré allí (en la manera menos espeluznante posible). Sois mi mundo y me encantó cada segundo que pasamos juntos, tanto que no lo puedo expresar con palabras.
Amigos, os quiero a todos y gracias por la vida tan maravillosamente inspiradora y genial que he tenido. Y gracias a todos mis increíbles doctores y enfermeras que se han tomado tantas molestias en cuidar de mí. No dudo de que mi equipo hizo todo lo que estaba en su mano.Desde lo más profundo de mi corazón os deseo a todos mis amigos largas y saludables vidas y que podáis experimentar el mismo aprecio por el regalo de cada día. Si vais a mi funeral, abrid una cuenta en el bar y bailad porque me hará sentir orgullosa. Celebrad la belleza de la vida con una súper fiesta porque sabéis que es lo que quiero y, aunque suene extraño, encontraré la manera de estar ahí también (ya sabéis que odio perderme algo divertido). Espero volverme a encontrar con cada uno de vosotros algún día, así que esto no es tanto un adiós, sino un hasta luego. Por favor, hacedme un favor y tomad algunos minutos cada día para reconocer lo frágil que es la aventura de vivir. Y no lo olvides nunca: cada día cuenta"

domingo, 8 de mayo de 2016 | By: Abril

Cuando sepas de mí...


Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.
A lo que iba. (.....)
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.
Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.
A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.
Haz ver que me olvidas.
Y me acabarás olvidando.
De verdad.